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SIETE MAGNÍFICAS: MUJERES CONTRA EL ISLAM

Integración e igualdad a la sueca: Nyamko Sabuni

¿Qué tienen en común Bibiana Aído y Nyamko Sabuni? No es una pregunta ociosa, aunque lo parezca, porque resulta que las dos son ministras de Igualdad. Claro que esta coincidencia lo es sólo de forma, y además incompleta: en el actual gobierno sueco, Sabuni es responsable de la cartera de Integración e Igualdad, en ese orden.

¿Qué tienen en común Bibiana Aído y Nyamko Sabuni? No es una pregunta ociosa, aunque lo parezca, porque resulta que las dos son ministras de Igualdad. Claro que esta coincidencia lo es sólo de forma, y además incompleta: en el actual gobierno sueco, Sabuni es responsable de la cartera de Integración e Igualdad, en ese orden.
Por cierto, el pasado 23 de enero las dos ministras coincidieron en Madrid, donde se reunieron para repasar sus agendas de cara a las futuras presidencias sueca y española de la Unión Europea.

Hasta aquí las coincidencias. Ah, la prensa española apenas se hizo eco de la visita de Nyamko Sabuni, y para no variar volvió a demostrar su innegable talento para destacar lo anecdótico. Aunque quién sabe. A lo mejor el desinterés del gremio es un reflejo de la consideración que le merecen las actuaciones de la ministra Aído, después de su primer año de ejercicio al frente de un ministerio inventado por Rodríguez Zapatero para seguir haciendo agit-prop al más alto nivel del Estado. Pero es una lástima que nadie haya aprovechado la visita a España de la ministra sueca para, por ejemplo, entrevistarla. Porque, a diferencia de nuestra experta en folclore andaluz hoy metida a improvisada legisladora del aborto o las libertades religiosas, Sabuni sí es una política experimentada y tiene las ideas muy claras sobre un asunto importante, que desde luego no ha estado, no está y no se espera que esté en la agenda de los gobiernos de Zapatero: cómo armonizar la integración de los inmigrantes devotos del Islam con el respeto a uno de los principios fundamentales de las democracias occidentales: la igualdad entre hombres y mujeres.

Hay tópicos que reflejan verazmente la realidad. El tópico del chovinismo francés, desde luego, o el del autoodio de los españoles. Tal vez el segundo tenga algo que ver con lo que pensaba José María Blanco White de sus compatriotas: "El enemigo de un español es otro español, por la insoportable pesadumbre de tolerarlo, de transigir, de respetar sus pensamientos". Pero también hay tópicos que decaen, por falta de uso. Por ejemplo, el que rezaba que Suecia es el país políticamente más avanzado de Europa. Sospecho que Suecia dejó de ser espejo de virtudes políticas para los socialdemócratas el día, ya lejano, en que no reflejó exclusivamente al buen socialdemócrata europeo cada vez que se asomaba a él para que le confirmara que era la criatura más bella del reino democrático.

Desde 1976, Suecia ha sido gobernada en cuatro oportunidades por coaliciones de partidos centristas y de derechas, y no se puede decir que le haya sentado mal: por ejemplo, el Democracy Index elaborado por la revista The Economist sitúa este país en el primer puesto (España ocupa el decimoquinto), y si en el último Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD baja un puesto y ahora ocupa el séptimo, España ha bajado tres, hasta el decimosexto.

El actual primer ministro sueco, Friedrik Reinfeldt, lidera el Partido Moderado, integrado en el Partido Popular Europeo, y gobierna en el Parlamento en coalición con los democratacristianos, los liberales y el Partido de Centro. ¡Qué horror! –pensará el socialdemócrata español–, ¡la derecha en el poder! Pero así como la socialdemocracia sueca tiene de civilizado lo que la española de sectario, el gobierno de Reinfeldt ha hecho cosas tan inimaginables para la derecha española como nombrar ministro de Medio Ambiente a un gay que previamente había legalizado su unión con su compañero (por cierto, la actual legislatura de derechas ha aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo, que entrará en vigor en el país pasado mañana, 1º de mayo, ¡con el beneplácito de la Iglesia de Suecia!). También Reinfeldt se ha atrevido a poner al frente del dichoso Ministerio de Integración e Igualdad a Nyamko Sabuni. Que no será gay, pero reúne las condiciones excepcionales de no ser sueca de nacimiento, ser negra (¡más que Obama!) y haberse significado desde antes de ser nombrada ministra, como diputada del Partido Liberal, por su lucha contra la mutilación genital femenina y su defensa cerrada de la integración plena de la comunidad musulmana en la sociedad sueca. Vale decir, una integración que rechaza los usos y costumbres y los valores comunitarios que sean contrarios a lo que marcan las leyes del país.

Como era de esperar, Sabuni se ha convertido en la bestia negra de una parte de la comunidad musulmana de Suecia. Un país en el que los inmigrantes representan el 12%, la mitad de los cuales son musulmanes. Para celebrar su nombramiento, varias asociaciones de musulmanes lanzaron una campaña de recogida de firmas para exigir su destitución. La acusan de ser "islamófoba", y, debido a las amenazas de muerte que ha recibido, desde 2007 vive las 24 horas escoltada y protegida por las fuerzas de seguridad.

¿Qué ha hecho Sabuni para merecer las iras de buena parte de los musulmanes de Suecia? Publicar en julio de 2006 una tribuna de opinión en el semanario Expressen donde proponía la práctica de exámenes ginecológicos a todas las niñas en edad escolar como medida disuasoria de las mutilaciones genitales femeninas. Hay que saber que Suecia prohíbe esta práctica desde 1982, y que desde 1999 es ilegal que los ciudadanos suecos sometan a sus hijas a cualquier forma de MGF fuera de Suecia. En aplicación de esta ley, en junio de 2006 un tribunal condenó a Ali Elmi Hayow, de nacionalidad sueca, a cuatro años de cárcel por haber llevado a su hija a Somalia a someterla a mutilación genital.

Otra propuesta de Sabuni que disgusta a muchos musulmanes en Suecia es la prohibición del uso del hijab o velo islámico a niñas menores de 15 años. Aparte de que la ministra no propone que se prohíba el uso del velo en ninguna otra circunstancia, el argumento que esgrime no puede ser más respetuoso con los creyentes musulmanes: "Al mismo Profeta se le atribuye el haber dicho que las niñas deben empezar a velarse cuando alcanzan la pubertad. Hoy tenemos parvularios donde las niñas llevan puesto el velo". Lo que más preocupa a Sabuni es la realidad que subyace a estas prácticas: según un estudio de la Universidad de Estocolmo, 100.000 niñas y mujeres jóvenes viven en Suecia sometidas a los códigos de honor islámicos, que Sabuni define como "opresión por el honor".

Como puede verse, lo que entiende Nyamko Sabuni por igualdad tiene muy poco que ver con lo que esta etiqueta recubre para el actual gobierno de España. Y qué decir de la de integración. ¿Cómo podía ser de otro modo, dado que en España, gobierne quien gobierne, nunca ha habido políticas de integración claras y coherentes?

La verdad es que la misma Sabuni es un ejemplo de integración exitosa: nacida en Burundi en 1969 de padre cristiano y madre musulmana, en 1981 se exilió en Suecia con su madre y tres de sus cinco hermanos. El padre de Sabuni, un político zaireño de izquierdas que ya había tenido que refugiarse en Burundi, y sus otros hermanos también acabaron trasladándose a Suecia, donde todos obtuvieron el estatus de refugiado político. Accesoriamente, a diferencia de tantos ministros y ministras españoles, Sabuni tiene varias carreras y especializaciones: Derecho por la Universidad de Uppsala, Políticas Migratorias por la de Mälardalen, Información y Medios de Comunicación por la Escuela Berghs de Estocolmo. Y sus primeros pasos en política se remontan a 1996, cuando comenzó a militar en las Juventudes del Partido Liberal.

Basándose en su experiencia personal, Sabuni sostiene que las tres claves de la integración exitosa de los inmigrantes son el aprendizaje de la lengua, la inserción laboral y la lucha contra las discriminaciones en todos los ámbitos, incluido, claro está, el de la propia cultura familiar y de origen.

Sería bueno que por estos pagos algún editor tuviera la idea de sacar al mercado una versión al castellano de su libro Flickorna vi sviker. O sea, Esas niñas que traicionamos. Tal vez leyéndolo, y con un poco de suerte, acabe cundiendo, en este país políticamente sectario y dueño de una concepción de la identidad obsesivamente nacionalista y homogénea, el ejemplo de quien piensa que ser liberal es dar a los inmigrantes idéntico trato que a los nacionales ("Que comprendan que aquí tienen oportunidades y ventajas, pero también obligaciones y responsabilidades"), y que las diferentes identidades no son compartimentos estancos ni tienen por qué ser incompatibles ("Cuando estoy con mis amigos congoleños, soy congoleña... Cuando estoy con suecos, me parezco bastante a cualquier sueca").

Pero me temo que sea mucho pedir. Seguiremos, al hispánico modo, haciéndonos los suecos.


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