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AL MICROSCOPIO

La "maquinaria" de la verdad

Durante el siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI, a los científicos se les ha embarcado en una desigual guerra contra la pseudociencia. Digo “se les ha embarcado” porque ellos aceptan a duras penas la tarea de enfrentarse a lo que consideran una sarta de patochadas, fraudes o despropósitos.

Y digo “desigual” porque, a menudo, esa sarta de patochadas, fraudes y despropósitos recibe más atención en los poderosos medios de comunicación que el silencioso y próspero trabajo de los científicos. Hasta tal punto el enfrentamiento contra la superchería es de poco agrado en la comunidad de investigadores que no es extraño encontrar divulgadores de lo paranormal investidos de cientificismo, ocupando así el vacío que la ciencia deja en la labor de convencer a la opinión pública.

Debatir en un programa de televisión, por poner el caso, contra una jauría de videntes, poseídos y descendientes de Ganímedes produce una desazón irreproducible: es cansado, difícil, ajeno a cualquier ley común de la retórica y, me temo, inútil. Pues imagínese si al otro lado de la trinchera, apoyando a la grey paranormal, está nada más y nada menos que el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Eso es lo que les ha pasado a los miembros de la Academia Nacional de las Ciencias que en su momento osaron editar un informe crítico que desvirtuaba cualquier intento de otorgar una pátina científica al un acto tan habitual en Norteamérica como es el uso del polígrafo o detector de mentiras por parte de la Administración. La revisión de los expertos firmada por el matemático Stephen Fienberg, advertía que “tras casi un siglo de existencia, la técnica poligráfica sólo ha podido reunir a su favor un puñado de buenos turcos pseudocientíficos para presionar a la gente a que se le escape la verdad”.

El informe es producto del trabajo de una comisión científica encargada de evaluar la validez de los polígrafos como método de control de la seguridad nacional. De hecho, el Departamento de Defensa de Estados Unidos tiene un programa específico de actuación que, en 2002, incluyó la realización de 11.500 tests con “la máquina de la verdad” a empleados oficiales del Estado. De ellos, 4.300 pertenecían a acciones de contrainteligencia de las que la ley permite realizar un máximo de 5.000 al año.

Los científicos no han tenido más remedio que poner las cosas en su sitio. Dicen que la mayoría de las evidencias a favor del polígrafo se basan en casos concretos de discernimiento entre la verdad y la mentira declaradas por un sospechoso de un crimen, en condiciones de estrés y presión muy desfavorable para el reo y, aun así, distan mucho de ser infalibles. Pero “la seguridad nacional”, declaran, “es un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de una máquina de tan dudosa eficacia”. El uso de polígrafos es especialmente peliagudo, dice el estudio, en pruebas de selección de candidatos a un puesto oficial porque, en estos casos, es imposible evitar las inferencias que el seleccionador realiza subjetivamente sobre el sujeto a seleccionar. No existe, por tanto, ningún estudio científico fiable que favorezca el uso de detectores de mentira a gran escala en la Administración del Estado.

Y, ¿cómo ha respondido la Administración de Estados Unidos a este informe? Pues solicitando que se aumente el tope máximo de pruebas con la máquina de la verdad permitidas por ley para el año 2004, creando un comité alternativo para estudiar el tema y sometiendo a los propios científicos a la máquina de la verdad.

Desde no hace mucho, los investigadores de centros como el Laboratorio Nacional de Los Álamos, tienen que pasar periódicas pruebas poligráficas. Las protestas de los afectados han conseguido que la práctica se relaje sutilmente, pero es de temer que con los nuevos tiempos de alerta postbélica, el frenesí de máquinas de la verdad vuelva a crecer. Los científicos son, ahora directamente, las víctimas de la pseudociencia que denuncian. Además de a las muchas Aramis Fuster que en el mundo son, ahora los defensores del método racional se las tendrán que ver con el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Eso va a ser mucho pedir.


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