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De las hondas resonancias

Anticlerical: "X considera que el clero traiciona metódicamente a Cristo, y la repugnancia que le inspiran estos célibes, según él mayormente hipócritas, es virulenta". Antimilitarista: "Al mismo tiempo X ha llegado a odiar el militarismo...". Socialista: "X se había dado cuenta muy joven, allá en la Vega granadina, de que la sociedad española era profundamente injusta". Liberado: "Si el adolescente se rebela con tanta rabia contra el Dios cristiano, es, sobre todo, porque éste no tolera el erotismo, cargando con prohibiciones mortales una actividad que debería ser fuente de gozo y de bondad". Hippie o... ¿teólogo de la liberación?: "Al adolescente heterodoxo, rebelde contra el Dios del Antiguo Testamento pero seguidor del mensaje fraternal de Cristo, le atrae poderosamente la filosofía india". Ecologista: "El panteísmo, el panerotismo y la ternura de los sistemas orientales suscitan en un X profundamente enamorado de la naturaleza, gracias a los once años de su infancia en la Vega de Granada, una honda resonancia" (¿Qué será eso de la "honda resonancia"?).

Es imposible que a estas alturas no sepa usted de quién estamos hablando. Por si acaso, una pista más. Este hippie socialista, ecologista, liberado, anticlerical y antimilitarista era además homosexual y, como tal, un desdichado, un pobre infeliz: "...pese a todos sus dones, su encanto y su aparente alegría, X era en el fondo un marginado".

El retrato está completo. Falta decir que era poeta y que su amigo Dalí lo llamaba Lorquito. Y una vez sentados tan hondos y resonantes cimientos, ya sólo queda apuntar lo que glosa sin fin Ian Gibson, hispanista de profesión, en su penúltimo libro sobre el poeta asesinado. Y es que la amistad de Dalí y de Lorca no fue tal, sino una relación amorosa frustrada por la ambición, el exhibicionismo y la vanidad del primero. Dalí no supo aceptar la demanda de Lorquito porque era incapaz de aceptarse a sí mismo y vivir su propia sexualidad como "fuente de gozo y de bondad". Y es que Dalí no era de izquierdas, como se vio luego. En el fondo, viene a decirnos Gibson, no era ni homosexual ni gay, sino otra cosa de nombre más castizo y degradante.

¡Ah!, si Dalí se hubiera realizado como homosexual liberado, Lorca habría encontrado en sus brazos la paz espiritual que tanto anhelaba... La Resi, como Gibson llama gozosa y bonachonamente a ese colegio mayor de señoritos consentidos que fue la Residencia de Estudiantes, habría servido de marco ideal al maravilloso idilio. La pareja vanguardista y multimedia, desbordante de bondad y de gozo, habría escrito bellos poemas y pintado inolvidables cuadros, compuesto espléndidas óperas y dirigido películas emocionantes y sobrecogedoras. También habría liderado en la revolución social, reinstalado un culto panteísta y oriental en España, y salvado la capa de ozono, el oso pirenaico o las focas de Chafarinas. Por no hablar del modernísimo plan urbanístico que entre los dos habrían patrocinado para recuperar la belleza de Granada, pues, como afirma Gibson y saben todos los que han oído alguna vez las sandeces de Américo Castro y Juan Goytisolo, "la paulatina destrucción de Granada había empezado siglos atrás, en 1492, a partir de la toma de la ciudad -último baluarte islámico en España- por los Reyes Católicos".

Así es que la reina Isabel la Católica tuvo la culpa de todo. ¿O fue Franco? Perdón, queríamos decir que el verdadero culpable fue Dalí, que no supo enfrentarse a la represión burguesa con la valentía de su amigo... Cuando se alcanza el récord de estupidez al que se encumbra este libro, pocas cosas quedan por decir. Tampoco hace falta apuntar qué secretos deseos y qué vergüenzas inconfesables, putrefactos a fuerza de ocultamiento e insinceridad, revelan afirmaciones como las anteriores. Mucho menos tenemos que preguntarnos, a estas alturas, cómo nuestro país y nuestra historia han llegado a significar una monstruosidad parecida. Si alguien necesita de terapias, la primera regla es que se las pague él mismo.

Pero si nosotros no vamos a hacer el gasto, sí que se pueden hacer algunas consideraciones colaterales. La primera es que este libro se publica en una colección que es una de las herederas de la antigua Espejo de España, de la editorial Planeta. Durante mucho tiempo Espejo de España representó para un público amplio, interesado y con una cultura media más que respetable, la historia más viva de su país. Se ve que los editores consideran que este público ha sido sustituido por otro.

Es una pena. El primero no habría aceptado nunca la papilla de lugares comunes y verdades a medias que es este Lorca-Dalí. De hecho, se habría sentido estafado y más que probablemente, insultado. Por lo que se deduce del relevo, el público de hoy es mucho más dócil que el de ayer y las tragaderas de los bienpensantes de ahora alcanzan un tamaño que sus antecesores ni siquiera habrían imaginado. Galdós detectó en la España de su tiempo un virus que llamó el socialismo manso. Qué episodio nacional no escribiría con lo que aquí se le ofrece.

Ian Gibson, Lorca-Dalí. El amor que no pudo ser. Plaza y Janés, Col. Así fue, Barcelona, 1999, 367 pp.

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