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Tan libre como rebelde

Jean-François Revel murió este sábado, como si no quisiera asistir a otro Primero de Mayo "unitario" y "funcionario". Tenía 82 años, un chaval, aunque Balzac en sus novelas describía a vieillards de 50. Yo sabía que estaba enfermo, y notaba que había reducido muchísimo su portentosa actividad. En realidad, personalmente le conocí poco; aproveché dos entrevistas que le hice para hablar largo y tendido con él y para de contar, o casi. En cambio, conozco y frecuento sus libros desde hace decenios, y puede decirse que soy más amigo de sus libros que fui de su autor, y eso desde ¿Por qué los filósofos? hasta La obsesión antiamericana, sin olvidar los jalones de su pensamiento liberal, y por lo tanto anticomunista, como Ni Marx ni Jesús, La tentación totalitaria, La nueva censura, La gran mascarada, etcétera. Porque una de las cosas que distingue a Revel de tantos pensadores críticos es que no se autocensuraba, no se iba con remilgos, no ponía el delantal del "estalinismo" para esconder las partes pudientes del comunismo y dejar en un posible incierto la interrogación sobre el "socialismo de rostro humano", esa pesadilla.

En perfecta armonía con lo antedicho, fue uno de los poquísimos intelectuales galos que defendió clara y tajantemente el capitalismo, después de Raymond Aron, por supuesto, pero me atrevería a decir que más y mejor, al menos en relación al papel del Estado en la sociedad y, por lo tanto, en la economía.

Evidentemente, como todo ser humano, y además bon vivant, Revel evolucionó. Si no fue nunca comunista (bueno, en sus memorias cuenta cómo lo fue tres días: de joven se dejó convencer y aceptó el carné del PCF, pero lo rompió en mil pedazos enseguida, tras haber leído un texto "teórico" pecero sobre cultura), tuvo ciertas afinidades con eso que se calificó "nueva izquierda", fracaso rotundo de un intento de "renovar la izquierda", algo semejante al semiéxito del "New Labour" británico varios años después. Pero incluso en esa época su firme anticomunismo y su afirmada libertad de criterio sólo podía enfrentarle con el conformismo pazguato, el tercermundismo masoquista y el oportunismo de esa izquierda pseudonueva que, cantando la Marsellesa y las banderas en alto, se rindió toda y de rodillas ante Mitterrand.

Creo que la última vez que lo vi por televisión –de todas formas, se le invitaba poco– declaró que prefería definirse liberal a definirse de derechas. Yo le entiendo perfectamente, pero mucho más en Francia, donde importantes sectores de la derecha –no sólo la gaullista– prefirieron la URSS a los USA, y luego Sadam Husein a Bush. Esa traición de la derecha gala a la solidaridad democrática internacional no fue el único tema de enfrentamiento. También lo fue el papel del Estado en la economía, en la sociedad, la cultura, etcétera. Y Revel no cesó de criticar, polemizar, despotricar contra esa derecha que compartía con la izquierda su fanatismo estatal jacobino y, sobre todo, burocrático.

Si Revel tuvo una influencia indudable y sus libros se vendían muy bien, fue una influencia difusa y contradictoria –pero influencia, que su muerte no interrumpe– que no se plasmó en una "corriente", en una "escuela" y, aún menos, en un partido. Sí tuvo durante una temporada modestas esperanzas en cuanto a Democracia Liberal, ese partido liderado por un don nadie como Alain Madelin, que no pasó nunca de ser un espantapájaros. En Francia, como en España, las ideas liberales, que pueden calificarse de derecha pero en absoluto de cualquier derecha, siguen siendo ultraminoritarias. Y así van las cosas, así nos hundimos lentamente, bailando sardanas.

Pero ya habrá más ocasiones de comentar la obra prestigiosa de Jean-François Revel. Terminaré con lo que para mí es, sin lugar a dudas, lo esencial: fue un gran escritor y un espíritu tan libre como rebelde, a contracorriente de todo y de todos y, asimismo, firme en sus convicciones.

No descanses en paz, Jean-François Revel. Sigue suscitando polémicas y debates, defendiendo la libertad, siempre y en todas partes. También depende de nosotros que así sea.

(Publicado en Libertad Digital el 1 de mayo de 2006 con el título de 'Jean-François Revel')

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