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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

El revés de la trama de las elecciones

No me salen las cuentas. Me gustaría, después del arrollador éxito de Esperanza Aguirre y Ruiz Gallardón, poder celebrar un triunfo del Partido Popular; pero no puedo. La realidad es que el PP ha perdido concejales y hasta autonomías, aunque haya tenido más votos.

No me salen las cuentas. Me gustaría, después del arrollador éxito de Esperanza Aguirre y Ruiz Gallardón, poder celebrar un triunfo del Partido Popular; pero no puedo. La realidad es que el PP ha perdido concejales y hasta autonomías, aunque haya tenido más votos.

Y que la única manera de que Rajoy llegue a La Moncloa es por vía de la mayoría absoluta en el conjunto de España. Y que si los dos grandes partidos suman dos tercios del electorado efectivo, la clave de la gobernabilidad sigue en manos de IU y de la otra treintena de partidos que han obtenido algo en estas elecciones y, probablemente, lo obtendrán en generales, unos tan decisivos (y sobrerrepresentados en el Congreso) como CiU y otros tan peregrinos como CI-PCIL (Candidatura Independiente-Partido de Castilla y León), que tiene, sin embargo, 151 concejales en esa región.

La suma de PSOE e IU, cuya alianza tiene efectos directos en todos los niveles, es de casi nueve millones de votos, a los que hay que sumarles los de ERC, los de los verdes, los del BNG, los del PA, los del PSA, los de ANV, los de Nafarroa Bai, los siempre ansiados de CC, etc. El PP tiene sus propios votos, los de UPN, tal vez los del PNV y los CiU, y los de pequeñas organizaciones que tienen expresión municipal pero no parlamentaria. Los votos sumados de CiU y PNV son menos que los de IU, aunque sean más valiosos en cuanto a número de diputados por voto.
 
En cuatro, ocho o diez meses, si no se le pone remedio, tendremos un partido más votado, el PP, que no podrá gobernar. O que gobernará continuando en el Congreso como ahora, en total aislamiento, sin posibilidad de hacer pasar ningún proyecto legislativo de importancia. (Y, lo que es peor, que tendrá que ver pasar los proyectos de los demás, especialmente de la izquierda coaligada). O que, en última instancia, pacte con los nacionalistas "moderados" Imaz, Mas y Durán Lleida y vea todo su gobierno hipotecado por ellos, sin poder dar un solo paso adelante en el reordenamiento territorial (imprescindible) de España.
 
Leídos en estos términos, los resultados de las elecciones del 27 de mayo no son tan halagüeños para el PP como canta la prensa. Su mayoría no es nada clara. En números absolutos, han ganado la izquierda, los partidos nacionalistas (ANV y Nafarroa Bai en primer término) y la fragmentación. El terrorismo tiene a los suyos en los ayuntamientos y en el Parlamento navarro. Esto es nada más y nada menos que lo que Zapatero se propuso en 2004: construir régimen con los nacionalistas, moderados o no, y con los terroristas legalizados. Es el proyecto PRI del PSOE. Por eso el presidente ha preferido sacrificar a su muy amado López Aguilar, sometiéndolo a la negociación de pactos lamentables, que ya gobernaría en Canarias de haber aceptado el criterio propuesto por Rajoy de la lista más votada, y no dar la posibilidad de que Navarra, con arreglo a la misma norma, quedase nuevamente en manos de UPN.
 
Por otra parte, el hecho de que Esperanza Aguirre y Ruiz Gallardón hayan superado todas las expectativas en Madrid plantea nuevos e inquietantes problemas para el PP. En primer lugar, porque los perfiles de los dos triunfadores distan mucho de coincidir plenamente con el del dirigente nacional, Mariano Rajoy. No se puede evitar que los ciudadanos consideren que cualquiera de los dos tendría más posibilidades de llegar al Gobierno de España. En segundo lugar, porque si Rajoy no llega a gobernar tras las generales, lo cual es perfectamente posible si éstas han sido unas primarias, en la calle Génova tendrán que empezar a pensar en un relevo, o en varios. Y tanto el alcalde de la capital como la presidenta de la Comunidad de Madrid están en carrera para ello. Hasta el punto de que el primero ya se ha ofrecido para formar parte de las listas de candidatos en las próximas legislativas.
 
Un triunfo de Esperanza Aguirre reorientaría el PP hacia un liberalismo más pleno. El de Gallardón, en cambio, lo apegaría a esa socialdemocracia light de nuevo cuño que viene predicando el hombre por todas partes y que le ha permitido contar hasta ahora con el apoyo de Polanco. Desde luego, entre Zapatero y Gallardón en la presidencia del Gobierno opto por el último, pero es que eso es ponernos las cosas muy pero que muy mal.
 
Por último, en la misma alternativa de fracaso de Rajoy, el Partido Popular tendría que reconsiderar seriamente su estrategia y su táctica en relación con los nacionalismos periféricos y optar por la línea Piqué o por la línea Mayor Oreja. Piqué no da la impresión de haber mejorado en casi nada la situación del PPC, y una postura clara respecto de la articulación territorial de España es la única garantía de conservar votantes, por la vía simplicísima de conservar la identidad. Lo peor que podría pasar es que la gente llegara a pensar que, en ese orden, es indiferente que gobierne uno u otro.
 
En cuanto al PSOE e IU, ni las cesiones al terrorismo, ni los ostensibles casos de corrupción en que los socialistas se han visto implicados (empezando por Marbella), ni los estatutos de autonomía aprobados bajo mínimos democráticos en referendos sin participación legitimadora, ni De Juana Chaos, ni las miserias del fiscal general del Estado en relación con las listas de ANV y la exculpación de Otegui, ni los atentados de la T4, nada ha hecho demasiada mella en la izquierda: los más críticos con el PSOE han pasado su voto a IU, y los que no pueden hacerlo porque cargar con Madrazo es realmente excesivo han lanzado la idea de un nuevo partido, de izquierdas, por supuesto. Si han pasado por todo eso, no habrá fuerza humana que los mueva de su sitio, ni del Congreso.
 
Hermann Tertsch lo ha dicho con más claridad que nadie en ABC:
(...) lo terriblemente cierto es que no se hunde ni mucho menos la permanente infamia conceptual del proyecto lanzado por ese Partido Socialista de Rodríguez Zapatero, con su cúpula sectaria de neopensadores mágicos y sus cómplices nacionalistas. No parecen generar el rechazo que merecen sus propuestas de desigualdad territorial, su inseguridad jurídica y ética ante la agresión terrorista y la inanidad moral de que hacen gala en política interior, de seguridad y exterior. El único partido de oposición, el PP, ha fracasado en liderar una revuelta nacional que requería sin duda un cuerpo social más activo para hacer frente a la agresión continua que sufren las libertades agredidas por socialistas y nacionalistas. España no está mejor después de estos resultados. Mantiene refugios pero eleva su alarma ante la amenaza a sus libertades que, nadie lo dude, Zapatero y sus aliados suponen.
¿Habría que empezar a pensar en términos democráticos, digamos, por ponerle un nombre, más amplios? Por ejemplo: si UPN pierde las elecciones en Navarra, más allá de nuestro deseo de que esa comunidad no se anexione al País Vasco porque es mejor para España que las cosas sigan estando como están, cabría empezar a pensar que allá se las apañen los navarros y que los carlistas les preserven los fueros. O bien: si los catalanes quieren más tripartito y, a medio plazo, la independencia, que la tengan. Para algo han votado lo que han votado, ¿no? Pues no.
 
No, porque, por jacobino que pueda sonar, resulta que la nación, para garantizar los derechos particulares, tiene que estar por encima de los intereses sectoriales. La nación española, claro está. Eso que, al parecer, no interesa a la mayor parte del electorado: los que votaron al PSOE, a IU y a los partidos nacionalistas no están por la labor. No en vano en los actos de campaña de todos éstos la bandera española ha brillado por su ausencia, cuando no ha sido sustituida por otra. Y han reprochado a los militantes del PP que la "utilizaran" en exclusiva.
 
Zapatero, mientras nosotros debatíamos estas cuestiones, ha conseguido que sus amigos o interlocutores o socios de las veinticinco reuniones a traición reveladas por el diario Gara pongan el pie de verdad en Navarra. Eso no le hará perder las elecciones. Los nacionalistas son insaciables y la izquierda es invariable.
 
 
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vazquez-rial@telefonica.net
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