Menú
CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Günter Grass, ese oscuro objeto de consumo

Francamente, no entiendo por qué Hermann Tertsch viajó hasta una isla danesa para hacerle una larga entrevista a Günter Grass, que no añade ni quita nada a lo que ya ha dicho, y por los codos, el propio Waffen SS. Bueno, siempre pueden aducirse algunas explicaciones: le hizo ilusión ese viaje a Dinamarca para visitar a un viejo amigo, fue una exigencia de sus señoritos, pensó que le serviría para retrasar algo su propia condena, porque varios de sus últimos artículos son como relámpagos de sentido común democrático en las tinieblas de la inquisición burocrática que rige El País.

Francamente, no entiendo por qué Hermann Tertsch viajó hasta una isla danesa para hacerle una larga entrevista a Günter Grass, que no añade ni quita nada a lo que ya ha dicho, y por los codos, el propio Waffen SS. Bueno, siempre pueden aducirse algunas explicaciones: le hizo ilusión ese viaje a Dinamarca para visitar a un viejo amigo, fue una exigencia de sus señoritos, pensó que le serviría para retrasar algo su propia condena, porque varios de sus últimos artículos son como relámpagos de sentido común democrático en las tinieblas de la inquisición burocrática que rige El País.
Günter Grass.
Sea lo que fuere, su reportaje del domingo 10 de septiembre no aporta la menor novedad sobra Grass, porque describir la casa de veraneo del Nobel tiene un interés bastante limitado. Salvo un detalle, para mí importante pero que probablemente habrá pasado inadvertido a los habituales lectores carcaprogres de esa exitosa vergüenza nacional. En el curso de la entrevista Tertsch le pregunta a la foca si consideraba acertadas las acusaciones de antisemitismo que se habían proferido contra el minimovimiento literario y generacional Grupo 47, del que formó parte. "En absoluto –respondió la foca–; incluso había judíos en nuestro grupo. Pero, ¡gracias a Dios!, no éramos filosemitas".
 
¿Se dan cuenta de lo que significa esta confesión implícita? No estoy seguro, da lo mismo, prosigamos. A fin de cuentas, después de todo este batiburrillo que no cesa, debido a su rentabilidad, lo que me resulta evidente es que lo menos malo que ha hecho Grass en su vida es alistarse en las Waffen SS. No es que yo considere que fue una acción noble y progresista, sólo que el resto fue peor.
 
Llegados a este punto debo precisar que a mí no me gustan las novelas de Grass, y además formo parte de los que consideran que el talento, o el genio, de un artista es lo esencial, incluso si sus opiniones políticas, religiosas o filosóficas nos resultan deleznables. Por ejemplo: Pablo Neruda, Ezra Pound o, ahora, Harold Pinter. Claro que el escritor, el artista, es también un ciudadano y no puede cometer crímenes y escapar a la ley. Lo cual ocurre a veces, desgraciadamente, como en el caso de Luis Althusser, que asesinó a su mujer y no fue ni juzgado ni condenado: sólo pasó una temporada en una clínica. Pero claro, él era de izquierdas.
 
En el caso de Günter Grass, sus pesadas novelas siempre me han aburrido. Cuando se publicó la primera, o en todo caso la primera traducida al francés y con éxito: Les années de chien, muchos amigos me alentaron a que la comprara. Lo hice. No la terminé. Lo mismo ocurrió a otras veces, y recuerdo perfectamente a mi gran amigo difunto, Xavier Domingo, prestándome, y jaleándome para que la leyera, creo que fue "La trucha" (?). Tampoco la terminé. En cambio, Xavier no terminó V, de Pynchon, que a mí me entusiasmó. No me cabe la menor duda de que Xavier se entusiasmaba, o no, por motivos literarios, y no políticos, y yo lo mismo. Con lo cual se demuestra otra vez aquello que los poderes pretenden negar, la sagrada subjetividad del lector, del autor, del individuo, por esencia contradictoria.
 
Pero Günter Grass es un personaje político, y de eso quiero hablar. Si al final de la guerra mundial se puede entender, no aplaudir, que un joven intoxicado por la propaganda nazi, como millones de sus compatriotas, después de haber intentado formar parte del pasaje de un submarino, cosa imposible, ya que los submarinos habían sido (¡gracias a Dios!) casi todos destruidos por los aliados, se alistase en los Waffen SS, en una situación en la que la Alemania nazi, al borde de la derrota, movilizaba a todos, hasta los chavales de doce y trece años –Grass tenía diecisiete–; no tiene nada de particularmente monstruoso. O mejor dicho, lo monstruoso era el totalitarismo nazi. Lo malo para Grass es que eligió lo peor de lo peor. Porque las Waffen SS eran una legión extranjera que más que combatir en los frentes se encargaba de la represión en la retaguardia. Ahora dice que no ha disparado jamás ¿No será otra mentira?
 
Lo que no soporto es lo que ha hecho después, convertido en "conciencia moral" de Alemania, algo desde luego rentable, véase el Nobel, su casa en una isla danesa y todo lo demás. "Conciencia moral" que siempre eligió la URSS (¿habló del Gulag?) contra los USA, se opuso a la reunificación de Alemania, se opuso a todo lo que significaba progreso democrático. Siempre ha defendido a Castro, por ejemplo, y ahora defiende a los islamistas y culpa a Occidente de todo. Su postura de hincha de Willy Brandt es un poco más ambigua, porque Brandt fue un político ambiguo. O mejor dicho, un traidor: de valiente alcalde socialista de Berlín, enfrentándose al bloqueo soviético (con la ayuda del ejército norteamericano y su puente aéreo, desde luego), pasó, con su "apertura al Este", a arrodillarse ante el Kremlin, y hasta su secretario personal era de la Stasi.
 
Lo que con razón se le critica a la foca Grass (¿se han fijado en el parecido?) es que no sólo ha ocultado hasta ahora su pasado Waffen SS, sino que se pasó la vida insultándose anónimamente, o sea insultando a todos los que, como él, tuvieron algo que ver con el régimen nazi, los que se alistaron en el partido único o en las Waffen SS, incluso a los que fueron únicamente pasivos ante el totalitarismo. A todos ellos los condena, y por lo tanto, objetivamente, se condenó a sí mismo.
 
"La cosa tenía que madurar literariamente, para que pudiera escribirla", algo así le dice a Tertsch. Esa "maduración literaria" no es más que un estudio del mercado. Ha calculado que después de tantos años su confesión no le restaría beneficios, al revés, crearía algo de escándalo y debate y provocaría un incremento de las ventas. Y así ha ocurrido. No ha perdido su honor en esta operación publicitaria, porque jamás lo tuvo. Es un oscuro objeto de consumo. No es el único.
 
Los que han mentido sobre su pasado o sobre la historia contemporánea no son batallones, sino regimientos. En España pululan, creo, aún más que en Alemania. Los kameraden polizei comunistas, españoles o no, colaboradores de los SS en los campos nazis, que vuelven como heroicos resistentes cuando fueron asesinos a sueldo –miserable sueldo– de los nazis. O Santiago Carrillo, el anciano mimado por el Rey, como por El País, otro pájaro convertido en producto de consumo con el rótulo "nuestro buen comunista", que no cesa de mentir, sobre Paracuellos, sobre el asesinato de Andrés Nin, sobre el pacto nazi-soviético, etc. De todas formas, la historia del totalitarismo comunista es la historia de la mentira.
 
Tenemos un peculiar y estupendo ejemplo actual, y muy parecido a Günter Grass: el real académico de la mentira, Juan Luis Cebrián, que, como la foca, se pasa la vida denunciando a los franquistas; hoy, treinta años después de muerto Franco. Porque él fue franquista, hasta los tuétanos y la camisa azul. Lo cual demuestra un coraje inaudito. Al denunciar la bullshit se retrata casi perfectamente; casi, porque él no es mierda de toro (¡ya quisiera!), es caca de borrego.
 
Lo que me ha colmado de alegría es que estos días, abandonando sus sabrosos negocios, se ha lanzado al ataque histérico contra los "mentirosos", lo cual demuestra que la labor informativa sobre los trapicheos del Gobierno en torno a los atentados de Atocha, su rendición ante ETA, los pactos mafiosos en Cataluña y algunas mierdas más, denunciadas por nosotros (à tout seigneur, tout honneur) pero también por La Mañana y La Linterna, en la COPE, y El Mundo, por ejemplo, provocan el histerismo generalizado en el Gobierno, el PSOE, el hombre de negocios capitalista anticapitalista Cebrián y su estercolero, El País. Lo cual demuestra que damos en el clavo.
 
¡Adelante, Federico, Pedro Jota y todos los demás! Vamos por el buen camino, y no es imposible que triunfemos. Y si no nos dan el Nobel, porque no somos de izquierda, ¿qué más da? Tampoco somos turcos.
0
comentarios