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ZAPATERO Y LA CRISIS ECONÓMICA

La realidad es de derechas

Rodríguez Zapatero, el presidente que había hecho del llamado gasto social una seña de identidad irrenunciable de su política, se ve ahora obligado por la presión internacional a tomar medidas creíbles de reducción del déficit público.

Rodríguez Zapatero, el presidente que había hecho del llamado gasto social una seña de identidad irrenunciable de su política, se ve ahora obligado por la presión internacional a tomar medidas creíbles de reducción del déficit público.
Bien es verdad que los recortes anunciados están lejos de ser suficientes, y que capítulos como la congelación de las pensiones son más que cuestionables, habiendo como hay ministerios enteros que deberían ser suprimidos, empresas públicas ruinosas y absolutamente injustificables (por ejemplo, RTVE), así como generosas subvenciones a los sindicatos o a la industria del cine que son más propias de un régimen populista semiautoritario que de una democracia, en la cual los gobernantes deben rendir cuentas de sus incursiones en el erario público.

Pero, con todo, lo cierto es que, de una manera u otra, el déficit debe ser recortado imperativamente, porque una suspensión de pagos de España perjudicaría gravemente a la Unión Europea y, por tanto, a toda la comunidad internacional. La llamada de Obama a Zapatero ilustra perfectamente el hecho de que la incompetencia y obcecación ideológica del presidente español ya han dejado de ser un problema interno de España, aunque no parece que el norteamericano sea el mejor ejemplo de las virtudes opuestas.

En otras palabras, puede decirse que la realidad ha pasado su factura. Del mismo modo que un muelle experimenta una capacidad máxima de estiramiento, no es posible endeudarse más allá de cierto límite, y las teorías keynesianas según las cuales es factible impulsar la economía mediante un aumento de la inversión pública, y por tanto del endeudamiento, nos han revelado una vez más su carácter esencialmente fantástico, análogo al del perpetuum mobile o la piedra filosofal. En economía, dos más dos siguen siendo cuatro, y si queremos que sumen cinco no tendremos más remedio que aportar trabajo productivo e innovación creadora (¡basta con que las regulaciones y la fiscalidad no los desincentiven!). De nada sirven, a medio plazo, las prestidigitaciones financieras; o, dicho lacónicamente: la magia no existe.

Cualquier sistema económico parte de un hecho incontrovertible: la limitación de los recursos productivos en un momento dado. Esto significa que es absolutamente imposible satisfacer las necesidades y deseos de todo el mundo. Ahora bien, el único sistema que ha demostrado ser capaz de sacar el máximo partido de los recursos finitos es el capitalista, basado en la propiedad privada y la libertad de los individuos para administrarla. Y ello es así porque es también el único sistema que idealmente distribuye esos recursos en función de la productividad individual, no de los privilegios de cuna o la arbitrariedad política. Todas las supuestas alternativas, incluyendo las vías intermedias, son siempre mucho menos eficaces en la creación de riqueza, la cual –si se me permite la tautología– es la única manera de combatir la pobreza. Los discursos sensibleros del igualitarismo demagógico han hecho siempre mucho menos por los humildes que la propiedad privada y la libre empresa; mejor dicho: han depauperado trágicamente a las masas, como se ha visto en la desdichada Cuba y se está viendo con abrumadora evidencia en la Venezuela de Chávez.

Y es que la realidad es tozuda, no sólo en el aspecto económico. Lo que tienen en común las políticas de izquierdas en temas como la igualdad de género, la seguridad, la educación, etc., es su ceguera ante los hechos de la naturaleza humana, que se intentan ignorar e incluso expulsar del debate; pero éstos no se dejan. Marx pretendía que la filosofía debía dejarse de interpretar el mundo y ponerse a transformarlo. Pero para mejorar la realidad debemos, ineludiblemente, partir de ella, lo que implica tratar de conocerla y saber qué es posible y qué no lo es. "Otro mundo es posible"; seguramente, pero no cualquier mundo.

Como ha escrito el economista José Luis Feito en un recomendable libro (En defensa del capitalismo), "la predisposición popular contra el capitalismo es, sobre todo, una reacción emocional que surge de comparaciones, acaso inconscientes, pero no por ello menos vívidas, entre los hechos económicos cotidianos y lo que a juicio de cada cual debería acontecer en un mundo ideal".

Ahora sólo nos queda esperar que Zapatero caiga cuanto antes, pues si algo está claro es que quien ha conducido España a la situación presente es el menos indicado para encarrilarla de nuevo. Decía Borges que algún día mereceremos que no haya gobiernos, pero ya sería una gran cosa llegar a tener gobernantes que no antepongan sus ignorantes prejuicios, su perezoso relativismo o su mediocre ambición personal a la persistente e ineludible realidad.

Post scriptum: Cuando ya había terminado de escribir este artículo, descubrí en internet otro, titulado "¿La realidad es de derecha?" (El País, 4/12/06), en el cual su autor, Daniel Innenarity, proponía que la izquierda disputase a la derecha su concepción de la realidad, en lugar de refugiarse en la ensoñación voluntarista. Pero lo cierto es que la izquierda ya hizo eso en el siglo XIX. El marxismo es la teoría de la realidad más elaborada que ha propuesto la izquierda hasta el momento, y ha fracasado estrepitosamente. Si acaso, cuando vuelva a estar en condiciones de ofrecer un modelo alternativo serio, que nos avise.


© Semanario Atántico

CARLOS LÓPEZ DÍAZ, autor del blog Archipiélago Duda.
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