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ECONOMÍA

La caja no define el bienestar

La interpretación más común del título de esta nota es que el dinero no proporciona la felicidad a menos que se cuente con satisfacciones en la vida que excedan lo puramente material. Eso es cierto, pero en esta oportunidad me refiero a la situación fiscal de unos gobiernos que se dan por satisfechos si los ingresos y egresos están equilibrados, es decir, si no hay déficit.

La interpretación más común del título de esta nota es que el dinero no proporciona la felicidad a menos que se cuente con satisfacciones en la vida que excedan lo puramente material. Eso es cierto, pero en esta oportunidad me refiero a la situación fiscal de unos gobiernos que se dan por satisfechos si los ingresos y egresos están equilibrados, es decir, si no hay déficit.
Pero esto no es en modo alguno así. Las cuentas pueden estar en orden y los gobernados... asfixiados por las cargas fiscales. En esta instancia del proceso de evolución cultural, los aparatos estatales debieran gravar lo mínimo indispensable para proveer seguridad y justicia; el resto debería estar en manos de los particulares, según sean sus preferencias, y no en las de funcionarios megalómanos con planes financiados compulsivamente con el fruto del trabajo ajeno.

Tomemos el caso de Pedro "el grande", sobre quien nos informan Will y Ariel Durant en el octavo tomo de su Historia de la civilización. Heredó muchas propiedades de su padre, las cuales, salvo una parte reducida, entregó a las arcas del estado. Mantuvo la caja en buena situación, sin déficit fiscal, pero cargó a sus súbditos con impuestos descomunales y siempre crecientes, puesto que sus veleidades tampoco paraban de crecer. Las obras de San Petesburgo fueron construidas "sobre los huesos de miles de trabajadores incorporados por conscripción". En 1714 quedó prohibido en toda Rusia construir en piedra; la excepción: San Petesburgo. Pedro "el grande" quería evitar que nadie tratara de hacerle sombra.

Cuando murió el patriarca Adrián, se encargó de sucederlo. Cual Enrique VIII, se transformó en la cabeza de la Iglesia y envió a Siberia a los clérigos que se le opusieron. Todas las actividades comerciales e industriales estaban bajo el rígido control del aparato estatal. Ya sifilítico, no pudo digerir la rebeldía de su hijo Alexis, a quien mandó torturar hasta la muerte. Algo muy común en las mentalidades arrogantes y planificadoras, Pedro intentó manejar lo inmanejable, coordinar los factores productivos, algo que sólo puede hacerse mediante procesos descentralizados, abiertos y competitivos, en los que la propiedad privada y los precios coordinen la información. El resultado fue el colapso de la economía. "La miseria crece día a día, las calles están repletas de gente que vende a sus hijos", anotan los Durant, haciéndose eco de documentación de la época.

Los pavotes de todos los tiempos dicen que Pedro "el grande" occidentalizó (con perdón de Occidente)Rusia, del mismo modo que lo decían respecto del sha de Persia, que, como bien explica Kapuscinski en el libro que le dedicó, a las trompadas importaba maquinaria de industria pesada para "modernizar" el país; maquinaria que se oxidaba en el mar debido a que las típicas descoordinaciones de la planificación estatal conducían a que los puertos no estuvieran en condiciones de recibir aquellos embarques. En cuanto a sus opositores, los condenaba a morir en bolsas de arpillera junto a serpientes venenosas. Por cierto, se hacía llamar Sombra del Todopoderoso, Rey de Reyes, Nuncio de Dios y Centro del Universo. Otro personaje que conservaba en orden las cuentas fiscales.


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