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AL FILÓSOFO NO LE GUSTAN LOS LIBERALES

Emilio Lledó, liberticida

Emilio Lledó, presunto filósofo, admite que desconoce los "entresijos y burbujeos" de los "problemas económicos". Se le nota mucho su ignorancia, pero se permite opinar que el argumento de la "libertad individual para fomentar la riqueza" y "la libertad de emprender, de crear" es un simple "latiguillo"; y que liberalismo es una "oscurecida palabra". No se molesta en aclarar si esto último es un lamento o una denuncia o crítica contra el liberalismo.


	Emilio Lledó, presunto filósofo, admite que desconoce los "entresijos y burbujeos" de los "problemas económicos". Se le nota mucho su ignorancia, pero se permite opinar que el argumento de la "libertad individual para fomentar la riqueza" y "la libertad de emprender, de crear" es un simple "latiguillo"; y que liberalismo es una "oscurecida palabra". No se molesta en aclarar si esto último es un lamento o una denuncia o crítica contra el liberalismo.

Asegura que "no se puede negar la importancia de los llamados bienes de consumo que, al parecer, la economía y los economistas administran". Pero "el verdadero sustento de la sociedad, de la vida colectiva (...) es la educación, la cultura, la ética. Ellas son las verdaderas generadoras de riqueza ideal, moral y material". No entiende que los economistas son investigadores, científicos, y no administradores; y que "la economía" (¿ciencia?, ¿actividad humana?) tampoco administra nada. Los bienes de consumo no son importantes en sí mismos (su importancia sí que se puede negar), sino que los participantes en los mercados los valoran de forma subjetiva, relativa y dinámica: igual que otras entidades inmateriales, como la educación, la cultura y la ética. Quienes insisten en valoraciones verdaderas probablemente están intentando imponer las suyas particulares a los demás, seguramente con algún conflicto de interés (como dedicarse profesionalmente a la educación, la cultura y la ética).

Lledó insiste en mostrar su incompetencia en el análisis económico:

Apenas se insiste en el hecho de que la crisis que padecemos es una crisis que tantos competentes expertos, siguiendo el principio de la libertad y la competitividad, no han sabido evitar, ni tampoco las diversas burbujas –sobre todo las propias burbujas mentales– que inflaban y aireaban. Burbujas que, parece ser, les han permitido construir sin que nadie les pida responsabilidades por sus liberadas y productivas ganancias.

Repite una vez más, asegurando que apenas se comenta, el topicazo de que la crisis la ha causado la libertad. No cita a ninguno de esos presuntos expertos, no se molesta en explicar cómo han contribuido a la crisis (la tontería de las burbujas mentales ni siquiera tiene gracia) o cómo habrían podido evitarla, e insinúa en que se han beneficiado con la crisis. Obviamente ignora a los economistas liberales que sistemáticamente avisan sobre los peligros de la expansión insostenible del crédito.

Lledó se manifiesta como un estatista y colectivista: "La defensa de lo público hace vivir la democracia". Probablemente desconoce toda la problemática relativa a la ineficacia, la ineficiencia y la corrupción de lo público que analiza la teoría de la elección pública. Acompañado de bonitas palabras ("lucha hacia la igualdad", "reflexión sobre las palabras", "ideales de justicia y verdad"), asegura que la democracia "no puede rendirse a las privatizaciones mentales de paradójicos libertadores".

¿"Privatizaciones mentales"? ¿Querrá esto decir que lo de las privatizaciones son sólo ideas aún no realizadas? ¿O que se trata de que la mente de cada uno no sea de dominio público? Parece que a lo que se refiere Lledó, con serios problemas para la claridad expositiva, es a la privatización de la enseñanza: idea que le gusta muy poco. Para Lledó, "la libertad de los padres para elegir el centro en el que educar a sus hijos" es "una de esas frases vacías que hincha las palabras de ciertas oligarquías", "manifestación del menosprecio por la enseñanza pública y por sus profesores" y "no tiene que ver con el deseo de que se practique en la educación una verdadera libertad". O sea, que los padres no quieren poder elegir dónde y cómo educar a sus hijos (es un problemilla menor), la enseñanza pública y sus profesores tienen que ser valorados positivamente porque sí, y hay por ahí malvadas oligarquías que se aprovechan del asunto.

¿Y cuál es esa "verdadera" libertad? "La libertad de entender, de pensar, de interpretar, de desfanatizar, de sentir". Qué bonito. ¿Alguien pretende prohibir todo esto? Lledó pretende que esta verdadera libertad sea fomentada "por encima de todas las sectas" por Educación para la Ciudadanía: como si esa asignatura no pudiera ser manipulada por múltiples sectarios.

Sigue: "Una libertad que enseñase algo más que la obsesión por el dinero y por el solapado cultivo de la avaricia". Y es que hay tanta gente que sólo enseña la obsesión por el dinero y el solapado cultivo de la avaricia, que no se molesta en nombrar a uno solo. Total, todos sabemos quiénes son, ¿no? Igual que esos "personajes de la vida pública" que "arrastran y contaminan" con su engaño: para qué identificarlos o dar algún ejemplo de lo que hacen y dicen.

Lledó se preocupa por la desigualdad y el acceso a la enseñanza de los pobres: tal vez no ha oído hablar del cheque escolar. Según él, los centros privados que "proliferan por nuestro país (...) apenas pueden compararse, a pesar de sus supuestas y publicitadas excelencias, con cualquier colegio o instituto público de Francia o Alemania". O sea, que el peor colegio público francés o alemán es mucho mejor que cualquier colegio privado español: tal vez aquí falte algo de evidencia empírica para apoyar una afirmación tan atrevida y seguramente falsa; pero los padres españoles lo que comparan es colegios en España, y está bastante claro lo que suelen preferir cuando les dejan.

Este asombroso sabio asegura que "los padres franceses o alemanes ni siquiera se han planteado esa posible libertad que, lógicamente, no necesitan": y es que los conoce a todos y sabe lo que necesitan y lo que no necesitan. No está claro por qué existen entonces instituciones privadas de enseñanza en estos países.

A Lledó tampoco le gusta que las universidades se preocupen por ofrecer a sus alumnos la capacitación profesional que las empresas necesitan: la vida universitaria tiene que ser otra cosa, "la pasión por el saber, el crear, el innovar". Sí, pero saber ¿qué?; crear ¿cómo?; innovar ¿con qué? ¿En empresas, tal vez? No, por favor, que los "llamados emprendedores (...) emprendieron la destrucción de nuestras costas". Mejor dedicarse a la elucubración filosófica mediante la cual uno puede asegurar que lo más valioso es... la elucubración filosófica.

Buscando las causas últimas, Lledó llega al fondo del asunto: "En el fondo, toda esa propaganda libertaria es fruto de planteamientos políticos, de dominio ideológico, de sustanciosos prejuicios clasistas, que con doble o triple moral predican libertad, cuando lo que realmente les importa, aunque quieran engañarse y engañarnos, es el dinero". Inmorales, cargados de prejuicios, ideologizados, clasistas, estafadores, autoengañados y obsesionados por el dinero: así son los que predican libertad; en realidad sólo les importa la pasta gansa. Él sólo quiere "decencia", "justicia" e "igualdad". Es tan bueno...

Así que hay que investigar de dónde procede tanta corrupción: "¿Quién privatiza a los políticos? ¿Qué palabras huecas, convertidas en grumos pegajosos, aplastan los cerebros de los que van a administrar lo público, o sea lo de todos, si la corrupción mental ha comenzado por deteriorar esas neuronas que fluyen siempre hacia la ganancia privada?". Lejos de él plantearse que tal vez la gestión pública de la educación no sea una idea acertada, que sus proveedores podrían estar más interesados en sus nóminas y su seguridad laboral que en la calidad del servicio que prestan.

¿Y los votantes? "No se entiende bien cómo a esos destructores de la idea de lo público les votan aquellos que perderían lo poco que tienen en manos de tales personajes. A no ser que la mente de esos súbditos haya sido manipulada y, en la miserable sordidez de la propia ignorancia, esperen alguna migaja". El uso de la voz pasiva oculta la idea esencial de este panfleto incendiario: que Lledó no entiende bien casi nada. Así sólo puede imaginar a los votantes que apoyan las privatizaciones como tontos confundidos o sórdidos y miserables interesados. Naturalmente, esto no les puede suceder a los votantes que apoyan lo público.

"Es un deber de la sociedad investigar y descubrir las razones ocultas de las privatizaciones". A sus órdenes, ilustrísimo señor Lledó, nos ponemos todos inmediatamente a ello. "Es importante conocer en los defensores de la libre empresa, en los apóstoles de la privatización, qué empresa, ideología, fanatismo, les ha privatizado a ellos. Porque se trata de evitar que la patología individual de esos sujetos se convierta en patología, donde se hunde la vida colectiva". Están todos vendidos y acabaremos con ellos para que no nos contagien su inmundicia, "indecencia" y "degeneración intelectual".

"¿Quién nos devolverá, en el futuro, la vida pública, los bienes públicos, que nos están robando?". Ejem, perdón. ¿Bienes públicos? ¿Esos que son no excluibles y de consumo no rival? ¿La educación tiene esas características? Primera noticia. Y, sobre todo, ¿quién está robando qué? ¿Algún grupo privado ha invadido algún colegio y se ha apropiado por la fuerza de sus instalaciones? Cuando se privatiza algún activo estatal, ¿no se obtiene dinero a cambio? Y más aún: si ni siquiera se está debatiendo el cheque escolar o la libertad total de elección de centro, ¿a qué viene este ataque histérico contra una presunta privatización de la enseñanza pública?

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