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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Ir de tapas...

Esta gauche divine, término inventado en Barcelona por aquellos años en los que yo iba con frecuencia, yo la veo viento en popa a toda vela, apoyada por periódicos como El País, Le Monde, Le Nouvel Observateur, y muchos más. No es que sean todos “comunistas de salón”, como Vázquez Montalbán o García Márquez, o nostálgicos, cuando les conviene, como Jorge Semprún, los hay quienes se limitan a poner un poco de pimienta comunista en su sopa boba.

A finales de los años setenta, comienzo de los ochenta, yo iba mucho a Barcelona y frecuentemente me alojaba en casa de Ricardo Muñoz Suay. Como sus hijas se habían emancipado y ya no vivían con sus padres, me prestaban uno de los dormitorios, el de Berta o del de Ana. La pared, junto a la cama, tenía una estantería cubierta de libros y estaban todos los publicados entonces por Manuel Vázquez Montalbán. Aficionado, desde niño, a las novelas policíacas, intenté leer las suyas y se me caían de las manos. Repetí un par de noches y nada, lo mismo, me aburrían. Se dirá que a las cuatro de la madrugada no es buena hora para apreciar la literatura, pues no es mi caso; siempre leí y escribí de noche, y en las mismas circunstancias barcelonesas leí alguna novela de Juan Marsé, y otros, y me gustaron. A Vázquez Montalbán le crucé en ese mismo piso de Montaner, porque Manuel y Ricardo eran amigos, luego se enfadaron, se dijo que por motivos políticos, pero no estoy seguro, porque Vázquez Montalbán mantenía buenas relaciones con Xavier Domingo, por ejemplo, tan anticomunista como Ricardo se había convertido, después de 30 años de militancia. Mis conversaciones con Manuel no pasaban de banalidades: “¿Qué tal por París?” y cosas así.
 
Unos diez años después, fue en París, en la embajada de España, en una recepción para editores y escritores españoles, con motivo de algún “Salón del libro”, supongo, que volví a ver a Montalbán. Jorge Herralde nos preguntó: “¿Os conocéis?” Yo dije que ya nos habíamos visto en Barcelona; y Manuel, con una sonrisa ambigua, dijo que “mucho antes”, haciendo una enigmática alusión a nuestro pasado compañerismo político. Yo, claro, pensé que aludía a mi breve periodo estalinista (porque no se podía ser del PCE sin ser estalinista, pese a las mentiras que todos proclaman hoy: jamás fueron estalinistas), y corté secamente declarando que eso fue hace siglos y que había cambiado radicalmente. Pues me equivocaba, Manuel hacía alusión a nuestro común pasado en el FLP, y concretamente a una estrambótica reunión “en la cumbre”, que había tenido lugar en un castillo semi en ruinas del Ampurdán, en 1964, creo, entre responsables del FLP, Arija y yo, y los de la organización “hermana” catalana, el FOC (Frente Obrero Catalán). Por lo visto, antes de meterse en el PSUC, Vázquez Montalbán estuvo en el FOC y asistió a dicha “cumbre”, pero yo no lo reconocí, tanto había cambiado.
 
Aquella noche de aquelarre en aquel castillo en ruinas debía tener 24 ó 25 años y aún no era calvo ni gordo. Resulta que fallece repentinamente en el aeropuerto de Bangkok y se convierte en el astro de las letras hispanas, en el Cid campeador, en el más genial de los genios. El País, no sólo, pero sobre todo, le dedica páginas y más páginas, recoge el máximo de testimonios de famosos, se organizan multitudinarias ceremonias fúnebres, y eso nada tiene que ver con la literatura, se trata sencillamente de que era comunista. Porque si yo no soy un buen testigo de su obra, ya que después de mi triste experiencia barcelonesa no volví a abrir ninguno de sus libros y sólo vi un telefilme basado en una de sus novelas, que confirmó mi aburrimiento, esto resulta evidente de los ditirambos con motivo de su muerte, no se loaba al escritor, ni siquiera al gastrónomo, se loaba al comunista. Pero a un comunista fetén, de andar por casa, al “comunista de salón”, firme en sus convicciones con tal de que eso aumente sus derechos de autor. Como ese ex ministro de Felipe González, aún más “de salón” que él, ya que sólo lo es para vender sus libros y recuerda que ya no lo es cuando conviene. Esta gauche divine, término inventado en Barcelona por aquellos años en los que yo iba con frecuencia, yo la veo viento en popa a toda vela, apoyada por periódicos como El País, Le Monde, Le Nouvel Observateur, y muchos más.
 
No es que sean todos “comunistas de salón”, como Vázquez Montalbán o García Márquez, o nostálgicos, cuando les conviene, como Jorge Semprún, los hay quienes se limitan a poner un poco de pimienta comunista en su sopa boba, como Carlos Fuentes, lo cual no les impide, ¡al revés!, alternar con banqueros, con Polanco, con marquesas, con ministros, y hasta con reyes, pero sobre todo no les impide enriquecerse a qui mieux mieux, vendiendo miseria ajena. Muchos, de tejas abajo, en Europa, defienden a la social-burocracia, incluso hacen campaña por Jospin a favor del PSOE, ensalzan al zombi Felipe González, pero la social-burocracia es aburrida, el PIB, las pensiones, la tasa de crecimiento, el paro, y el papel de los robots en dicho paro, etcétera, de eso no entienden nada, y prefieren escribir sobre guerrillas y “honor macho” en América Latina o sobre nuestra guerra civil. Desde luego, los conflictos y las guerras constituyen buena materia novelesca y todo el mundo no puede ser Chejov o Kafka, pongamos, pero todo depende de cómo se trata dicha materia. Además, no son tanto sus novelas, algunas logradas, que me irritan, sino sus artículos y ensayos que rezuman de frivolidad progre.
 
Prácticamente todos estos famosos se han declarado en contra de la intervención militar en Irak. Con tal de aparecer antiyanqui, que es lo que está de moda, no parece importarles tres cominos estar apoyando a la sangrienta tiranía de Sadam. Con la misma frivolidad los mismos atacan a Israel y defienden, de boquilla, a “los palestinos”, incluyendo, ¡no faltaba más!, a los terroristas. Por aquello de que el terrorismo sería “la única arma de los pobres”. Pero ¿quiénes son esos “pobres”? En esta cohorte de famosos progres, el caso de Mario Vargas Llosa es peculiar. Desde luego, ya no es el polemista liberal que antaño fue, insultado por todos los demás; se ha declarado contrario a la intervención militar en Irak y si no insulta a Israel, insulta a su Gobierno, democráticamente elegido, en términos parecidos a los de Antonio Elorza, y ¡ya es decir! Incluso yo le leí un artículo criticando duramente al “capitalismo financiero” que era para morirse de risa.
 
Pero su evolución, contradictoria, no se les ha escapado a los de Le Monde, que publicó un reportaje-entrevista el sábado 1º de noviembre. Entre otras cosas, afirma Mario que la división ideológica de nuestro tiempo “no es entre liberalismo y marxismo, sino entre la visión nacionalista y la visión internacionalista. Entre los que ven en el internacionalismo un peligro, y aquellos para quienes la superación de las fronteras es positiva, política, económica y culturalmente. La globalización es imperfecta, porque no es lo suficientemente global, todo el mundo no se beneficia de ella”. Yo estoy de acuerdo, claro, con su opinión sobre la globalización, pero su “división ideológica” me parece muy esquemática. Por ejemplo, cuando su admirada Margaret Thatcher (¿lo sigue siendo?) lanzó su operación militar para recuperar las Malvinas, ¿se trataba de una acción liberal, marxista, nacionalista o internacionalista? A todas luces, se trataba de una operación militar y nacionalista de la liberal Margaret Thatcher y eso no entra en el esquema simplista de Mario. Peor aún, el terrorismo islámico es perfectamente internacionalista, se ha visto cómo “supera las fronteras” y cómo plantea su acción en el mundo entero, incluso para sus ocultas operaciones financieras. Y mucho más peligrosos que estos señoritos casquivanos, que desde luego crean confusión y alimentan campañas perfectamente reaccionarias, me parecen ser los nuevos núcleos marxistas-leninistas internacionalistas (o “altermundualistas”), quienes no dudan en aliarse con ese terrorismo islámico y que, bajo la bandera de la lucha contra una supuesta “islamofobia”, desarrollan en el corazón mismo de Europa un nuevo antisemitismo de izquierdas y el odio fanático a Israel, a los USA y a Occidente, o sea, a la democracia “burguesa”.
 
Yo, francamente, me temo que, al lado de lo que esta gentuza prepara, las Brigadas Rojas y la Raf Alemana se queden cortas. Pero tendré ocasión de volver sobre este peligro creciente con motivos del Foro Social Europeo, que se anuncia de aquelarre.
 
 
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