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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

Las elecciones: el peroniZmo español

Hace mucho que vengo hablando de la argentinización de la política española. Y no soy el único: el profesor Manuel Cruz tituló no hace mucho en El País: "Peronismo a la catalana".

Hace mucho que vengo hablando de la argentinización de la política española. Y no soy el único: el profesor Manuel Cruz tituló no hace mucho en El País: "Peronismo a la catalana".
Ya he escrito centenares de páginas sobre el peronismo, y he leído muchas más. Sin embargo, no deja de sorprenderme su capacidad expansiva. Que el PSOE se parece al peronismo como dos gotas de agua es algo sabido desde que Felipe González dijo aquello de que había que abandonar el marxismo (como si alguna vez él hubiese tenido algo que ver con esa doctrina): la otra alternativa para la izquierda clásica no podía ser otra que el corporativismo. Eso lo entendieron bien Mussolini y Largo Caballero, que por eso simpatizaba con don Miguel Primo de Rivera. Lo que no era tan evidente era el proceso de aproximación, que ahora se ha consumado en identidad.
 
El proyecto inicial del presidente repetido que nos ha tocado en desgracia era el del pacto eterno con los nacionalismos periféricos en su variante más aguda. Maragall puso en la Secretaría General del PSOE a Zapatero. Éste le prometió el Estatut y la posibilidad de demostrar que él era más nacionalista que nadie, estuviese o no en sus cabales. Entre los dos acordaron la convocatoria del Pacto del Tinell para apartar al Partido Popular, es decir, en términos ideológicos, al liberalismo y al catolicismo, de la vida pública. Del Tinell nació el Gobierno tripartito: PSC, ERC e IC, socialistas, nacionalistas radicales y comunistas rancios. Con eso pensaba el prócer que habita La Moncloa perpetuarse en el poder.
 
Él no pretendía más que un poco de transversalidad, pero, por aquello de la naturaleza del escorpión y casi sin darse cuenta, se comió a sus socios. ¿Para qué votar a Carod Rovira, o Pérez Carod, que no tiene más pedigrí catalán auténtico que Montilla, si el PSC va más lejos que él? Y, en un plano más general, "en el Estado" y no sólo en Cataluña, ¿para qué votar a IU, si el zapaterismo, con sus militantes orgásmicos, ha llegado mucho más lejos de lo que los ex comunistas reciclados en ecologistas, feministas y/o cualquier otro tipo de -ista que quepa imaginar?
 
Zapatero.Zapatero pretendía construir un régimen con socios y expulsar del planeta al PP. Lo que ha logrado ha sido construir un movimiento policlasista, almacén de variadas ideologías y garante natural de todos los clientes existentes o potenciales, incluido alguno que todavía no se ha dado cuenta de las ventajas del sistema y ha insistido en votar a Mariano Rajoy. Eso es el peronismo, modelo de populismo donde los haya, con políticas para cada momento y ocasión, que hasta pueden llegar a ser moderadamente liberales si lo exige el guión. Eso sí: el enemigo natural es el Imperio por excelencia, los aliados naturales son los menos convenientes y los intereses de España están siempre en segundo plano: primero, los lobbies.
 
Supongo que el Gobierno en funciones estará preparando la nueva etapa. Pero, de momento, acabo de ver en televisión el anuncio de una "biografía" de José María Aznar, creo que en la Cinco. Lo primero, el ventilador en marcha. Lo primero, seguir haciendo lo de siempre: dar golpes de loco en la estructura del PP, que algo quedará, una grieta aquí, un desconchón allá. Y al final, hasta Rajoy se cansa. Bastante castigado está el hombre por los resultados de Cataluña, donde, según los sabios de tertulia, las cosas iban mucho mejor con Piqué que con Sirera, de modo que éste ha sido castigado por no ser lo bastante catalán. O lo bastante peronista, quién sabe.
 
El sueño del presidente reelecto es el del partido único, y hacia ello va con paso firme. El deber de los que, tras un día como el de ayer, nos preguntamos si tiene algún sentido continuar haciendo gratuitamente el esfuerzo de desasnar a las masas, de explicar aquí o allá lo que cuenta la prensa y cómo lo cuenta, nuestro deber, decía, es el de continuar bregando. Las formas democráticas, aun en una democracia autoritaria como la nuestra, pesan mucho, y hay que dar la vara con la alternancia, que es lo único que nos queda.
 
Rosa Díez.Y dar la vara también con la crítica a los nuestros, que no es exclusivamente el PP, sino todos aquellos que no se han sumado al movimiento zapaterista (este hombre va de sorpresa en sorpresa: fue presidente cuando no se lo esperaba y ahora lo votan los que él no se esperaba: ¿quién iba a dar un duro por el trasvase de ERC a PSC?): me refiero a Rosa Díez (enhorabuena) y a los que aún, tal vez, no hayan sido devorados por el conflicto interno de Ciutadans. Si hay que partir la tarta en dos, hagámoslo. Pero no de la penosa manera en que se ha hecho en la campaña electoral del PP.
 
Uno de esos tipos que se peinan raro para profetizar en la tele decía ayer que lo que no había permitido ganar al PP había sido su ¡radicalización! Yo me he pasado la campaña sufriendo, no por la falta de radicalización, sino por la falta de perfil de líderes de los que se presentaban en los mitines. Hay rumores de que, después del palo de ayer (por mucho que se lo endulce sigue siendo un palo), Acebes sería sustituido por Pío García Escudero en el organigrama del partido. Sería una estupenda noticia: yo no estoy en contra de Acebes porque mintiera en el 11-M, sino porque dijo toda la verdad, y en tiempo real, cosa imperdonable en un político: hombre honestísimo, pero torpe en ese duro ajedrez.
 
La segunda parte de mi crítica (ya habré cansado a los lectores con ello) pasa por el problema del liderazgo. Rosa Díez se sentará en el Congreso, tras una campaña prácticamente inexistente por falta de dinero y por mezquindad de la prensa, en especial la televisiva, sólo porque tiene liderazgo: vamos, que no es el niño Rivera y no necesita ponerse en pelotas en un cartel para que la elijan.
 
Eso parece la primera lección de chino para la derecha española. El PP volverá al poder cuando tenga al frente a un líder verdadero, especie de la cual posee dos ejemplares: Ruiz Gallardón, que me pone los pelos de punta porque él es el socialista de su partido del que hablaba el clásico, y Esperanza Aguirre, que me encanta porque es realmente liberal y encima va y lo dice. Mientras ellos no sean las caras más visibles del PP, mal irán las cosas para todos. Recuérdese hoy que por algo el Partido Popular ha aumentado votos en Madrid más que en ninguna otra parte. Si a los principios, los que sean, no se les pone un rostro, son invisibles. Un rostro duro y amable, capaz de decir cada cinco minutos: "Váyase, señor Zapatero".
 
En mis dos patrias gobierna finalmente el peronismo: allá, el peronismo K; aquí, el peroniZmo.
 
 
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