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CATALUÑA

Independencia y metadona

Observo a mis dos hijas y me digo que jamás las había visto tan radiantes de domingo y barcelonía. Nos encaminamos a la piscina del colegio público Joan Miró (junto-al-antiguo-Matadero-contiguo-a-las-antiguas-Arenas-contigua-a-la-antigua, ay, Barcelona). A treinta metros diviso un radiante entoldado que recuerda vagamente los puestecillos de venta de libros que jalonan la ciudad por Sant Jordi.


	Observo a mis dos hijas y me digo que jamás las había visto tan radiantes de domingo y barcelonía. Nos encaminamos a la piscina del colegio público Joan Miró (junto-al-antiguo-Matadero-contiguo-a-las-antiguas-Arenas-contigua-a-la-antigua, ay, Barcelona). A treinta metros diviso un radiante entoldado que recuerda vagamente los puestecillos de venta de libros que jalonan la ciudad por Sant Jordi.

Bajo el entoldado, cuatro individuos custodian una urna infestada de pegatinas y un quinto asalta a los paseantes. Al pasar frente al captador (que, en cierto modo, no es muy diferente de eso que, en mi adolescencia, llamábamos "promotor de discoteca"), éste carraspea un simulacro de cortesía:

–¿Eres de Barcelona?

–Sí.

–¿Sabes que hoy se celebra un referéndum por la independencia y que tienes pleno derecho a participar en él?

–Algo he oído, sí.

–Has de saber que el voto no ha de ser necesariamente positivo. Me refiero a que si estás en contra de la independencia puedes votar que no.

Eran las once de la mañana. A lo largo y ancho del día fui asaltado no menos de diez veces por toda suerte de apóstoles cuya finalidad no era tanto captar mi voto cuanto demostrar que el independentismo catalán es poco menos que el germen de la democracia americana. De vuelta de casa de mi ex, me topo con el enésimo vendedor de biblias. No me contengo:

–¿"Democracia"? ¿Qué ocurriría si un domingo cualquiera Barcelona apareciera sembrada de puestecillos que invitaran al ciudadano a participar en un referéndum de adhesión a España?

Dicho lo cual, sigo a mis asuntos, ya convencido de que la verdadera democracia tiene que ver con el tronío de sus reversos.

Cesión a Barcelona Decideix de locales de titularidad municipal, sedes de partidos, asociaciones vecinales, colegios, institutos, etcétera

Uno de los rasgos primordiales del nacionalismo es la certeza de que su reino no es de este mundo. Recordarán que el Ateneo Barcelonés prohibió la conmemoración del trigésimo aniversario del Manifiesto de los 2.300. El domingo, no obstante, no tuvo el menor empacho en erigirse en uno de los principales colegios electorales (¡Goebbels, presente!) del Casco Antiguo, denominación que en la calle Canuda guarda un cierto parangón con la antigualla moral. Al Ateneo habrían de añadirse asociaciones vecinales, institutos, colegios..., en lo que constituye un impoluto correlato de la apropiación indebida en que se basa el catalanismo, tan dado a confundir lo público con lo delirante.

Publirreportajes en los telediarios y noticiarios de la Corporación Catalana de Radio y Televisión

Perdonen que me ponga nostálgico. Contribuí, con el entusiasmo de un trotskista en el exilio, a la fundación del partido Ciutadans. La oleada de civismo que suscitó la iniciativa, y que redundó en verdaderos problemas de acomodo y gestión del respetable, apenas tuvo eco en TV3. La razón que arguyó Mònica Terribas, directora de La Cosa, fue que Ciutadans era una algarada españolista sin representación parlamentaria y que, como tal, debía ceñirse a los mismos criterios informativos que una banda de rumanos. Hace un año y medio que TV3 reserva una porción de sus noticieros a lo que bien pudiera ser, conforme al libro de estilo, otra banda de rumanos. A este respecto, véase el bucle alucinado que Daniel Tercero y Alejandro Tercero divulgaron en La Voz de Barcelona.

Encartes en prensa, mailings masivos, etcétera

Y todo esto, ¿quién lo paga?, se preguntaría Josep Pla. Nadie; en puridad, nadie. Cataluña es una red clientelar en que se compran y venden prebendas, por lo que basta con un qué-hay-de-lo-mío para que, al punto, cualquier empresa de servicios a la que le vaya una concesión se preste a la mascarada. Sobre este particular, el de los montadores de chiringuitos al servicio del poder, habríamos de hincar los codos. ¡A ver si todo se va a quedar en las bodas de Correa!

Campañas promocionales en las que los yoelyuans de turno llamaban al voto

Todos los personajes que aparecen en el vídeo son presentadores, actores y, en general, deudores de TV3. De ese hatajo de cobardes no cabe formular crítica alguna, antes al contrario. Más allá de la necesidad alimenticia y la circunstancia de que fueron impelidos por terceros, lo cierto es que ilustran a la clara la diferencia entre coacción y libertad. ¿Recuerdan al tipo que me sugirió que podía votar que no? La inanidad de su palabrería se aprecia en carne viva en ese vídeo, donde no aparece un solo mediático que llame a votar contra la independencia. Ni un Boadella, ni un Espada, ni un Tubau, ni un Trillas, ni un Falcones, ni un Arcusa... Tengo para mí que no se habrían prestado al paripé, pero la democracia, cuando es americana de verdad, suele versar sobre un intercambio de sutilezas o, por decirlo en hispano, un choque de cabestros.

Cientos de artículos de prensa

¡Qué dirá mañana esa prensa canalla! En Cataluña, y respecto al porvenir de la independencia, lo estremecedor es qué dijo esa prensa canalla.

Jordi Pujol

En 1992, este estadista de la señorita pepis desdeñó la obligación de musitar un miserable párrafo acerca de las bondades de los Juegos Olímpicos. Temeroso de que Barcelona devorase a Cataluña; de que Mariscal, Maragall, Ajoblanco, Peret y Fermín Cacho pusieran fin a su afanes bonapartistas, dejó que botara, botara, botara Maragall. Antes del 10-A, anduvo de gira por universidades, cataluñarradios y demás paraninfos del bien para hacer eso que él llama "inexorable pedagogía de la independencia".

El presidente Mas

Artur Mas pregonó que había votado a hurtadillas, lo que convierte su concepción de las hurtadillas en un fenómeno bastante similar al edredoning de Gran Hermano. En Cataluña, la confusión de lo público y lo privado guarda una cierta analogía (por lo demás, inquietante) con el hecho de que cualquier decisión política es susceptible de ser personal (en un sentido de lo personal semejante al de cualquier desodorante). Así, cuando se votó en el Parlamento la prohibición de los toros, los diputados de CiU y PSC anclaron la libertad de voto en el hecho de que matar o morir era una cuestión que obedecía a una ética individual. Del mismo modo, el voto a favor o en contra de la independencia ha sido aventado como una suerte de vicio intransferible que no tiene nada que ver con el parlamentarismo. Lo preocupante, desde el punto de vista de la democracia y sus resortes, es que las decisiones más trascendentes no dependen de los programas de los partidos, sino de lo que cada parlamentario decida "en conciencia". De ahí que, en sucesivas convocatorias electorales, sea de recibo conocer el muro de Facebook de cada uno de esos energúmenos que, de buenas a primeras, prohíben los toros, votan contra España o se proclaman a saber qué.

La puta y la Ramoneta

El gobierno en pleno ha entonado públicamente el te quiero, no te quiero, te quiero, no te quiero... según un ritual impúdico por el que señoras que se fingen licenciadas en psicología se consideran aptas para ejercer las artes de la poda y el desprecio.

Los colegios electorales

Han estado abiertos de diciembre a abril, tal vez por aquello de que toda nación es un refrendo cotidiano, como dijo el sabio.

Censos electorales engordados por rauxeros-canaleteros de 16 y 17 años

"Censos electorales", digo. Hasta qué punto me habré contaminado del lenguaje del poder que a la deposición de los cuatro sopa-cabras le doy categoría electoral.

Concesión de derecho al voto a los inmigrantes

Algo habrán hecho.

 

http://www.albertdepaco.blogspot.com/

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