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ECONOMÍA

Globalización, inmigración e ignorancia

Guste o no, vivimos en un mundo crecientemente globalizado. Una de las grandes ventajas de EEUU es que es una nación muy grande que en estos días alcanzará los 300 millones de habitantes. Yo, viviendo en el sur de la Florida, puedo intercambiar productos y servicios libremente con toda esa inmensa cantidad de gente sin tener que gestionar permisos de importación o licencias de exportación, pagar comisiones a agentes que tramitan complicados procesos aduanales, comprar divisas extranjeras o tratar de comunicarme en un idioma que desconozco.

Guste o no, vivimos en un mundo crecientemente globalizado. Una de las grandes ventajas de EEUU es que es una nación muy grande que en estos días alcanzará los 300 millones de habitantes. Yo, viviendo en el sur de la Florida, puedo intercambiar productos y servicios libremente con toda esa inmensa cantidad de gente sin tener que gestionar permisos de importación o licencias de exportación, pagar comisiones a agentes que tramitan complicados procesos aduanales, comprar divisas extranjeras o tratar de comunicarme en un idioma que desconozco.
El inevitable éxito de la globalización es que se trata de una fuerza dinámica que beneficia a las grandes mayorías y sólo perjudica a aquellos que, por sus conexiones políticas o porque se dedican a comprar funcionarios, tratan de mantener sus monopolios u oligopolios fuera del alcance de toda competencia extranjera. Esos son los verdaderos enemigos del bienestar general, y no podrían operar sin el apoyo de la corrupción oficial y de la profunda ignorancia ciudadana sobre los conceptos básicos de la economía de mercado.
 
El proteccionismo y los mal llamados tratados de libre comercio, que en realidad sirven para abrir unos pocos centímetros las puertas al libre intercambio mientras se prolongan por 15 o más años las cuotas y protecciones que benefician a los poderosos, y que más perjudican al pueblo, son himnos nacionales de descarada hipocresía. Jamás le oímos decir la verdad a un diplomático o representante comercial, porque el beneficio real del intercambio comercial no pasa por exportar más, sino por importar todo aquello que se consigue más barato en el exterior, en beneficio de los consumidores nacionales. La razón de ser de la exportación es obtener divisas con que poder comprar productos y servicios del exterior más baratos que los producidos en casa.
 
Tal afirmación no es "políticamente correcta", y actualmente vemos al senador demócrata Charles Schumer y al senador republicano Lindsey Graham en campaña para imponer aranceles a China, a menos que este país revalúe su moneda, con el fin de que los norteamericanos paguen más por la ropa y demás productos baratos que llegan de allí. Es el cuento del "campo de juego nivelado" de que tanto se oye hablar en las discusiones comerciales.
 
Los engaños políticos aumentan en la medida que el mundo se globaliza. En EEUU oímos a los políticos hablar de las ventajas del etanol, en vista del alto precio del petróleo y los supuestos peligros del calentamiento terrestre. Lo que esos mismos políticos no dicen es que al etanol brasileño EEUU le impone unos aranceles de hasta el 40%, con lo cual se deja ver claramente que lo que realmente interesa a Washington son los votos de los estados productores de maíz, materia prima del etanol. En Brasil el etanol se destila de la caña de azúcar, pero en EEUU el precio del azúcar es tres veces superior al precio mundial, porque se protege a los cañicultores de la Florida y a los cultivadores de remolacha de Luisiana.
 
Las migraciones responden a esas fuerzas económicas que los políticos tratan en vano de controlar. Como en EEUU los salarios son mucho más altos que en América Latina, la mano de obra seguirá fluyendo al norte y los capitales al sur, para ser invertidos en aquellos países de América Latina donde la mano de obra sea barata, siempre y cuando sus gobernantes respeten los derechos de propiedad.
 
En conclusión, los peores enemigos de la prosperidad son la falta de libertad y la ignorancia en lo relacionado con los conceptos económicos básicos, algo que los maestros (empleados del Gobierno) no enseñan a la juventud.
 
 
© AIPE
 
CARLOS BALL, director de la agencia AIPE y académico asociado del Cato Institute.
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