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MUNDO ISLÁMICO

Encubriendo la dramática situación de las mujeres musulmanas

Los voceros del islam en Occidente suelen decir que los no musulmanes no se fían de los musulmanes porque ignoran el islam verdadero y apacible. Se trata de una idea que va de la mano de esa otra que responsabiliza a los no musulmanes (por ejemplo, a Geert Wilders y su Fitna) de la vinculación islam-violencia.

Los voceros del islam en Occidente suelen decir que los no musulmanes no se fían de los musulmanes porque ignoran el islam verdadero y apacible. Se trata de una idea que va de la mano de esa otra que responsabiliza a los no musulmanes (por ejemplo, a Geert Wilders y su Fitna) de la vinculación islam-violencia.
El otro día, The Ranger Online, una publicación del San Antonio College y el Alamo Community College (Texas), publicaba una nota, firmada por Martin R. Herrera y titulada "Islam teaches respect for women" (El islam predica el respeto a la mujer), sobre un ciclo de conferencias recientemente celebradas sobre la mujer y el mundo islámico. La nota decía, entre otras cosas, lo que sigue:
[Brenda] Meneses y las otras dos ponentes, Aurora Deiri y Narjis Pierre, coincidieron en señalar que, aunque varía de un país a otro, la situación de la mujer [en el mundo islámico] tiene mucho que ver con la cultura prevaleciente antes de la llegada del islam y con los matices propios de las distintas interpretaciones teológicas.
 
(...)
 
Excepto en casos extremos, que al decir de Meneses son cada vez menos frecuentes, el islam ha promovido los derechos de la mujer antes y con más empeño que el cristianismo. "Si usted me pregunta si hay feminismo en el mundo musulmán, yo le diría que el feminismo está en el mundo musulmán’, dijo Pierre.
 
Es difícil que el mundo occidental vea esto, explicó Deiri, porque tiene un conocimiento muy limitado de la religión islámica; y añadió: esta clase de ignorancia lleva a la gente a malinterpretar algunas de las prácticas islámicas, como el uso del velo entre las mujeres, que los occidentales suelen tachar de opresivas.
 
Cuando se le preguntó por qué el cristianismo y el islam son tan diferentes en la actualidad, si comparten tantos ancestros, Deiri respondió: "A veces la ignorancia te permite conservar el poder".
Así que ya saben: toda opresión que padezca la mujer en el mundo islámico no es sino un remanente de alguna cultura preislámica, y a las féminas les ha ido mejor con la religión de Mahoma que con la de Jesucristo.
 
Bien. Ahora echemos un vistazo a algunas cosas que dudo mucho airee la señora Deiri:
 
El Corán no habla de que los hombres y las mujeres sean iguales; todo lo contrario: equipara a éstas con una huerta, y exhorta a los hombres a que se sirvan de ellas como estimen oportuno:
Vuestras mujeres son vuestro campo de cultivo; id, pues, a vuestro campo de cultivo como queráis (sura 2, versículo 223).
El Corán dice que el testimonio de una mujer vale la mitad que el de un hombre:
(...) Y llamad para que sirvan de testigos a dos de vuestros hombres; y si no encontráis dos hombres, entonces, un hombre y dos mujeres que os parezcan aceptables como testigos, de modo que si una yerra, la otra subsane su error (2:282).
El Corán permite a los musulmanes casarse con hasta cuatro mujeres, y mantener relaciones sexuales con esclavas:
Y si teméis no ser equitativos con los huérfanos, en­tonces casaos con [otras] mujeres que os sean lícitas: dos, tres o cuatro; pero si teméis no ser capaces de tratarlas con equidad, entonces [sólo] una, o [con] aquellas esclavas que sean de vuestra propiedad. Esto hará más pro­bable que no os desviéis de la rectitud (4:3).
El Corán ordena que los hijos reciban el doble de herencia que las hijas:
Dios os prescribe [lo siguiente]: al varón le corresponde el equivalente a la porción de dos hembras (4:11).
Lo peor de todo es que el Corán insta a los hombres a golpear a sus esposas cuando les desobedezcan:
Los hombres son responsables del cuidado de las muje­res en virtud de lo que Dios les ha concedido en mayor abundancia a ellos que a ellas, y de lo que ellos gastan de sus bienes. Y las mujeres virtuosas son las verdadera­mente devotas, que guardan la intimidad que Dios ha [orde­nado] que se guarde. Pero a aquellas cuya animadversión temáis, amonestadlas [primero]; luego dejadlas solas en el lecho; luego pegad­les (4:34).
Nada de esto es cultural, ni estamos ante artefacto histórico alguno.
 
Para comprender el alcance de la violencia que sufren las mujeres casadas en el mundo islámico, el Instituto de Ciencias Médicas de Pakistán ha determinado que más del 90% de las paquistaníes casadas han sido golpeadas o sometidas a abusos sexuales por ofensas como no haber preparado una comida del gusto del agresor o no parir un varón. En la primavera de 2005, cuando el Chad trató de dotarse de un código de familia que ilegalizaría el maltrato de las casadas, los clérigos musulmanes se pusieron en pie de guerra por considerar que se estaba atentado contra el islam.
 
¿Se trata, como dirían Deiri y compañía, de fenómenos relacionados con culturas preislámicas? No, estas cosas pasan porque los clérigos islámicos han hablado bien en todas partes del maltrato a las casadas. Sirva como ejemplo este escrito, fechado en 1984, del muy influyente jeque Yusuf al Qaradaui:
Si el hombre tiene la sensación de que su mujer es cada vez más desobediente y rebelde, debe esforzarse por reconducirla mediante palabras amables y maneras caballerosas, y razonando con ella. Si las cosas no mejoran, entonces ha de dormir separado de ella, tratar de despertar su agradable naturaleza femenina y de restaurar su serenidad, y quizá entonces ella le responda de forma armoniosa. Si esta vía fracasa, entonces le está permitido golpearla suavemente con las manos, aunque ha de evitar la cara y otras partes sensibles.
Incluso el prominente Muzammil H. Siddiqi, ex presidente de la Sociedad Islámica de Norteamérica (ISNA), ha llegado a declarar: "En ciertos casos, un esposo puede hacer uso de acciones disciplinarias moderadas para corregir infracciones morales de su esposa (...) El Corán es muy claro en este sentido".
 
¿Informar sobre todo esto, y sobre el sufrimiento que acarrea a las mujeres otras enseñanzas del islam, es cosa de ignorantes? Lo cierto es que son Deiri y compañía quienes, con su insistencia en negar o quitar importancia a estos asuntos, contibuyen a esparcir la ignorancia. Y si la ignorancia permite a veces que algunos conserven el poder, quizá convendría formular unas cuantas preguntas incómodas: ¿a cuenta de qué anda Deiri propagando semejantes distorsiones de la realidad y medias verdades?, ¿qué poder están tratando de conservar quienes así proceden? ¿No será que quienes se benefician de la ignorancia son los que oprimen a las mujeres en el mundo islámico?
 
¿Por qué Deiri querría ayudar a estos últimos? Es un misterio. Puede que sea cosa del Síndrome de Estocolmo, o quizá estemos simplemente ante un caso de lealtad religiosa. Si se trata de esto último, mal vamos: la situación de la mujer en el islam no mejorará hasta que las musulmanas se dejen de componendas y hablen alto y claro de lo que les pasa. Quizá podrían seguir en este punto el ejemplo de Aisha, una de las mujeres de Mahoma, que una vez le dijo al Profeta: "A ninguna mujer he visto sufrir tanto como a la mujer creyente".
 
Sería una buena manera de empezar a poner fin a tanto sufrimiento.
 
 
ROBERT SPENCER, director de Jihad Watch y de obras como The Truth About Muhammad (La verdad sobre Mahoma) y Guía políticamente incorrecta del Islam.
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