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Mao y la educación socialista

Mercedes Rosúa, catedrática de Lengua y Literatura en un instituto de Madrid, ha titulado El archipiélago Orwell un libro que narra sus experiencias como profesora de español en China y relaciona el sistema educativo que allí conoció con el que los socialistas implantaron en España con su Ley de 1990.

Rosúa fue un testigo excepcional de la Revolución Cultural china. Excepcional porque, al contrario de lo que sucedió con otros españoles que estuvieron allí en los primeros años setenta y volvieron contando maravillas de la educación integral de los escolares chinos, la autora, disfrazada bajo el nombre de Isa en el Archipiélago Orwell, quedó espantada de lo que veía y oía. Un espanto que se quedó corto al constatar a su regreso a España, después de varios destinos en el extranjero, que las perversiones de la gran reforma educativa socialista removían en su adormecida memoria los recuerdos de su experiencia en el país asiático.

La semejanza asombrosa entre las normas burocráticas, los principios ideológicos y las disposiciones de la LOGSE y aquellas de la revolución cultural provocó en la profesora de Lengua y Literatura el deseo de escribir este libro. En la primera parte de la obra, Recuerdo de China, Isa cuenta cómo en el sistema educativo que allí conoció se observaba una "voluntaria confusión y mezcla de edades y niveles" y pudo constatar cómo los centros de secundaria no existían como tales sino que eran "simples escuelas básicas".

Cuando, un poco más adelante, se refiere a las consecuencias que la revolución cultural tuvo en la educación, Rosúa escribe: "La revolución cultural había difundido la consigna de que todos los alumnos debían progresar conjuntamente (...) También se consideraba deplorable servilismo confuciano la exigencia de que se trabajase para aprobar (...) Otro atentado a la igualdad consistía en el desdoblamiento de las clases en grupos según el nivel lingüístico de los alumnos (...) En ningún caso se citaba el mérito o la inteligencia, sino el igualitarismo".

La segunda parte del libro, Tiempo de Chantaje, está dedicado al análisis de nuestro sistema de enseñanza a partir de la llegada de los socialistas al poder. Cuenta la autora cómo el partido del gobierno, a mediados de los 80, tuvo necesidad de "premiar y garantizar las fidelidades de una clientela amplia, ofrecer igualitarismo testimonial", lo que se tradujo en la conversión de "especialistas en carpintería en profesores de filosofía y matemáticas".

Para Rosúa, experta conocedora de la educación en la China de Mao, "lo que se dio en llamar Reforma Educativa constituyó, desde su gestación a mediados de los 80 hasta la Ley del 90 (...) una curiosa muestra de fraude y folklore maoísta, de nepotismo político y monopolio ideológico, de fortaleza logística y oficina de empleo (...) Era un híbrido de maoísmo revenido y exaltación del sistema de bienestar".

Antes de poner fin a esta segunda parte la autora hace un rápido balance de la etapa del gobierno socialista y para ello recurre a estas palabras: "La década de la mitad de los 80 hasta la de los 90 fue prodigiosa en la acumulación de delitos económicos que corrieron a cargo del PSOE (...) pero ninguno tuvo la gravedad del fraude de la LOGSE".

Poca confianza tiene Mercedes Rosúa en las posibilidades de hacer reformas que permitan recuperar una cierta calidad en nuestra escuela pública: "Isa no se hace la más ligera ilusión de cambios sustanciales en el desastre porque la Reforma, una vez instalada, se apoya en pilares tan poderosos como el populismo, los intereses establecidos y el mínimo común denominador intelectual".Y es que Isa cree, como Rosúa, que nada se puede ya esperar de gobierno alguno. Que es imposible imaginar un sólo político que, aún dándose cuenta de las dimensiones del desastre, estuviera dispuesto, por pura honestidad personal, a jugar la baza del perdedor.

La presentación de este libro, el pasado 3 de abril, corrió a cargo de Jon Juaristi que resaltó el valor literario de la obra y la calificó de obligatoria para todo aquel que quiera entender de dónde pudo salir toda esa colección de atropellos y sin sentidos que contiene la reforma educativa llevada a cabo por los gobiernos socialistas.

Por su parte, la autora insistió en que ella no había querido hacer un libro de pedagogía sino simplemente recrear su pluma y desahogar sus frustraciones. Durante el coloquio, se planteó un debate sobre la posible responsabilidad del profesorado, y de toda la sociedad, en la construcción de este territorio orwelliano que ha quedado aislado dentro de nuestra ya madura democracia. La escritora negó categóricamente que haya existido tal responsabilidad en lo que considera que ha sido "una traición de la izquierda a la izquierda hecha para colocar a una determinada clientela".

Mercedes Rosúa, El archipiélago Orwell, Grupo Unisón ediciones, 483 páginas.

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