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ENERGÍA

La paradoja de la eficiencia

En el pasado Día de la Tierra, Consumer Reports dio ciertos consejos a los conductores que quieren tomar decisiones "más respetuosas con el medio ambiente". La lista empezaba con éste: "Conduzca un vehículo más económico".

En el pasado Día de la Tierra, Consumer Reports dio ciertos consejos a los conductores que quieren tomar decisiones "más respetuosas con el medio ambiente". La lista empezaba con éste: "Conduzca un vehículo más económico".
Los consejos no sólo corrieron a cargo de Consumer Reports. Así, el presidente Obama recomendó "conducir coches energéticamente más eficientes", e hizo referencia a su compromiso con la reducción de emisiones de efecto invernadero y "drástica" disminución de la dependencia norteamericana del petróleo procedente del extranjero. Igualmente.

Por su parte, los editores de National Geographic se hicieron eco de la preocupación de un lector ante el hecho de que el transporte sea el mayor consumidor de petróleo y el mayor emisor de carbono de EEUU. Dennis Dimick le respondió que la compra y conducción de vehículos energéticamente eficientes "sólo puede ayudar" a la reducción del consumo estadounidense de gasolina; también contribuye a ello, añadía, el conducir menos y el usar más el transporte público.

En el Huffington Post, el prolífico Philip Taylor ofreció lo que llamaba "las ecuaciones de la conservación", entre las que se contaba ésta: coches de bajo consumo (40-65 millas por galón) = caída de la demanda de petróleo = caída de los precios del petróleo.

En cuanto a la Nascar, anunció que el coche de seguridad en el Coca Cola 600 sería un Toyota Camry híbrido. "Preferiría un coche normal, por lo emocionante que resulta escuchar cómo ruge el motor –declaró Denny Hamlin–, pero creo que los de la Nascar están asumiendo la postura ecologista sobre los híbridos".

Parece lógico: si se eleva la eficiencia energética de los automóviles –y de todo lo que consuma combustible–, la demanda de petróleo ha de caer. Si un conductor puede reducir drásticamente su consumo de gasolina cambiando de coche, ¿no caería drásticamente el consumo nacional de combustible si el cambio es cosa de millones de conductores?

Fue ese planteamiento, precisamente, lo que llevó al Congreso, en 1975 (es decir, tras el embargo árabe del petróleo), a las regulaciones conocidas como Corporate Average Fuel Economy (CAFE). En aquel momento nuestras importaciones de crudo representaban una tercera parte de nuestro consumo. Hoy, el petróleo que consumimos procede, en sus dos terceras partes, del exterior. LUego de tres décadas de CAFE, intensa sensibilización ecológica y constantes avances tecnológicos, nuestra demanda de crudo es mayor que nunca. En 1975, el consumo de gasolina en carretera sumaba 109.000 millones de galones, según la Agencia Federal de Infraestructuras. En 2006 la cifra era sensiblemente superior: 175.000 millones.

"Parece obvio que el aumento de la eficiencia energética de coches, hornos y máquinas cortacésped debería reducir significativamente la demanda de energía", escribían Peter Huber y Mark Mills en su perspicaz The Bottomless Well (2005). Y añadían: "Sin embargo..., lamentablemente hay que decir que la eficiencia no reduce la demanda, sino que la incrementa". ¿Por qué? Porque la eficiencia energética lleva al abaratamiento de la gasolina, y el abaratamiento de la gasolina lleva al aumento de la demanda. Así las cosas, la gente prefiere ir en coche al trabajo en lugar de en autobús; o comprarse un segundo coche; o comprarse una casa en un lugar más distante de su puesto trabajo. Etcétera. Según la Agencia de Información Energética, la distancia media anual recorrida por cada unidad familiar pasó de 16.800 millas en 1983 a 23.000 en 2001.

"La eficiencia puede reducir la demanda a corto plazo en algún caso concreto –escriben Huber y Mills–, pero su impacto a largo plazo es muy otro. Cuando las centrales térmicas, los coches, los aviones, las bombillas, los aparatos de aire acondicionado y los ordenadores eran mucho menos eficientes energéticamente consumían mucha menos energía. A medida que se hacían más eficientes, aumentaba el consumo de los mismos... y consumíamos más energía".

Este fenómeno contraintuitivo –los avances en eficiencia energética llevan a un aumento del consumo de energía– se suele denominar la Paradoja de Jevons, en honor al matemático del siglo XIX que la formuló por primera vez. En su libro de 1865 La cuestión del carbón, Jevons explicaba que un consumo más eficiente del carbón redundaría en un aumento de la demanda de carbón.

¿Quiere esto decir que no hay que utilizar coches energéticamente eficientes? En absoluto: si lo que quiere usted es recorrer más millas con menos gasolina, o hacer una declaración ecológica de principios, o piensa que comprando un híbrido se ahorra dinero, adelante. Lo único que le digo es que no espere ver un descenso del consumo de combustible. Las nuevas tecnologías son a menudo maravillosas, pero ése es un milagro que no está a su alcance.


JEFF JACOBY, columnista del Boston Globe y del New York Times.
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