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LIBERTADES

La prostitución en los periódicos

En el pasado Debate sobre el Estado de la Nación, el presidente Zapatero volvió a exhibir sus ideas liberticidas cuando aseguró: "Mientras sigan existiendo anuncios de contactos se estará contribuyendo a la normalización de esta actividad; por ello, estos anuncios deben eliminarse. Los anuncios de publicidad de la prostitución deben eliminarse".


	En el pasado Debate sobre el Estado de la Nación, el presidente Zapatero volvió a exhibir sus ideas liberticidas cuando aseguró: "Mientras sigan existiendo anuncios de contactos se estará contribuyendo a la normalización de esta actividad; por ello, estos anuncios deben eliminarse. Los anuncios de publicidad de la prostitución deben eliminarse".
Zapatero.

El presidente debería entender varias cosas. Primero, que la prostitución está normalizada desde hace milenios. Es una actividad que está estabilizada en la normalidad desde que el hombre es hombre. Como Zapatero parece no haberse dado cuenta (pese a que ya no es un tierno e ingenuo infante), confunde clamorosamente causa y efecto, ya que no son los anuncios en los periódicos los que hacen que la prostitución se normalice, sino más bien al contrario: el hecho de que la prostitución esté tan normalizada y demandada explica la abundancia de anuncios con ella relacionados. A no ser que el presidente, con su peculiar lógica cerebral, crea que la publicidad puede sostenerse en el tiempo si no hay una demanda que la soporte.

Quizás lo que se debería proponer es la normalización jurídica de la prostitución, esto es, su legalización. Como ya expuse en otro artículo, si un intercambio no viola los derechos de individuo alguno, ¿con qué derecho puede nadie inmiscuirse y prohibir un acuerdo voluntario y libre entre dos personas (en este caso, de sexo por dinero)? Sobre todo cuando se tienen en cuenta las consecuencias que se derivan de la ilegalidad de la práctica que nos ocupa.

El mismo razonamiento utilizaría para la publicidad en los diarios: si una persona pone un anuncio con la intención de llegar a acuerdos con otras personas, ¿por qué no va a poder hacerlo? Mejor dicho: ¿qué derecho tenemos a prohibírselo?

Ciertamente, a nadie se le obliga a punta de pistola a comprar un periódico y leer los anuncios de prostitución. Si alguien considera que la prostitución es moralmente reprobable (está en su total derecho, y probablemente yo me encuentre entre ellos), lo que tiene que hacer no es abogar por restringir la libertad de los demás, sino no comprar el periódico que tenga anuncios relacionados con la prostitución... o simplemente saltarse esas páginas, o pasarlas tan rápido como Zapatero las de la sección de Economía.

También es totalmente lícito, éticamente hablando, participar en campañas de publicidad para concienciar a la gente de que la prostitución y los anuncios con ella relacionados son perjudiciales para el individuo y para la sociedad en general. O incluso promover un boicot público (pacífico, se entiende) a los periódicos que inserten dichos anuncios.

Cuando se quiere prohibir algo o restringir la libertad individual de alguna manera, siempre hay alguien que saca los niños a pasear. "¿Y qué será de los niños? ¡Qué pasa si ven esos anuncios? ¡Irán a un prostíbulo, se aficionarán a y serán puteros toda su vida! ¡Horror!".

La respuesta a esta reacción histérica, hipócrita, inmadura y cateta es simple: educación. Evidentemente, a cargo de los padres; que para eso están, y no para dejar que otros se hagan cargo de esa tarea.

Los padres deberían explicar a sus hijos qué es la prostitución, en vez de ocultar su existencia –cosa que, por otra parte, no podrían hacer por mucho tiempo–. Deberían comentarles cuáles son los motivos que llevan a alguien a practicarla; explicarles la diferencia entre prostitución y trata de blancas y esgrimirles razones por las cuales no sería bueno que ellos la practicasen (si es que así se lo dicta su moral); y, sobre todo, enseñarles que la prostitución puede ser moralmente mala y no conveniente para el individuo, pero que aun así no es correcto prohibirla por ley, ya que hay que respetar el derecho a practicarla de quienes así lo deciden libremente.

Es decir, los padres no deberían esconder la realidad, sino explicarla y razonarla. Eso es educar en libertad, tolerancia y responsabilidad, todo ello sin renunciar a la moral.

 

© Instituto Juan de Mariana

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