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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

La caída de la casa Prisa

Los periódicos, como las demás empresas, y como los claveles, nacen, florecen y mueren. Desde luego, ese biológico nacer, florecer y morir puede ser diferente en cada caso, y, pongamos por caso, una cabecera puede subsistir aun cuando el alma del periódico haya muerto.

Los periódicos, como las demás empresas, y como los claveles, nacen, florecen y mueren. Desde luego, ese biológico nacer, florecer y morir puede ser diferente en cada caso, y, pongamos por caso, una cabecera puede subsistir aun cuando el alma del periódico haya muerto.
Si, en Francia, diarios históricamente ilustres como L'Aurore han desaparecido totalmente, otros, como Le Monde, se siguen vendiendo, pero el producto que el peatón compra en el quiosco o recibe por correo nada tiene que ver con lo que, con ese mismo título, ofrecían Hubert Beuve-Méry y algunos de sus sucesores.
 
Le Monde fue un diario que ejercía un magisterio indudable, que influía en la opinión pública. Que podía, o al menos eso se creía, lo cual viene a ser lo mismo, influir tanto en unas elecciones que participaba activamente en la victoria de los unos y en la derrota de los otros. Pero eso se ha terminado. Se sigue vendiendo algo que se llama Le Monde, pero se trata de un chisme que no ejerce el menor magisterio, la menor influencia. No pesa para nada en nada, ni siquiera en unas elecciones cantonales. Dicho sea de paso, yo lo celebro, porque el magisterio de Le Monde fue nefasto, como tan certeramente mostró Jean-François Revel.
 
Pues bien: les anuncio, señoras, señores y señorías, que a El País le está ocurriendo lo mismo, y el bombo y platillo en torno al "periódico global en español" no pasa de ser la crónica de una muerte anunciada. No estoy diciendo que vaya a desaparecer de los quioscos en pocas semanas; digo que, inmerso en una crisis profunda y mal disimulada, está perdiendo el magisterio y la influencia política que ha tenido. Y menos mal.
 
El domingo 14 de octubre, después de mostrar las tristes pantorrillas de sus famosos, el director, Javier Moreno, presentaba con solemnidad, a toda página, un editorial conquistador que, en realidad, es una rendición, aunque lo que no queda claro es ante quién. Atiendan a lo que escribía Moreno:
Aspiramos a una sociedad abierta, liberal, moderadamente progresista, lo que muchas veces ha venido a identificarse con las posiciones del centro izquierda de este país, aunque a propósito de sonadas trifulcas con Gobiernos socialistas los más tontos o los más interesados hayan realizado muchos aspavientos de incredulidad que, de ser sinceros, tan sólo muestran un grado supino de desconocimiento de cómo se ejerce el poder, de cómo se ejerce el periodismo independiente, y de cómo se relacionan ambas cosas entre sí.
Pues yo se lo puedo explicar, señor director. Cuando, en los buenos tiempos para El País, los del Gobierno de Felipe González, se ejercía el poder y el periodismo independiente, los miércoles, en los almuerzos de dirección del diario, con el presidente del Gobierno, González decidía, con toda independencia, lo que El País podía o debía publicar, y lo que más valía archivar.
 
Ahora bien, ese lenguaje, esos piropos a una sociedad "abierta, liberal", serán todo lo demagógicos y embusteros del mundo (¿cuándo ha sido liberal El País?), pero no coinciden con el discurso del aún jefe: Juan Luis Cebrián, el cual, en una reciente conferencia, ha declarado que el Gobierno zapaterista lo ha hecho todo requetebién; y si los sondeos no son muy favorables para las próximas elecciones, eso se debe únicamente a fallos en la "comunicación" gubernamental.
 
Se metía Cebrián con personas y medios concretos, entre ellos TVE, a cuenta del programa 59 Segundos. Pues resulta que en ese mismo sitio, y poco después de que Cebrián se quejara por no ser el Censor en Jefe del Gobierno, uno de los columnistas de El País, Ernesto Ekaizer, creo, declaraba que la "política de paz" del Gobierno en relación con ETA ha sido un fracaso rotundo. Y eso nada tiene que ver con problemas de "comunicación". No es corriente que un columnista de El País critique en público a su jefe.
 
Pero vayamos a cosas más serias: en el editorial, manifiesto, proclama, llamado de Javier Moreno parece como si el terrorismo etarra no existiera, y la guerra contra el terrorismo islámico aún menos. Como si todos nos hubiéramos tragado el estatuto catalán sin rechistar. Como si el soberanismo de Ibarreche fuera mero folclore. Pues resulta que esos son principalmente los orígenes de la crisis profunda, mortal, que vive El País, y sus actuales trompetas globales sólo anuncian una gigantesca retirada victoriosa.
 
No voy a hacer aquí el recuento de las censuras y expulsiones en El País, cuando, además, no lo sé todo. Hermann Tertsch fue expulsado y Fernando Savater, por primera vez en su vida en ese diario, censurado. Hubo otras censuras más discretas, pero para elegir un solo ejemplo, reciente y evidente, me referiré a la creación del nuevo partido de los "viejos progres", la UPD, que, en parte, ya sé que sólo en parte, nace de la redacción del propio El País, con, en primera fila, Fernando Savater, claro, el apoyo de Mario Vargas Llosa, prestigioso columnista, siempre en el umbral del Nobel, pero también de Antonio Elorza, Ignacio Sotelo, etc. Desde luego, hubo críticas a esa iniciativa: el propio Savater se quejó (aunque en El País) de que la SER les trató muy mal; Javier Pradera, eterno Torquemada, aunque con cada vez menos hogueras, también se metió con ellos.
 
Pero aparece cierto desconcierto, que refleja el desconcierto general de los dirigentes del diario. Todo ello y mucho más, que no cabe en un artículo, ha acelerado la crisis política en el PSOE y, lógicamente, en su boletín oficial, que fue, pese a lo que afirma su actual mayordomo, Javier Moreno, El País. Crisis que viene desde que Zapatero –por accidente, suele escribir Anson; por cobardía nacional, afirmo yo– fue elegido presidente del Gobierno y pensó que para permanecer eternamente en el poder bastaba con bajarse los pantalones ante todos. Está visto que no basta.
 
Los periódicos, generalmente, duran más que los Gobiernos, pero El País ha estado tan estrechamente ligado a los Gobiernos socialistas que sucumbe con ellos. A menos que Hugh Thomas se convierta en consejero delegado... Entonces se podrá, tal vez, discutir si "sociedad abierta, liberal" o no. Pero estos moros no están en la costa, y mientras tanto El País se hunde.
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