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OJO CON IMITAR A LOS PROGRES

La propaganda del calentamiento global

Hay quien afirma que es casi imposible predecir el tiempo que hará mañana porque la atmósfera es un sistema caótico y un cambio mínimo en alguna de las múltiples variables que lo integran puede provocar efectos considerables. Y si eso es así, ¿cómo pretende nadie hacernos creer puede predecir que la temperatura aumentará dentro de cien años? Sin duda, es un razonamiento que suena bien, que parece de sentido común y que resulta convincente. Desgraciadamente, es completa y absolutamente falso.

Hay quien afirma que es casi imposible predecir el tiempo que hará mañana porque la atmósfera es un sistema caótico y un cambio mínimo en alguna de las múltiples variables que lo integran puede provocar efectos considerables. Y si eso es así, ¿cómo pretende nadie hacernos creer puede predecir que la temperatura aumentará dentro de cien años? Sin duda, es un razonamiento que suena bien, que parece de sentido común y que resulta convincente. Desgraciadamente, es completa y absolutamente falso.
La climatología estudia grandes medias, y no se para en detalles ni demasiado locales ni demasiado breves. Porque no puede. Es por eso que ni siquiera el estancamiento de temperaturas registrado desde el año 2000 prueba que se haya detenido el supuesto calentamiento de origen antropogénico. Como, por otra parte, tampoco prueba nada por sí mismo el que las temperaturas aumentaran en la década de los 90.
 
No sé otros, pero yo soy liberal porque me parece que el liberalismo es lo que más se ajusta a los hechos, en lo que a la sociedad humana y su funcionamiento se refiere. Estoy suficientemente seguro de muchas de mis posiciones como para no dudar en usar métodos propagandísticos para defenderlas, si se tercia. Pero eso no incluye el empleo de argumentos falaces, aunque, como pudiera pasar con el que me ocuoa en este artículo, sean mucho más convincentes para muchas personas que todos los datos y razonamientos reales que se pueden llegar a poner sobre la mesa en un momento dado.
 
Desgraciadamente, no todo el mundo es tan escrupuloso con la verdad. Así, nos hemos acostumbrado a que se haga de cualquier anécdota sobre las temperaturas una prueba de la existencia del calentamiento global y de la responsabilidad indudable del hombre. Siempre hay un experto por ahí que relaciona la catástrofe natural de turno con el cambio climático. Los ecoalarmistas han utilizado para su campaña hasta el tsunami del sureste asiático, y convertido la compleja realidad del clima en un mantra reduccionista: "Todo es por tu culpa".
 
Es humano, ante semejante bombardeo de consignas ecobobas, reaccionar a veces de la misma manera... pero en sentido contrario. Ahora bien, moralidad personal aparte, si lo que queremos es luchar de forma efectiva contra el ecologismo, no podemos usar sus mismas armas, porque no va a funcionar. Digámoslo claro: sus tesis son las que triunfan en casi todos los medios de comunicación, y cualquier falsedad que introduzca en el debate sólo servirá para desacreditar lo que digamos en el poco hueco mediático que podamos conseguir. Juegan con blancas y parten con varias piezas de ventaja. De modo que hay cosas que no se pueden hacer, por más que sintamos que se merecen que las digamos.
 
Otra cosa, claro, es darle la vuelta a sus tácticas de propaganda y recordarles incesantemente que nos aseguraron que el Katrina y la muy agitada temporada de huracanes de 2005 eran fruto del calentamiento global pero que se callaron cuando en 2006 casi ni hubo huracanes; que siempre hablan de glaciares en retroceso y jamás de los que están creciendo; que mencionan las oleadas de calor que se producen en cualquier parte del mundo pero no, por ejemplo, de la reciente y casi inédita nevada registrada en Buenos Aires... Y una vez nivelado el juego propagandístico de las anécdotas, entrar a discutir de verdad, con datos y argumentos reales, que es donde tenemos todas las de ganar. Porque Kioto sale más caro que adaptarse al calentamiento global, si éste acaba por producirse en los términos predichos por el IPCC, y sólo serviría para retrasarlo de 2100 a 2106. Es decir, para nada que no sea empobrecernos.
 
 
© AIPE
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