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CUBA

La naturaleza de lo que viene

Archer Daniels Midland (ADM), una de las corporaciones capitalistas más poderosas del mundo, se ha encaprichado con Cuba, esa islita poblada por ilusos que en tiempos blasonó de “llave de las Américas” o de “encrucijada del nuevo mundo” aunque ni lo uno ni lo otro consiguió ser.

Pero lo gracioso de la situación presente es que Fidel Castro, el comuñanga de pro, el anticapitalista de por siempre y para siempre, el campeón del antiyanquismo, está encantado con que lo camele ADM, loquito por entregarle su virginidad —¡uf, es un decir!— a esa sociedad poderosísima de trasegadores de productos agrícolas en los Estados Unidos —y en el mundo entero— que es ADM.

ADM, hoy por hoy “emblema de la pujanza empresarial” norteamericana, tiene muy poco que ver, por no decir nada, con el ímpetu de los que en este país convirtieron praderas y montañas inhóspitas en vergeles y corrales ubérrimos. Por aquel entonces se creía en Dios y hoy se cree en el cash o en el socialismo —o en las dos cosas a la vez, como esos miembros del Partido Demócrata, y hasta fuera de él, reverendos et ad, cuyo discurso es la defensa del pobre y su práctica la solidaridad dentro de las limosinas. ADM pretende ser el supermercado del mundo y no exagera demasiado, dado el poder descomunal de que dispone gracias al corporate welfare, del cual es con mucho el mayor recipiente.

Se supone que cualquier comentarista en los Estados Unidos, sea por lo que sea que comente o para lo que sea, no se escore demasiado de una banda. Se supone que esté acompañado de la suficiente libertad y posea la suficiente amplitud de miras como para aceptar lo que haya de bueno, incluso teniendo que escarbarlo, en el terreno que se haya propuesto combatir. Eso es lo que empiezo a hacer en este mismo instante. ADM, que para mí es lo peor de lo peor, tiene la gentileza de sufragar un programa televisivo cuyas enseñanzas dejan muy mal paradas las pillerías de no pocas descaradas empresas norteamericanas actuales. El programa se llama One on One y lo tiene a su cargo John McLaughlin, un viejo que a mí me mata cada domingo por la mañana por lo bien que hace su trabajo.

Un amigo me dice que el tipo es un facha de mucho cuidado. No lo creo. O, mejor dicho, no lo sé. Lo que sí sé es que a todos sus invitados, demócratas o republicanos, jóvenes o viejos, hombres o mujeres, negros, blancos, asiáticos o hispanos, a todos los lleva hasta la tabla, los pone contra la pared, sin retacearles por otro lado una biografía poco menos que hagiográfica y desviviéndose en complacencias y halagos al despedirlos. Parece que al correr con los gastos de ese espacio en televisión ADN intenta limpiarse el pecho, darse un baño de rosas, como si eso fuera a compensar sus travesuras y trapisondas mundo adelante y, sobre todo, aquí en nuestro mundo estadounidense.

Lo más sinuoso de ADM al comenzar, al finalizar y en el medio de One on One —como con toda probabilidad hará en otros programas que subvencione— es el comercial que introduce una voz adorablemente femenina en off que te invita a imaginar un mundo en el que no hay contaminación, niños con hambre y cosas por el estilo. Vaya, que parece un discurso de Lula da Silva, Castro o Hugo el defensor de esos oprimidos que se le tiran a la calle un día sí y otro también. Y, a seguidas, aparece en pantalla un motto como para convencer al más pinto de la paloma de que ADM es quien va a resolver las hambrunas y otros problemas de este mundo: The Nature of What's to Come. Lo bueno es lo que se nos viene encima. ¡Jolines!

Perspectiva publicó en fecha reciente una columna buenísima del profesor de economía en FIU Jorge Salazar Carrillo (“Mira qué cosas tiene la vida...”, 18 de enero) que brega con la nueva tragedia que ADM le quiere deparar a Cuba —y a los que aquí pagamos impuestos. Ahora que el país está en época de ajustarse el cinturón —por la caída de la bolsa, por los gastos extra para combatir el terrorismo, por la necesaria disminución de impuestos a ver si se recupera la economía—, ¿por qué no empezamos a mirar hacia esas gigantescas corporaciones, tal ADM, que nos chupan nuestro dinero dizque para implementar la producción agrícola, en realidad para que se forren y se recontraforren en dólares un grupo de “benefactores de la humanidad” y logren elegir a políticos que les perpetúen las canonjías? ADM no ahorra en contribuciones tanto a demócratas como a republicanos, pero cada dólar de sus inmensas ganancias provenientes de sus endulzantes de maíz le cuesta a los consumidores diez dólares, y cada dólar que gana del supersubsidiado etanol, nos cuesta a los contribuyentes 30 dólares. ¿Pretende ahora ADM utilidades mayores, a nuestra cuenta y a cuenta de la empobrecida Cuba?

© Firmas Press

José Antonio Zarraluqui, escritor cubano, es editor de mesa de El Nuevo Herald, de Miami.


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