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LA POLÍTICA A PESAR DE TODO

Guerra única y total contra el terror

El tercer aniversario del 11-S invita a hacer balance de la historia de la vesania que se inició aquella jornada aciaga. Para empezar, sólo EEUU e Israel parecen estar preparados y dispuestos a afrontar la guerra contra el terrorismo islámico y sus franquicias declarada entonces, y que mantiene al mundo en vilo aunque no en alerta.

El tercer aniversario del 11-S invita a hacer balance de la historia de la vesania que se inició aquella jornada aciaga. Para empezar, sólo EEUU e Israel parecen estar preparados y dispuestos a afrontar la guerra contra el terrorismo islámico y sus franquicias declarada entonces, y que mantiene al mundo en vilo aunque no en alerta.
A pesar de los análisis optimistas que nos llegan desde la Casa Blanca y el Pentágono (es periodo electoral en USA), el estado actual de la lucha contra el terror, tres años después de los atentados de Nueva York y Washington, no ofrece un horizonte positivo ni tranquilizador. Cierto, se ha conseguido neutralizar el bastión talibán en Afganistán, Sadam Husein ya no somete Irak ni amenaza la seguridad de sus vecinos, y algunos "Estados gamberros" han disminuido su impune actitud habitual de intimidación y exhibición de musculatura terrorista, como es el caso de Libia y tal vez Corea del Norte. Tampoco se han vuelto a repetir los golpes contra EEUU. Que conste esto en la columna del haber. Pero, me temo que es preciso reparar en que hoy la campaña terrorista mundial ha subido en extensión e intensidad, y lamentablemente no vivimos un mundo más seguro ni los agentes del terror se han visto forzados a volver a las montañas y grutas de donde proceden, ni, en el mejor de los casos, han sido liquidados o detenidos. Sadam ha sido cazado, pero no Bin Laden. El eje del mal no sólo no se ha quebrado, sino que tiene cada día más fechas que celebrar y que colocar en su sanguinaria vitrina de trofeos. Manhattan, Madrid, Beslán…
 
Sin duda hay un antes y un después del 11 de septiembre de 2001. Pero, aquella fecha infame no marcó el inició del horror, que venía de antes (atentados contra las embajadas norteamericanas en Kenia, Tanzania, inaugurales ataques suicidas en Líbano, asalto al navío USS Cole en Yemen, etc.), sino la tácita declaración de guerra total y sin cuartel contra las sociedades occidentales, simbolizadas por las Torres Gemelas y el Pentágono, los emblemas del capitalismo y de la defensa del mundo libre. Desde aquel momento supimos que el asunto iba en serio y que el conglomerado de guerras civiles mundiales en curso había confluido en una colosal guerra terrorista global. Inmediatamente después, cuando empezaron a verse las primeras reacciones apaciguadoras y claudicantes por parte de gobiernos e influyentes poderes fácticos de opinión, y la Izquierda desarticulada en 1989 hinchaba el pecho sintiéndose rejuvenecer, entonces comprendimos sin reservas que había comenzado la larga marcha de la Internacional Terrorista, la nueva alianza totalitaria mundial, el nuevo Eje (del mal) contra la sociedad abierta. Aunque todos los terrorismos son lo mismo, adquieren distintas fisonomías debido a la coloración que imprime la versátil y rampante diversidad cultural. Este hecho confunde a muchos, empeñados en hacer equilibrismo nominal y puntualizaciones propias de experto de pizarra en ciencia política y sociológica o de ministras de cuota, como nuestra ecologista, feminista e hidrofóbica ministra Narbona, patrocinadora del reciente concepto de "terrorismo forestal", que es como echar más leña al fuego. Luego, claro, todo arde.
 
Terrorista suicida de HezboláNo llego a afirmar que la guerra mundial contra el terrorismo se esté perdiendo, aunque tampoco diré que la estamos ganando. La explicación de este hecho lamentable, creo, está en la falta de unidad de acción contra los feroces agresores. He aquí un desequilibrio principal, entre otros, que desvela nuestra congoja: mientras embiste una Internacional Terrorista, un Terrorismo Global, que se vale de todos los medios, no tiene miramientos ni escrúpulos y que cuenta con importantes ayudas logísticas y propagandísticas en el interior de las sociedades asaltadas, éstas y sus gobiernos se dedican, en el mejor de los casos, a poner en marcha guerras particulares y/o excepcionales contra objetivos singulares. Si existen "terrorismos favoritos", categoría que jerarquiza y pondera el mal en clases, tampoco faltan los "enemigos escogidos" y los demonios familiares que a modo de vendettas tienden a ventilar sus problemas en casa, sin que lo oigan los vecinos. ¿Durante cuanto tiempo los Gobiernos de países objeto de actos terroristas han procurado evitar a toda costa que se internacionalizara su conflicto, ya que aceptarlo les humillaba y ponía en evidencia? Cada uno, pues, entierra a sus muertos y las cámaras de televisión no pierden detalle del drama. La opinión pública se desespera y delira, sale a la calle a manifestarse junto a sus gobernantes, todos solidarios e igualitariamente encogidos, muertos de miedo. El grito de sálvese quien pueda adquiere así rango político general. ¿No es esto ya una señal de derrota?
 
Hay gritos y susurros, pero no reacción global y concertada. He aquí el problema. Cuando comenzó la intervención de Irak había detrás una coalición internacional, si bien limitada. Europa estaba dividida. Turquía negó la ayuda a EEUU. Las autoridades de Arabia Saudí, Pakistán y otros diletantes jugando con dos barajas. Pronto la coalición se desinfló y comenzaron las deserciones. Por vez primera, el actual Gobierno español socialista tomó la iniciativa: someterse y huir. La guerra única y total contra el terrorismo ha quedado atascada en Irak, una batalla aún sin ganar. ¿Quién hablará ahora de la posibilidad de abrir nuevos frentes y de completar la intervención allí donde siguen amparando, financiando y promoviendo las acciones terroristas? En Oriente Próximo, Israel lucha sola, e incluso sus escasos aliados le piden a menudo que frene su ímpetu. Israel vivirá en estado de guerra mientras no sea reconocido su derecho a existir como Estado, pero no puede luchar en exclusiva contra sus enemigos, que cada día aumentan. Tampoco América puede hacerlo por mucho tiempo. Ni, en cualquier caso, soportar los costes humanos y económicos que ello implica, y que incitan al advenimiento de un Kerry de turno que archive la USA Patriot Act en la Biblioteca Nacional.
 
Las fuerzas democráticas de las que depende el destino del planeta, a diferencia de los terroristas, se juegan su futuro en las elecciones, en la inclinación del voto de una opinión pública aterrorizada y envenenada por una propaganda implacable que incita a la rendición. ¿Qué ocurriría si Bush pierde las elecciones de noviembre o Sharon cae en desgracia? El Gobierno de Blair está en la cuerda floja todos los días. Y la foto de las Azores ha adoptado tonos sepia. La ONU y la OTAN están paralizadas. ¿No es hora ya de repensar y recomponer la unidad de acción contra el terror y de atender seriamente el tema de las alianzas, antes de que sea tarde o los otros se adelanten? Véase si no la reciente iniciativa de Moratinos en el sentido de "construir una alianza estratégica con los países árabe-musulmán" y de emprender una "reflexión profunda" para aplacar a los "grupos violentos". Ya sabemos lo que eso significa.
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