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ECONOMÍA

La crisis arrecia. Remedios equivocados

De repente corre el temor de que la crisis financiera podría extenderse a la economía real de todo el mundo adelantado... y de forma mucho más severa de lo esperado. La alarma sonó en EEUU a principios del verano, cuando los precios inmobiliarios dejaron de subir en aquel inmenso mercado y empezó a cundir la desconfianza hacia las hipotecas tan generosamente concedidas durante los años de bajos tipos de interés.

De repente corre el temor de que la crisis financiera podría extenderse a la economía real de todo el mundo adelantado... y de forma mucho más severa de lo esperado. La alarma sonó en EEUU a principios del verano, cuando los precios inmobiliarios dejaron de subir en aquel inmenso mercado y empezó a cundir la desconfianza hacia las hipotecas tan generosamente concedidas durante los años de bajos tipos de interés.
Luego empezaron los bancos a dejar de prestarse los unos a los otros, por temor a que alguno sufriera una estampida de depositantes alarmados, como le pasó a la caja británica de ahorros Northern Rock. Pese a verse surtidos de liquidez por sus respectivos banqueros centrales, bancos y cajas empezaron a pedir a sus clientes que devolviesen los préstamos y a mostrarse mucho más selectivos en la concesión de créditos. Ahora miran con lupa cualquier inversión o préstamo que se les propone.
 
Era, pues, de esperar que cayeran las cotizaciones en las bolsas del mundo entero: el mercado de valores está ahí para descontar el futuro, y ese futuro se tiñe de negro. La crisis arrecia. Bien poco pueden hacer Gobiernos nacionales y bancos emisores para contenerla, digan lo que digan quienes piden a gritos grandes recortes de los tipos de interés oficiales.
 
Todo comenzó con las dudas sobre la calidad de las hipotecas que garantizaban o formaban el colateral de una nueva clase de títulos-valores comprados con mucho entusiasmo y alguna imprudencia por bancos y cajas del mundo capitalista. Las hipotecas de dudosa solidez habían sido estructuradas y titularizadas: ingeniosos financieros las habían dividido en pequeñas porciones y combinado con porciones de hipotecas más seguras, y con esa estructura las habían fusionado en títulos de rendimiento apetitoso y riesgo diversificado.
 
Mas, para que todo fuera bien, era necesario que los precios en el mercado inmobiliario siguieran subiendo. En efecto, las familias americanas habían comprado casas más grandes, o adquirido segundas viviendas, o invertido el préstamo en acciones o en bienes de consumo, en la confianza de que, si la hipoteca empezaba a pesarles, podían vender lo invertido con ventaja. Cuando, sin saberse bien por qué, los precios de los inmuebles empezaron a caer en EEUU, se extendió el temor a una posible recesión.
 
Milton Friedman, en su último ensayo científico, aparecido el año pasado en el Journal of Economic Perspectives, presentó nuevas pruebas de que el aumento sostenido de la emisión de dinero por los bancos emisores conduce a una elevación correlativa del precio corriente de los activos, tanto de inmuebles como de acciones, y a una expansión de la producción nacional a precios corrientes. Pero esos aumentos de valor monetario, al fin y a la postre, no son reales: con la expansión de los medios de pago arrecia la inflación, la gente pierde confianza en el futuro de la economía y tiende a invertir menos y a ahorrar más.
 
El socavón de confianza tomó proporciones de hundimiento cuando bancos y cajas de ambas orillas del Atlántico se dieron cuenta de que no sabían cuántas hipotecas inservibles habían estructurado junto con otras más sólidas, o cuánto valían esos títulos que, disimuladamente, habían traspasado a vehículos de inversión de su propiedad. Faltaba, pues, información en dos sentidos: el verdadero valor del colateral y la repercusión de la posible quiebra de esos vehículos en el balance de los propios bancos. La falta de transparencia dio lugar a que bancos y cajas comenzaran a desconfiar unos de otros. Dejaron de prestarse. Los tipos de interés del mercado interbancario se fueron por las nubes. Amenazó una sequía de liquidez. Si a los clientes les daba por sacar todo el dinero que tenían depositado en las instituciones financieras, éstas tendrían que suspender pagos.
 
En esa situación, los bancos emisores tienen que suministrar fondos extraordinarios a los bancos y cajas de su club. El primero en lanzarse fue el Banco Central Europeo. Le siguieron la Reserva Federal, el Banco de Japón y, algo tardíamente, el Banco de Inglaterra. Es inexcusable ese suministro de liquidez temporal para evitar suspensiones de pagos, pero es necesario recogerla sin mucha demora para no alimentar la inflación. Cosa muy distinta es reducir los tipos de interés a los que los bancos emisores prestan a sus asociados. Las reducciones drásticas de los tipos, como la de 75 puntos básicos aplicada por la Reserva Federal, no servirán para contener la caída de las bolsas ni para reanimar la producción real en la situación de creciente inflación en que nos encontramos.
 
Es mi opinión que esa recesión viene sin remedio. En el caso de España, queda claro que las predicciones de crecimiento del Gobierno, en el Presupuesto y posteriores declaraciones, son en exceso optimistas. Tomaré dos indicadores. El primero es el Indicador Sintético de Actividad que el Instituto Nacional de Estadística usa para predecir la marcha del PIB trimestral: puede verse la alta correlación de ambas series, hasta que se separan, de forma harto sospechosa, en época de elecciones. Sea como fuere, ya en 2006 se nota una inflexión de la actividad que sin duda continuará en 2008. La estadística del mercado de trabajo parece indicar también una evolución a la baja. El crecimiento de la afiliación a la Seguridad Social se reduce, mientras que aumenta el paro, que es un 5,3% superior al registrado en diciembre de hace un año. Creo que tendremos suerte si la economía española crece más allá del 1% en 2008.
 
No esperen que de EEUU provenga alivio alguno. Medidas como la rebaja de tipos de interés oficiales a corto plazo y la reducción temporal de impuestos, que el presidente Bush ha propuesto al Congreso, no pueden contener la recesión que viene. La causa profunda es el cúmulo de inversiones imprudentes fomentado por la pródiga política monetaria de Greenspan. El hombre de la calle no se dejará animar tan fácilmente, cuando teme que tanta generosidad sólo sirva para alimentar la inflación.
 
 
© AIPE
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