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LA POLÍTICA, A PESAR DE TODO

Estupideces políticas

Nadie puede poner en duda que la maquinaria del PSOE está bien engrasada y actúa con prontitud. Se ordena un informe que sirva para hacer cargar sobre Aznar y Bush el alza del crudo y la crisis mundial, y en pocos días ya está confeccionado y hecho público. ¿A cuenta de qué esta vez? De la estupidez política de los de siempre.

La verdad es que los comisarios políticos del partido actualmente en el Gobierno de España tienen la faena fácil a la hora de elaborar la propaganda. Cuentan, como un a priori, con la complaciente receptividad de una opinión pública anestesiada, cuando no con su indiferente complicidad; con la servicial disponibilidad de la mayoría de los medios de comunicación, que harán gustosamente las tareas de recadero, de portavoz y altavoz de mensajes; y, sobre todo, con una plantilla o molde que les permite manufacturar los despachos desde los cuarteles generales de Ferraz y Gobelas a toda velocidad, según dos modelos. Modelo A: los partes de guerra contra Irak. Modelo B: informe de daños de los Gobiernos de Aznar.
 
De momento, el guión les está quedando resultón: ¿por qué cambiarlo, pues? La estructura es simple. Sus formulaciones se arman alrededor de un epíteto nuclear que actúa como epicentro de la sacudida, y llega a ser a todas luces más efectivo que emplearse en sesudos razonamientos políticos que la gente sencilla, votante del PSOE, nunca entendería; es más, nunca deberá entender. Así, la guerra de Irak es sencillamente "ilegal, ilegítima e inmoral"; Bush, "belicista, criminal y americano"; Blair, "traidor, mentiroso e inglés"; Sharon, "nazi, matamoros e israelí"; Aznar, en fin, "antipático, autoritario y nacionalista español". ¿Para qué complicar más la labor? Si una imagen vale más que mil palabras, una seca descalificación, o mejor aún, un neto insulto, alcanza de inmediato la altura de un titular, que bastantes simples pueden encontrar hasta ingenioso y gracioso. Hay que reconocer, en honor a la verdad, que los socialistas hacen maravillas con esto de la comunicación, el marketing y la propaganda. Tras el estallido del 11-M, bastaron tres palabras —"Gobierno mentiroso: pásalo"— para ordenar un singular dispositivo de alternancia política, un quítate-tú-para-ponerme-yo, que permitió cambiar las tapicerías de La Moncloa por cambio de inquilinos. Y el resumen de la comisión de investigación al efecto no va a cambiar de disco: "el PP mintió". Cuando la música llega a ser pegadiza… ¿para qué cambiar de estilo?
 
Sin variar, pues, la manera de hacer política, y sin renunciar a los términos comodines que le sacan a uno de un apuro al menor revés, en ocasiones salen con algún hallazgo novedoso que rompe la monotonía. Comoquiera que el encarecimiento del petróleo conmociona las bolsas mundiales y el bolsillo de los ciudadanos, y es preciso justificar la rebaja de crecimiento económico, la subida de impuestos y el aumento del gasto público previstos para el próximo curso político, se impone salir al quite con un informe iconoclasta, y al tiempo ilusionante, que compendie en su mismo título la causa de nuestras cuitas. Helo aquí: Análisis de las causas y efectos del aumento del precio del petróleo. El impacto de la guerra de Irak, presentado el pasado sábado día 14 por el secretario general del Grupo Parlamentario Socialista, Diego López Garrido, y el secretario general adjunto, Francisco Fernández Marugán. ¿Por qué precisamente estos dos grises funcionarios del aparato? Compréndanlo, estamos en agosto, los comités de expertos y los oficiales están de vacaciones, y sólo quedan disponibles el sargento de guardia y el cabo furriel. Hasta aquí, lo normal. Pero, ¿cuál fue el hallazgo conceptual, la serpiente de verano, que envenenó esta vez el comunicado del PSOE difundido a un país en chancletas? Este que sigue: la guerra de Irak fue "una de las mayores estupideces políticas" cometidas por el presidente de EE UU, George W. Bush, seguida "entusiásticamente" por el Gobierno de José María Aznar.
 
A lo largo de esta semana se ha refutado con suficiente claridad y precisión la rusticidad de este diagnóstico, aportándose al mismo tiempo las razones más plausibles que explican el actual encarecimiento del precio del petróleo. No abundaré, pues, en ello ahora. Mas sí me interesa reparar en la descripción esgrimida, pretendidamente ofensiva: estupidez política.
 
Comporta un gran riesgo el emplear la voz "estupidez" como arma arrojadiza contra el adversario, y es quedar uno como lo que al otro echa en cara. Ocurre que, aun empleado ordinariamente como simple dicterio, el término "estupidez" contiene un significado más preciso. "Estupidez" apunta, en rigor, a la actitud de aturdimiento o estupefacción con que se percibe un determinado acontecimiento. De ahí la cercanía del término con "estupor". Estúpido, entonces, es aquel que se queda algo más que sorprendido, alelado; el que confunde las cosas por no captar su realidad. El filósofo francés André Glucksmann dedicó un ensayo al tema en 1985, o sea, a la bêtisse. El imbécil, dice allí, es, en sentido etimológico, el débil, el trabado de cuerpo y espíritu, "el que no tiene la fuerza de levantarse como una bestia".
 
La estupidez, el espíritu que en su imbecilidad se siente "estupendo" y encantado de conocerse, desvela la falta de juicio que se utiliza para enjuiciarlo todo, y se erige en una de las formas ideológicas más representativas de la posmodernidad, por lo que tiene de compendio oficiante de simulacro, simulación y disimulación. El hablar sin saber; el hablar por hablar; el querer pasar por listo o experto siendo un botarate; el no dar con el preciso nombre de las cosas y decir lo primero que se nos ocurre; el maldecir e infamar a falta de argumentos; el querer ofender al insultar; el golpear aun estando grogui: he aquí muestras de comportamiento estúpido.
 
Estupidez: dolencia leve y común de la que nadie está exento; por ejemplo, en política. Vista a la izquierda: algunos desnortados invocan "estúpidas guerras" para quedar bien y así ahorrarse idear un argumento político cabal. Vista a la derecha: algunos descentrados, aturdidos por un pasado demasiado escorado a estribor, y a fin de no ser menos estupendos que los de enfrente, proponen un cambio de rumbo, un "nuevo proyecto", que permita dejar de hacer por una vez el papel de Bestia e interpretar el de Bella. ¡Qué cosas! Cuando la política se aparta de la prudencia y la discreción, se torna inevitablemente sustancia estupefaciente. Ya lo dijo el gran Michel de Montaigne: nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con pompa.
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