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ECONOMÍA

Independencia energética

La crisis del petróleo revela algunos de los más absurdos mitos estatistas, como el control de precios, el racionamiento, los subsidios y la supuesta necesidad de lograr el autoabastecimiento de combustibles. Entre estos mitos, los más nocivos son los subsidios y las políticas que promueven la independencia energética y el ahorro de divisas, que mucho tiempo después de terminar la crisis seguirán causando estragos a los países pobres.

La crisis del petróleo revela algunos de los más absurdos mitos estatistas, como el control de precios, el racionamiento, los subsidios y la supuesta necesidad de lograr el autoabastecimiento de combustibles. Entre estos mitos, los más nocivos son los subsidios y las políticas que promueven la independencia energética y el ahorro de divisas, que mucho tiempo después de terminar la crisis seguirán causando estragos a los países pobres.
El Gobierno paraguayo, para preservar el monopolio estatal de petróleo (Petropar) y seguir subsidiando el gasoil, firmará un acuerdo con Hugo Chávez, que le otorgará un crédito blando a largo plazo para la compra de petróleo venezolano. Ello resultará no solo en una montaña de deudas innecesarias, porque los consumidores pagan al contado por el gasoil, también en la dependencia de un Gobierno extremista e inestable. ¡Adiós a la mentada autonomía energética!
 
El subsidio para mantener el precio del gasoil, explican los burócratas, si bien quita recursos a escuelas y hospitales, evita el impacto sobre los más pobres. El impacto más importante, sin embargo, será precisamente sobre el ingreso de los más pobres. El perjuicio del subsidio es doble: primero, los recursos que se quitan a la gente para financiarlo reducen el consumo y, por ende, la producción y el empleo; segundo, el derroche y corrupción que trae la intervención estatal. La falta de recursos para escuelas y hospitales es adicional.
 
Los gobiernos no producen –ni deben producir– nada. No es su función. Por ello carecen de recursos propios, y todo lo que gastan en obras sociales, salarios o subsidios previamente lo quitan a la gente con impuestos e inflación. Cuando el Gobierno, para evitar un "fuerte impacto económico", subsidia el gasoil, el alcohol y el biodiésel, lo que hace es sacar a los contribuyentes para dar a los empresarios que los comercializan. Así despojan incluso a los muy pobres, que no usan gasoil ni tienen vehículos.
 
Esta es la "justicia social" del estatismo: sacar de la boca a los que no tienen que comer para subsidiar a empresarios, transportistas y dueños de lujosos vehículos diésel. En esta perversa redistribución se quita dinero a los más pobres para repartirlo entre los más pudientes. En economía no hay almuerzo gratis, lo que el Gobierno concede a un sector debe quitarlo a otro. Y en América Latina, a diferencia de Europa o EEUU, no sobra dinero para subsidios.
 
La idea de la independencia energética es todavía más absurda. Por ley se obligará a la gente a mezclar alcohol con nafta y el biodiésel con gasoil, a fin de ahorrar divisas y reactivar la agricultura. Pero la producción interna de alcohol y biodiésel no ahorra divisas a nadie. Todo el dinero que los países gastan en la compra de petróleo deben utilizarlo los vendedores de petróleo para comprar productos de los primeros.
 
La lógica del comercio internacional se entiende mejor olvidando que los dólares sólo son un medio de intercambio y pensando en el trueque: soja por petróleo. El Paraguay, cuanto más consume petróleo importado, más debe exportar soja. Si deja de importar petróleo para ahorrar divisas, también dejará de exportar soja.
 
En el mundo moderno, caracterizado por una extensa división del trabajo y donde los países se especializan en la producción de los bienes y servicios en que tienen mayores ventajas comparativas, la política de autonomía energética es enteramente irracional. Es lo mismo que intentar ser independiente en la producción de camisetas, trigo o zapatos.
 
Un país que sea autosuficiente mediante la producción de biodiésel no será un país seguro. Por el contrario, en lugar de distribuir los riesgos en mercados globales pondrá "todos sus huevos en una sola canasta": el clima. Eso no es muy diferente a depender del antojo de Hugo Chávez.
 
En el mercado internacional de petróleo ningún país es dependiente de otro. En varias ocasiones algunos países exportadores intentaron castigar a otras naciones con embargos, pero les resultó imposible prohibir que su petróleo fuera vendido a las mismas. En el mercado global todo el petróleo se mezcla, se compra y se vende, sin discriminación de ideologías, razas, culturas o religiones.
 
 
© AIPE
 
Porfirio Cristaldo Ayala, corresponsal de la agencia AIPE en Paraguay y presidente del Foro Libertario.
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