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ECONOMÍA

Importa el tipo de cambio real, no el monetario

Cansado de batallar contra quienes piden que el Banco Central Europeo baje su tipo de interés de referencia para combatir la recesión, vuelvo mis armas contra quienes piden una depreciación del euro con el objeto de mejorar la competitividad de la economía europea.

Cansado de batallar contra quienes piden que el Banco Central Europeo baje su tipo de interés de referencia para combatir la recesión, vuelvo mis armas contra quienes piden una depreciación del euro con el objeto de mejorar la competitividad de la economía europea.
Sede del Banco Central Europeo.
Sostendré en este artículo que la apreciación del euro, hasta alcanzar los 1,54 dólares, no supone por sí sola una reducción de la capacidad exportadora de Eurolandia. Tampoco es verdad lo contrario: que el dólar valga 65 céntimos de euro en términos nominales no provoca sin más que nuestros mercados se vean inundados por las exportaciones de los países del área del dólar.
 
Para saber si Eurolandia ha perdido competitividad por razón de los movimientos del cambio de divisas hay que tener en cuenta, por lo menos, la inflación en nuestra zona y en la del dólar. Dicho de otra forma: no importa el tipo de cambio monetario, sino el real, y sobre éste influyen, entra otros factores, las tasas de inflación relativas.
 
Para entender este concepto elemental del tipo de cambio real (y no volver a decir tonterías) hay que seguir los pasos de un razonamiento aritmético muy sencillo. Como he dicho, un euro se cambia, en los mercados de divisas, por unos 1,54 dólares. Si el mes que viene el euro valiera 1,45 dólares, la moneda americana se habría apreciado respecto de la europea. Si, por el contrario, subiera hasta los 1,60, el dólar se habría depreciado (se entiende que nominalmente). Sin embargo, no podemos contentarnos con este valor nominal o meramente monetario de la divisa. Debemos dar un paso más y averiguar la evolución del cambio real. Para ello habrá que tomar en cuenta las tasas de inflación en las dos zonas.
 
Calcular el cambio real del dólar en euros equivale a comparar el poder de compra de la moneda americana en Europa y en EEUU. Calculemos los dólares que una cesta representativa de bienes y servicios cuesta en Eurolandia, y luego averigüemos el precio en dólares de esa misma cesta en EEUU. El tipo de cambio real del dólar dependerá del poder de compra relativo de dicha moneda en uno y otro mercado. Se trata, pues, de un sencillo quebrado. Para averiguar el tipo de cambio real, colocamos en el numerador los euros que vale la cesta de bienes europea multiplicados por el cambio nominal de 1,54 (con lo que expresamos el valor de la cesta europea en dólares); en el denominador colocamos el precio de esa cesta en el mercado americano (también expresado en dólares). Suponiendo fijo el cambio nominal, si el nivel de precios es más bajo en Europa que en EEUU, el poder adquisitivo del dólar en Europa será mayor que en América.
 
Así se llega a una conclusión sorprendente y contraintuitiva: la mayor inflación relativa en EEUU tiene el mismo efecto que una apreciación del dólar, pues con las subidas generales de precios se encarece lo allí producido respecto de lo producido en Eurolandia. Tomaré como ejemplo la situación actual. El tipo nominal del cambio dólar-euro es de 1,54 dólares por euro. La tasa de inflación media en Eurolandia es en estos momentos del 3,2%; en EEUU, del 4%. Si multiplicamos 1,54 por 3,2 y dividimos entre 4, el resultado es un cambio real de 1,23 dólares por euro. Se deduce, pues, que si los precios suben más rápida y continuamente en EEUU que en Eurolandia, el denominador de nuestra fracción aumentará, con lo que el tipo de cambio real del dólar, en vez de quedarse en 1,54 por euro, pasará a ser realmente de 1,23, sin haberse movido el cambio nominal. De ello se deduce que a los europeos les será más fácil exportar a EEUU, y al revés a los americanos.
 
El paso siguiente acaba de darlo esta misma semana el presidente de la Reserva Federal. Bernanke ha declarado, tras consultar con el Departamento del Tesoro, que vería con disgusto que continuase la depreciación nominal del dólar, por sus efectos inflacionistas. La razón que ha dado es que la depreciación del tipo de cambio da lugar a presiones inflacionistas en el interior. Las importaciones, especialmente las de productos petroleros, se encarecen, y aumenta la demanda de bienes nacionales por parte de los extranjeros. Ello dará lugar a tensiones inflacionistas si el banco emisor mantiene barato el dinero. ¡El tipo de cambio nominal del dólar en el numerador de nuestra fracción influye en el denominador, que es la inflación en EEUU! Si se abarata el dólar, una fuerza contraria hace que se encarezcan los productos americanos.
 
A corto plazo, el tipo de cambio nominal viene influido por el tipo de interés con que se remunera la deuda pública en EEUU. Bernanke ha buscado reducir ese interés artificial e imprudentemente. Ahora se encuentra, aprendiz de brujo que es, con que su política monetaria está trayendo subidas continuadas de precios por la devaluación de la moneda que él ha ayudado a causar. Queda clara la lección: ni vale fijarse sólo en el tipo de cambio nominal, ni es prudente reclamar a gritos su depreciación, como hace el presidente Sarkozy.
 
Comenzamos a intuir que jugar con el tipo de cambio nominal es un tiro que puede salir por la culata. No la toquéis más, que así es la rosa.
 
 
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