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La nieve es culpa… ¡del calentamiento global!

Se veía venir. En medio de una nevada inaudita en el Este de EEUU, algunos medios de prensa trataron de vincular los inusuales fenómenos atmosféricos de la temporada con el calentamiento global.

Abrió el fuego la revista Time, publicando un artículo sobre la cuestión climática el mismo día (10 de febrero) en que Washington DC rompía su récord de nieve acumulada: 54,4 pulgadas, que databa de 1899. Un día después, el New York Times se sumó a la fiesta.

Como el que estamos padeciendo, el invierno de 1899 se caracterizó por los temporales de nieve, especialmente en febrero.

Las precipitaciones en forma de nieve venían cayendo en el DC hasta 1942. El récord de precipitaciones desde que se empezaron a recoger datos en el Aeropuerto Nacional Reagan se logró en 1996; pues bien, esa cifra ha sido superada en 10 pulgadas este año.

La gran tormenta de enero de 1996 dejó 17,1 pulgadas de nieve en el Reagan.

La portada del 22 de enero de la revista Newsweek mostraba a un hombre subsumido en una nevasca con el titular "Tormentas de nieve, inundaciones y huracanes: culpen al calentamiento global". El reportaje principal, escrito por alarmista Sharon Begley, afirmaba que el calentamiento global posibilita que el aire vaya más cargado de humedad, por lo que las tormentas invernales pueden ganar envergadura. Su científico de referencia en la NASA es James Hansen, que se hizo célebre en fechas recientes por calificar de "trenes de la muerte" a los mercancías que transportan carbón para las centrales que emplean dicho combustible y por procesar como criminales de guerra a los ejecutivos de las compañías petroleras; así que no debería extrañarnos que la señora exagere un poco.

Este invierno, el distrito capitalino ha colocado dos nevascas en el top ten. Bryan Walsh, del NYT, que parece tener dificultades para comprender que lo improbable no es imposible, pensó que ahí había material suficiente para buscar en internet la fuente oportuna que permitiera señalar a los odiosos gases de efecto invernadero; y lo encontró en un estudio cuasidesconocido de 2003 publicado en la revista académica Journal of Climate, aunque finalmente decidió no enlazarlo en su texto.

En fin, que volvió a salir a relucir el argumento de que, en un mundo más caliente, las tormentas desatadas en mitad del Atlántico pueden retener más humedad y acabar provocando nevascas más fuertes.

Quien sostenga esto seguramente no sabe mucho del clima en Washington DC.

Es muy común que haya hasta 20 tormentas por invierno, tormentas lo suficientemente húmedas para producir nieve pero que, en cambio, arrojan lluvia, o una desagradable combinación aguanieve y lluvia gélida. ¿Por qué no cae nieve? Pues, simplemente, porque no hay el suficiente aire frío.

La humedad no es el problema: Los copos de nieve tienen miedo al aire caliente.

El hecho es que el calentamiento global no tiene nada que ver con la nieve caída sobre la capital. Así de simple. El planeta era alrededor de un grado más frío de lo que es ahora en 1899, esto es, cuando se registró el récord de nieve ahora pulverizado. Si analizan las precipitaciones anuales de nieve, comprobarán que no hay patrón alguno al que agarrarse.

Pero, por supuesto, siempre hay quien dice que cuando era pequeño nevaba más. Esto es en parte una cuestión de perspectiva: a un niño le parece más grande un montón de nieve de 20 pulgadas que a un adulto; y es en parte cuestión de… falta de perspectiva histórica. Los inviernos más fríos de entre los que se tienen datos son los comprendidos entre 1977 y 1979.

Ah, por cierto, ¿no he dicho que, en aquel entonces, la prensa de referencia, Time y Newsweek incluidas, no tardaron un segundo en culpar de la crudeza de esos inviernos al coco climático del momento, el… enfriamiento global?


© El Cato

PATRICK J. MICHAELS, académico titular de Estudios Ambientales del Cato Institute.
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