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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

José María Aznar, a contracorriente

Las tres últimas intervenciones públicas que conozco de José María Aznar me parecen sobresalientes. La primera se produjo en la presentación del libro Planeta azul, del presidente checo, Václav Klaus, que versa sobre el medioambiente.

Las tres últimas intervenciones públicas que conozco de José María Aznar me parecen sobresalientes. La primera se produjo en la presentación del libro Planeta azul, del presidente checo, Václav Klaus, que versa sobre el medioambiente.
José María Aznar.
En Planeta azul, Klaus denuncia los delirios acientíficos actuales. Pues Aznar arremetió contra esa nueva religión totalitaria que pretende imponerse al mundo, con el mercantil catastrofismo de un Al Gore y de otros payasos como Nicolas Hulot, y cuyos resultados se resumen en un intento de frenar el progreso y de aumentar los impuestos, con la coartada de las ecotasas. Después de dicha intervención, los canallas de El País y del PSOE le trataron de negacionista, que es el término con el que se designa a los antisemitas que niegan la Shoa. Por lo tanto, para esa gentuza, poner en duda la realidad científica de esas exageraciones y de esa propaganda equivaldría a negar la realidad de Auschwitz, de Treblinka y de los 6 millones de judíos exterminados. Perfecta jugada sucia, que manifiesta una voluntad de diálogo, y de libertad de expresión, que puede resumirse en una frase: "Si no pensáis como nosotros sois fascistas". Pero ¿acaso piensan?
 
También contra viento y marea, y en medio del pánico, creado, muy hábil y artificialmente, a propósito de la crisis financiera, con sus repercusiones económicas, José María Aznar ha defendido el mercado libre, y el capitalismo liberal, contra todos los que anuncian su muerte y un supuesto "retorno a Keynes", un Keynes muy peculiar, al que visten con sus propios harapos ideológicos. De todas formas, si Keynes fue otra cosa de lo que dicen los que pretenden utilizarle hoy, también es cierto que se equivocó en muchas ocasiones y en muchos temas.
 
Y, por fin, en un discreto artículo publicado en Le Figaro (14-XI-2008), José María Aznar acierta de nuevo y señala "Lo que debemos a George W. Bush". Afirma que Bush ha actuado siempre en defensa de la libertad y de la democracia en el mundo, cosa que no ha sido siempre fácil, al revés; que ha conocido fracasos, pero también bastantes éxitos, y más éxitos que fracasos. Escribe, por ejemplo:
La fuerza capaz de vencer el odio que ha motivado a los terroristas del 11 de Septiembre es la fuerza de la libertad; la mejor esperanza para quienes viven pobremente y buscan un porvenir mejor es la libertad. La supervivencia de la libertad en nuestros países también depende del triunfo de este valor en otras tierras. Y la mejor garantía para la paz es la extensión de la libertad y de la democracia en el mundo.
Desde luego, también señala que la inmensa alegría y las grandes esperanzas que surgieron con el fin del totalitarismo comunista se vieron, digamos, aminoradas por el surgimiento de un nuevo totalitarismo, en ciertos aspectos aún más agresivo: el terrorismo islámico, al que Bush se ha enfrentado más que nadie.
 
Bueno, estas declaraciones las resumo y comento yo, tal vez torpemente, pero no cabe la menor duda de que no es eso lo que dice hoy el PP, si es que dice algo. Lo que admiro, en el caso de Aznar, es que sabe perfectamente que sus opiniones sobre ecología, economía o la labor del presidente Bush son minoritarias, y no sólo en España, en muchos otros países; y sin embargo las afirma tranquila y serenamente, porque sabe que tiene razón. Lo malo es que también son minoritarias en el PP.
 
Hay que hundir el hierro candente en la llaga, para cauterizarla, y decir que un partido sin debate interno y a fondo es un partido inválido. Aznar dice éstas y otras cosas; por ejemplo, y con ocasión del Congreso de Valencia, expresó opiniones que nada tenían que ver con el discurso oficial de Mariano Rajoy. Y éste responde: "Aznar se ha retirado de la política". No sólo es insultante para el Presidente de Honor de su partido, sino que es imbécil. Sería infinitamente más serio que, todo lo cortés y amistosamente que se quiera, Rajoy tuviera el coraje de señalar sus desacuerdos y explicara sus diferencias con Aznar, en vez de quedarse en mitad de la escalera, como buen gallego, sin que nadie sepa si sube o baja. Ni sube, ni baja ni se mueve.
 
Mariano Rajoy.Pero no se trata únicamente de Rajoy, aunque siendo el presidente es el máximo responsable: se trata del PP en su conjunto, que resulta autista, ya que no hay debate teórico, apenas político; no hay audacia, ni se toman iniciativas realmente populares. Prácticamente lo único que hace el PP, desde su derrota electoral y su giro al buenismo, es servir de muleta torcida al Gobierno... Los dirigentes populares dicen, por ejemplo: "Como el Gobierno ha cambiado su política antiterrorista, es lógico que apoyemos al Gobierno". Lo siento, pero es totalmente falso: quien ha cambiado de política es ETA, que ha pasado de la tregua a la vuelta a los atentados. Ante un Gobierno tan débil, los terroristas siempre ganan. Por cierto, me imagino que Sus Señorías se habrán fijado en que los golpes más duros contra ETA, y los arrestos más importantes, como el de la pareja Txeroki-López, han corrido por cuenta de los servicios antiterroristas franceses, dirigidos por la firme y eficaz juez antiterrorista Laurence Le Vert, lo cual no le impide a Rubalcaba presumir de éxitos ajenos y presentarse como eficaz combatiente del terrorismo.
 
Volviendo a la situación melancólica en el PP, a la unidad de fachada: ese infundio de que "todo va bien, todos unidos detrás de Rajoy, ganaremos las próximas elecciones", no engaña a nadie, y la procesión va por dentro. Los malos humores y los rencores no logran disimularse, y los pasillos de las Cortes no constituyen el mejor lugar para una discusión política responsable, abierta y democrática.
 
Para alguien que jamás ha sido miembro del PP, y que, si las cosas siguen así, no volverá a votar por ese partido, para alguien de fuera como yo, y otros que yo me sé, parece como si no existiera un PP, sino dos. Si hubiera discusión, si hubiera debate teórico; si, repito, las cartas se pusieran boca arriba, esas divergencias no desaparecerían, pero al menos podrían expresarse libremente, y los militantes populares elegir no sólo a sus jefes, sino los programas, la "hoja de ruta", los "valores", como se dice hoy.
 
Siempre desde fuera, vemos un PP que pretende ser de centro izquierda, a menos que se trate de ser de centro derecha, pero que no es chica ni es limoná; el PP que gobierna el partido y espera que la crisis económica le entregue, en bandeja, el poder en las próximas elecciones. Y vemos otro PP, totalmente diferente, mucho más liberal, afincado en Madrid, Murcia, Valencia, y en todas partes, pero minoritariamente, que francamente no se sabe a lo que espera para librar la batalla y conquistar la jefatura del partido, cosa que jamás logrará manteniendo ese compás de espera y ese cabreo soterrado e hipócrita.
 
Se  me podría, con plenos derechos, decir: si no soy del PP ni voy a votarle, ¿por qué me meto en sus asuntos? Los asuntos del PP me importan un bledo: me importa España, y considero al Gobierno actual una catástrofe para mi país. Busco desesperadamente una oposición capaz de constituir una alternancia, y no la encuentro.
 
Good bye, Aznar.
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