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LIBERALISMO

La única esperanza para América Latina

Los liberales clásicos o libertarios no son de derecha, como los conservadores; ni de izquierda, como los progresistas y los socialistas; ni de centro. Están en otro lugar: arriba, donde hay más libertad.

Los liberales clásicos o libertarios no son de derecha, como los conservadores; ni de izquierda, como los progresistas y los socialistas; ni de centro. Están en otro lugar: arriba, donde hay más libertad.
Fue así ya en los orígenes. En tiempos de la Revolución Francesa, en la Asamblea Nacional se sentaban a la derecha los defensores de la Monarquía, a la izquierda los que buscaban la reforma, y arriba los que exigían la disolución de la Monarquía.
 
Pero la tradicional clasificación de las ideologías, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha, se presta a errores. En América Latina se piensa que, con la llegada al poder de los neosocialistas Hugo Chávez, Lula, Kirchner, Vázquez y Evo Morales, se verá un profundo cambio socioeconómico. No es así. Seguirán las mismas políticas mercantilistas e intervencionistas que condenaron el Hemisferio al atraso y la pobreza.
 
No existe diferencia real entre la izquierda, el centro y la derecha del espectro político. Todos acumulan poder y se oponen a los derechos individuales y a la propiedad privada. Si en la extrema derecha ubicamos a los fascistas y nacionalsocialistas (nazis), y en la extrema izquierda a comunistas y otros marxistas, vemos que, pese al odio que sentían unos por otros, sus conflictos fueron de grupos estatistas no tan diferentes que pugnaban por el poder.
 
El nazismo era el partido de los trabajadores socialistas, no muy diferente al partido comunista cubano. En todos los regímenes autoritarios ha dominado el colectivismo, donde los individuos son sólo medios para los fines del Estado. Estas ideologías sienten terror a la gente y a la libertad. Los gobiernos de izquierda, los de derecha y los oportunistas del centro siguen sosteniendo que "el interés general está por encima del interés privado", como en la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y la Rusia de Stalin.
 
En el Gobierno, tanto la derecha como la izquierda han fomentado en América Latina los grupos privilegiados, los monopolios, la planificación centralizada, los mercados negros, los subsidios, el proteccionismo, la politización de la justicia, la corrupción y otras delicias del estatismo. El resultado ha sido la cultura del trámite, la coima y la escasez.
 
Desde arriba las cosas se ven diferentes. Los libertarios defienden la dignidad del hombre, del individuo, por encima de cualquier entelequia colectivista, como la "sociedad", la "comunidad", el "Estado". El valor supremo es la libertad individual. El hombre, para ser libre, debe ser dueño de su persona, de su cuerpo y de su mente, y del fruto de su esfuerzo. Ahí nacen los derechos de propiedad, que son derechos fundamentales del hombre. La función principal del Gobierno, su razón de ser, es la protección de estos derechos del individuo.
 
Para el liberalismo clásico, sin el de propiedad ningún otro derecho es posible. Tampoco la justicia. ¿Cuáles son los límites de la libertad? Los derechos de propiedad. El que carece de derechos de propiedad es un esclavo. El que tiene sus derechos muy restringidos es un siervo. Y sólo el que goza de plenos derechos de propiedad es un hombre libre. La propiedad es el derecho, no la cosa. Los derechos fundamentales son "la vida, la libertad y la hacienda, a los que yo llamo propiedad", decía John Locke.
 
Un error muy común en América Latina, y que ha empujado a muchos intelectuales y políticos hacia la izquierda, es creer que libre mercado es sinónimo de derecha. Nada más lejos de la verdad. Si bien la derecha defiende algunas libertades económicas, como la izquierda defiende las libertades políticas, ninguno defiende sin restricciones los derechos de propiedad. Sólo los libertarios sostienen que no puede haber libertad mientras no se respeten los derechos de propiedad, base de todas las libertades, desde la de expresión hasta las de trabajar, comprar, vender, contratar y emigrar.
 
El paso de la derecha a la izquierda no implica un cambio real, sino sólo el paso de un estatismo a otro, cambiando una cadena por otra. El cambio genuino está en la libertad individual. Por eso lo único que puede traer la revolución y el progreso a las masas empobrecidas y oprimidas de América Latina son las ideas libertarias.
 
 
© AIPE
 
Porfirio Cristaldo Ayala, corresponsal de la agencia AIPE en Paraguay y presidente del Foro Libertario.
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