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ASUNTOS EXTERIORES

La suerte de los iraquíes

Los funcionarios de la ONU han decidido marcharse de Irak, dicen que por falta de seguridad. Como nadie sabe para qué sirven, no parece que los iraquíes los vayan a echar mucho de menos.

Las armas de destrucción masiva siguen sin aparecer. Como señala el borrador de informe del grupo encargado de buscarlas, después de cuatro meses de búsqueda intensiva no hay forma de encontrarlas. Se han encontrado rastros de materiales químicos y de equipos que podían haber servido para fabricarlas, pero no se sabe dónde están. Quienes se manifestaron en contra de la guerra encuentran en este punto un argumento para corroborar su posición previa (ver el editorial de The New York Times, 26.09.03). Ya sabemos que no lo es.

Estados Unidos y Gran Bretaña, apoyados por España y otros países, intervinieron en Irak porque el régimen de Sadam Husein se negaba a aceptar las inspecciones de la ONU. Si estas se hubieran podido realizar, no habría habido intervención. El mismo editorial de The New York Times ya citado lo reconoce: “Por qué Sadam Husein no demostró (que no tenía armas) cuando Naciones Unidas se lo pedía sigue siendo una incógnita.” Y el editorialista sigue luego exponiendo la situación previa a la guerra. El historial de Sadam Husein como un “tirano perverso” no presagiaba nada bueno. Y el 11-S había demostrado que los grupos terroristas están dispuestos a lanzar ataques masivos contra la población civil.

Pero el editorial no saca las conclusiones de estas premisas y sigue con una pirueta. Está muy bien haber echado a Sadam Husein, pero si el pueblo norteamericano hubiera sabido que Sadam Husein no tenía armas, no habría apoyado la intervención. El artículo termina con una pirueta. Cuenta cómo Colin Powell no quiso responder a esa misma pregunta durante un encuentro con los editorialistas del periódico. Cuando insistieron y le preguntaron si él, personalmente, hubiera apoyado la guerra de haber sabido que no había armas de destrucción masiva, Powell contestó: “Ha sido un placer charlar con ustedes”.

Los editorialistas de The New York Times parecen muy contentos con su pequeño scoop. Pero habiendo reconocido que antes de la intervención no había manera de saber si había o no armas de intervención masiva, lo que han demostrado es su estupidez, o su mala fe. También es verdad que Powell podía haberse esforzado un poco más para respaldar a su propio presidente.

Por otra parte, persisten las dudas acerca de las posibles relaciones de Sadam Husein con Al-Qaeda. Un largo editorial de The Wall Street Journal Europe (22.09.03) se esfuerza por que en el debate público no se descarte esa posibilidad. Hay informes de contactos entre funcionarios iraquíes y terroristas de Al-Qaeda. Parece que hubo entrenamientos de terroristas en fuselajes de aviones en territorio iraquí. La fatwa contra Estados Unidos lanzada en febrero de 1998 parece producirse inmediatamente después de una visita de un terrorista de Al-Qaeda a Bagdad (en los informes de la inteligencia iraquí, a Ben Laden le llaman “Papel Líquido”).

Bush no ha afirmado con rotundidad que tenga pruebas de esta conexión, pero no las descarta. La opinión progresista prefiere obviarlas, reforzada en esta convicción por la ausencia de armas de destrucción masiva. Un funcionario de la CIA ha afirmado en una conferencia en la John Hopkins University que no hay ninguna evidencia de contactos entre Al-Qaeda y el régimen de Sadam Husein desde 1993. Y los liberales del CATO argumentan (“The Case of the Missing WMDs”) que Sadam Husein no tenía ningún incentivo para relacionarse con Al-Qaeda porque eso hubiera supuesto una intervención inmediata y segura por parte de Estados Unidos.

Los liberales del CATO aplican al caso un argumento que procede de un esquema racional del mundo. En este esquema los sujetos toman decisiones en función de intereses que pueden ser explicados y comprendidos mediante la lógica. Es posible que esto sea así, y sin duda alguna los instrumentos que poseemos para comprender las acciones de los seres humanos, incluidas las nuestras, siguen siendo muy burdos y poco adecuados. Pero eso es una labor académica. Mientras tanto, los terroristas siguen matando y amenazando con matar. La única seguridad que podemos tener acerca de su conducta es reducir al máximo, ya que no eliminar, sus posibilidades de matar y amenazar. No creo que nadie tenga ninguna duda de que mucho antes de que la investigación sobre la inteligibilidad de la conducta del ser humano llegue a resultados más finos y sofisticados, los terroristas se habrán encargado de hacerla imposible, si se les deja.

Mientras tanto, la vida sigue en Irak, ajena a las dudas interesadas o metafísicas de la opinión occidental. Los funcionarios de la ONU han decidido marcharse, dicen que por falta de seguridad. Como nadie sabe para qué sirven, no parece que los iraquíes los vayan a echar mucho de menos. En cambio, los iraquíes sí echarían de menos a las tropas aliadas que les aseguran un cierto orden y los principios de un gobierno civilizado y respetuoso con la ley. En el resto de países árabes, la gente sensata andará preguntándose por qué maldita razón no les invaden también a ellos y les quitan de encima a toda esa ralea repugnante de caciques, mulás, imanes, príncipes, generales y reyezuelos corruptos que tanto gustan a los progresistas. Al final, los iraquíes han tenido suerte.


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