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ASUNTOS EXTERIORES

Europa contra la libertad

La visita de Bush a Tony Blair ha tenido repercusiones periodísticas interesantes. Las tuvo antes incluso de que se produjera la visita, cuando salieron publicadas varias encuestas acerca de la popularidad de Estados Unidos en Gran Bretaña. Resulta que los británicos piensan que Estados Unidos y Corea del Norte son, más o menos, una amenaza del mismo calibre para la paz mundial.

Un colaborador de The Financial Times comenta este sorprendente resultado alegando que tal vez sea una paradoja típica de británicos excéntricos (Gerard Baker, “Bush is no threat to world peace”, 13.11.03). Pero el propio autor reconoce que no es así. En los quince países de la Unión Europea, la opinión pública tiene la misma percepción de cuáles son las amenazas. La cosa —porque no hay otra forma de llamarla— tiene una primera explicación. Corea del Norte es percibida como una amenaza por su régimen totalitario y por sus programas nucleares. Estados Unidos lo sería por su tamaño, por su poder, por haberse convertido en la megapotencia del mundo moderno.
 
The Economist en un especial dedicado a Estados Unidos que titula “Una nación aparte” intenta profundizar en este aspecto. El 11 de septiembre, según este análisis, habría aumentado lo que Tocqueville llamó la “excepcionalidad americana”. Tocqueville, por cierto, sale citado a lo largo de todo el número y no deja de asombrar su genialidad: los norteamericanos son hoy exactamente como los retrató el francés en 1835. Frente a los europeos, los americanos se siguen distinguiendo en casi todo: en su patriotismo (un 80% están orgullosos de serlo), en la fe religiosa (un 60% afirma que la religión es importante en su vida) y en el papel que conceden al Estado (casi un 60% piensa que el deber del Estado es asegurar la libertad para que cada cual haga su vida).
 
Los europeos piensan que el deber del Estado no es asegurar la libertad, sino garantizar un nivel mínimo de vida para todos. No consideran importante la religión (el máximo es un 33% en Gran Bretaña) y no están particularmente orgullosos de su país (50% de británicos y 19% de alemanes). Como es bien sabido, sigue creciendo la brecha en prosperidad y crecimiento, en cuanto a las inversiones en defensa y, como no podía ser menos, en la tendencia demográfica, alcista en Estados Unidos y a la baja en los países europeos.
 
Entre las diferencias de mentalidad y las diferencias de tendencia, parece que se explica que los europeos se sientan amenazados. La amenaza sería la expresión subjetiva de un hecho sin discusión: que los europeos han perdido definitivamente los primeros puestos. Bien. Lo que ocurre es que es si quien acudiera a Londres a visitar a Tony Blair no fuera Bush, sino Ariel Sharon, las alarmas se dispararían todavía más. Porque si los europeos se sienten igual de amenazados por Corea del Norte y por Estados Unidos, resulta que también se sienten amenazados por Israel.
 
Es posible, como sugiere Gerard Baker en el artículo ya citado, que toda la encuesta esté falseada porque a nadie se le ocurrió incluir una pregunta sobre los palestinos. Pero ya es curioso que la dichosa encuesta, encargada por la Comisión Europea, no contuviera esa pregunta. Y aun así, sigue siendo asombroso que los europeos piensen que Israel es una amenaza. Hay muchas hipótesis para explicar una percepción tan estrafalaria: el antisemitismo, el progresismo de los medios de comunicación, la hegemonía de la izquierda antiliberal en la Universidad y en sectores clave de la formación de la opinión pública europea.
 
Algún optimista podría incluso adelantar que estas opiniones delirantes son el indicio de una demanda no satisfecha, y que si los responsables políticos e intelectuales presentaran una oferta argumental e ideológica más sensata, la opinión pública los seguiría. O tal vez lo que hay que hacer es empezar a plantearse la realidad. Y es que si Estados Unidos avanza en su vocación primera, la creación de un mundo regido por la ley y la libertad, Europa está retrocediendo a sus viejos fantasmas. No se trataría de miedo, es decir de la expresión subjetiva de una inferioridad. Se trataría más bien de la expresión perfectamente clara y consciente de que no se quiere ser como ellos —como Estados Unidos y como Israel.
 
Habrá que empezar a reconocerlo. Lo que no les gusta a los europeos es la libertad. Por algo los que acabaron formando la nación americana —y también Israel— se fueron de aquí.
 
 
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