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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

La transparencia

Mariano prometió transparencia, olvidando que ésta está reñida con la política. Más aún: la política es esencialmente opaca. Nadie jamás alcanzó alguna forma de poder con la verdad por delante, salvo, tal vez, Churchill, que tenía el poder en la paz y, para tenerlo en la guerra, prometió aquello de sangre, sudor y lágrimas.


	Mariano prometió transparencia, olvidando que ésta está reñida con la política. Más aún: la política es esencialmente opaca. Nadie jamás alcanzó alguna forma de poder con la verdad por delante, salvo, tal vez, Churchill, que tenía el poder en la paz y, para tenerlo en la guerra, prometió aquello de sangre, sudor y lágrimas.

El príncipe –por designar a la manera clásica al hombre de poder– no se puede permitir la diafanidad. La verdad es un lujo de profetas, de esos locos que agitan el índice en la cara del rey.

Por eso le están saliendo tan mal algunas cosas a Mariano; especialmente la de Bankia. No se sabe bien cuánto dinero hace falta ni por qué; no se sabe bien de dónde saldrá ese dinero; no se sabe bien en qué categoría de banca pública a regañadientes terminará la institución –¿es una institución?–; no se sabe bien quiénes serán los accionistas; no se exigirán responsabilidades por lo mal actuado en los últimos años; etc.

Uno tiene la impresión por momentos de no estar en buenas manos con el gobierno que ha elegido. Yo, al menos, voté al PP para que gobernara, pero no me parece el mismo partido que era antes de las elecciones. Ni siquiera el de los primeros días. El que hablaba con convicción de la dación en pago y del blanqueo contable de la banca para excluir eso que ahora llaman "activos tóxicos", es decir, poner el precio de la vivienda de acuerdo con la realidad del mercado para que las cuentas no resulten infladas por inmuebles sobrevalorados. Ahora, cuando eso se menciona –por ejemplo, en los días de la remodelación en Bankia, o sea, los de la sustitución de Rato por Goirigolzarri–, se hace con la boca pequeña y sigue sin haber banco malo: desde la lona, el ladrillo sigue mandando: el precio es el que es y los desahucios siguen.

El partido de antes de las elecciones tenía las posibilidades, el apoyo ciudadano y, lo que es más notable, el programa para hacer una revolución. Pero no está a la altura de tal cosa. Nuestra derecha sigue siendo tímida, sigue poniéndose límites, sigue teniendo miedo a pesar de algunas apariencias en contra, como ciertos recortes aparatosos, aunque no tan aparatosos como los de CiU en Cataluña, que funge de adelantado en el juego de a ver quién asusta más a la población.

Por esa timidez, un PP con mayoría absoluta pretende consensuar lo que no se puede consensuar con quienes no quieren consensuar nada, es decir, los socialistas. Y acaba consensuándolo todo con CiU como si se corriera el riesgo de que Cataluña se caiga del mapa.

Nuestra derecha sigue siendo de miras estrechas. Por eso ha perdido Asturias. Mariano se ha puesto con Cascos igual que en su día se puso Alcalá Zamora con Gil Robles, con los nefastos resultados que todos conocemos. No quiso a Cascos en la candidatura, dividió a una derecha que tenía las elecciones ganadas. Por esa misma estrechez de miras, Cascos creyó que, portándose como un caballero con Rosa Díez, ésta le devolvería oportunamente el favor: tremendo error de cálculo: nada es transparente en política y nadie te detesta más que quien te debe algo. Por ejemplo, nada menos, tener grupo propio en el parlamento.

Poco después de las elecciones, escribí aquí que aún conservaba la esperanza de poder aplaudir. La voy perdiendo. Aunque sepa perfectamente que los otros, todos los otros, son peores, inmensamente peores. 

 

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