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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

La guerra sucia

Nada ha terminado. Ni en Afganistán, ni en Irak, ni en Israel, ni en Indonesia, ni en Filipinas... Estamos ante una guerra sucia, larga, solapada y terrorista. Y el papel de Irán es un secreto a voces.

Leí con interés en el número 16 de La Ilustración Liberal el texto de la conferencia pronunciada el 7 de abril de 2003 por Jaime Mayor Oreja en el Club Siglo XXI y sin embargo desearía expresar una crítica. Porque, si denuncia (con razón) las agresiones tanto físicas como verbales contra personas y sedes del PP, sobre los insultos al Gobierno y a su presidente Aznar “con motivo del conflicto de Irak” no afirma que la política de ese gobierno y de su presidente, en relación con dicho conflicto, era justa en la medida en que toda acción humana, y más aún política, pueda serlo.

Peor aún, en otro momento de su conferencia da a entender —o al menos así me temo que se entienda— que una vez resuelto ese conflicto, el río volverá a su cauce y se tratará de cosas serias, como el “fortalecimiento democrático de España”. Tema este, desde luego, esencial, pero la situación internacional también lo es para España y, por lo tanto, para los españoles. Estos no han demostrado indiferencia, aunque yo discrepe de la mayoría. Dos observaciones al respecto: la política del Gobierno era justa o si se prefiere, acertada, pero nada ha terminado en Irak y la región, como se comprueba cada día. Yo no sé si la famosa “carta de los ocho”, luego fueron más, fue una iniciativa de Aznar o de Blair o si surgió en una conversación entre ambos; el caso es que fue necesaria y bienvenida y limitó considerablemente las ínfulas soberanistas del presidente Chirac, el cual, con el pretexto de decir “no a la guerra” decía no a los USA y sí a Sadam. Lo cual es de aquelarre.

Desde el principio estaba clarísimo que lo que pretendía Chirac era que Europa, encabezada por Francia e in fine por él, dijera no a los USA para presentarse ante el mundo como una superpotencia capaz de enfrentarse al “gran Satanás”. Lo ridículo es que ni Francia, ni siquiera Europa, tienen los medios para una ambición así. La mayoría de los países de la UE, o el umbral de la UE, le dijeron no a Chirac, defendiendo el “fortalecimiento de la democracia” en el mundo y la solidaridad con la democracia norteamericana. Pese al abyecto servilismo de los medios informativos, de los partidos, sobre todo los de izquierda, y de buena parte de la opinión pública gala, se oyeron voces de políticos y de intelectuales criticando la megalomanía de Chirac.

Aunque discreta, la más significativa fue la del propio primer ministro, Raffarin, que declaró que “no había que equivocarse de enemigo, y los USA no lo son”. En el contexto de la jerarquía del poder, y teniendo en cuenta las ínfulas del petit caporal Chirac, Raffarin se veía obligado a acompañar el frenazo al delirio antiyanqui, de consideraciones demagógicas sobre la justeza de la postura francesa “favorable a la paz”, cuya voz se escucha de nuevo en el mundo entero, y otras chorradas. Pero lo dicho quedaba dicho: los USA fueron, son y seguirán siendo los aliados de Francia, pese a que en esta ocasión no estemos de acuerdo en los métodos a emplear contra la tiranía iraquí.

En Alemania, que preció ser el más firme aliado de Francia frente a los USA, existieron diferencias notables. Una de ellas es que Berlín —ayer Bonn— no tiene lazos políticos, económicos y los intereses petroleros que París tenía con Bagdad, y desde hace años. Otra es que Schroeder no quiso desempeñar el mismo papel de “Napoleón de pacotilla” (Vargas Llosa) que Chirac. También es cierto que la crisis económica alemana es aún más grave que la francesa y Schroeder debió pensar que no era el momento para meterse en operaciones militares, incluso limitadas, y la “defensa de la paz”, basada implícitamente en el negro pasado nazi, constituía una buena coartada para escurrir el bulto. Pero además, tienen el lastre de los Verdes, ultra pacifistas, antinucleares, antiyanquis de nacimiento, en suma, reaccionarios y, sin embargo, indispensables para constituir una mayoría parlamentaria, porque al revés de lo que ocurre en Francia, en donde Chirac, por ahora, no tiene oposición, en Alemania los democristianos existen y se fortalecen, constituyendo una verdadera posibilidad de alternancia.

Aunque lo exprese muy someramente, me resulta evidente que las posiciones del Reino Unido —en donde también se desató una violenta oposición a Tony Blair—, de España, de Polonia y de otros países fue mucho más limpia, solidaria y democrática que la de Francia o Alemania en esta crisis, y lamento que Mayor Oreja no lo haya dicho claramente, porque Aznar tenía razón, don Jaime.

Pero nada ha terminado. Ni en Afganistán, ni en Irak, ni en Israel, ni en Indonesia, ni en Filipinas, ni en ningún sitio, estamos ante una guerra sucia, larga, solapada y terrorista. Yo ya tuve ocasión de escribir, tal vez demasiado tímidamente, que si la intervención militar aliada fue inteligentemente planeada y eficazmente conducida, no encontró feroz resistencia porque en realidad pocos eran los iraquíes dispuestos a morir para defender la tiranía de Sadam, y que había militares, dirigentes político-religiosos y demás que habían mantenido sus armas y sus tropas al margen del conflicto para utilizarlas ahora en beneficio propio para la conquista del poder. Esto es lo que está ocurriendo. Y el papel de Irán es un secreto a voces. Como lo son los lazos entre las autoridades iraníes y chiitas iraquíes. Mucho más que los núcleos “baasistas” que seguirán siendo fieles a Sadam y que comenten atentados contra las tropas de la coalición, son los fanáticos islamistas, chiitas o no, quienes constituyen el mayor peligro. El atentado contra la embajada jordana, contra la sede de la ONU, contra canalizaciones y oleoductos y otros atentados podrían parecer “nihilistas”, cuyo único objetivo sería crear el caos, pero si se piensa en Teherán, entonces todo cobra un sentido siniestro, pero evidente.

Irán quiere hacerse con Irak, como Irak quiso hacerse con Irán e intentó conquistarle militarmente. Jordania, la ONU, los USA, Occidente en general y sus “aliados” en la región son los enemigos declarados de las autoridades iraníes, y concretamente del Guía de la Revolución, Ali Jamenei. A mi me da vergüenza ajena cuando, hablando de Irán, tantos en Occidente declaran que es un país muy complejo, aluden a la tradición persa de la ambigüedad y hasta afirman que se desarrollan en ese país cambios democráticos y algunos se atreven a hablar de “revolución democrática” en torno al presidente Jatami, y que, por lo tanto, hay que ser muy prudentes para no echarlo todo a perder, prudentes incluso en relación al programa nuclear militar iraní, lo cual ya es el colmo.

Irán con la Bomba sería (¿será?) tan peligroso como Irak. Claro, que existe una oposición (y una represión bestial). Claro, que hay mujeres hartas de la ley islámica, que estudiantes se manifiestan a favor de un poco más de libertad, pero considerar esa oposición democrática, cuyo perfil, por otra parte, no está muy claro, está representada en el poder y hasta en la presidencia, es tomarnos el pelo. Un solo ejemplo, pero importante: todos los dirigentes, moderados o extremistas, declaran que hay que destruir Israel de cabo a rabo. La verdad es que en Francia, como en otros países, se exagera esa “revolución democrática” para mejor llegar al petróleo iraní.

Teherán tampoco quiere la paz entre Israel y Palestina, tampoco quiere la creación de un estado palestino que no esté en guerra perpetua contra Israel. Irán, como ayer Irak, como Siria, como Arabia Saudí, etcétera, subvenciona y dirige grupos terroristas palestinos, cuyo único objetivo es la aniquilación de Israel. La mano de Teherán es visible en el reciente atentado suicida de Jerusalén, en un autobús que volvía del Muro de las Lamentaciones, con niños desde los tres meses a los seis años, mujeres, ancianos, ¡un objetivo a todas luces militar!

Efectivamente estamos ante una guerra larga y sucia, pero todos los que en España, Francia, Alemania y hasta Estados Unidos opinan que los USA y Reino Unido han cometido un grave error interviniendo militarmente en Irak y que están pagando las consecuencias de dicho error, no sólo demuestran cobardía sino ceguera política. Lo que vienen a decir es “si no nos metemos con ellos, no se meterán con nosotros”. Pues es totalmente falso, el 11 de septiembre, los atentados en parís, Londres, Berlín, Casablanca, Túnez, Yakarta y todos los demás demuestran que las redes de fanáticos islamistas —además millonarias— nos han declarado la guerra, que para ellos es santa, coránica. Puede que los gobernantes franceses, alemanes y otros, como los dirigentes de sus oposiciones, sólo teman este verano una insolación o una indigestión de percebes, pero cada día, y casi en el mundo entero, hay víctimas del terrorismo, y los asesinos no son únicamente etarras. Aunque estos lo sean y ésta sea prioritariamente nuestra guerra contra el terrorismo, y en esto coincido con Jaime Mayor Oreja.


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