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MENTIRAS, ORWELL Y MAQUIAVELO

El príncipe Zapatero

El presidente Zapatero miente. Eso en España no importa mucho, mientras sean mentiras de izquierdas, como eran las de Clinton. Durante la jornada de reflexión de las últimas elecciones generales, y en notoria infracción de las normas electorales españolas, el ahora ministro Rubalcaba acusó al presidente Aznar de mentir conscientemente sobre la autoría de los crímenes del 11 de Marzo. Quien conozca al señor Aznar sabe que no está en su carácter el mentir: recuerden cómo no cedió a las presiones de su partido para que se desdijera de la promesa de abandonar el poder después de dos legislaturas.

El presidente Zapatero miente. Eso en España no importa mucho, mientras sean mentiras de izquierdas, como eran las de Clinton. Durante la jornada de reflexión de las últimas elecciones generales, y en notoria infracción de las normas electorales españolas, el ahora ministro Rubalcaba acusó al presidente Aznar de mentir conscientemente sobre la autoría de los crímenes del 11 de Marzo. Quien conozca al señor Aznar sabe que no está en su carácter el mentir: recuerden cómo no cedió a las presiones de su partido para que se desdijera de la promesa de abandonar el poder después de dos legislaturas.
La acusación de Rubalcaba era una mentira de izquierdas, por lo tanto legitimada por el fin que perseguía, que era desplazar a la derecha del poder. El objetivo de instalar para siempre una república de izquierdas en España lo justifica todo. Incluso defender que se vote en el referéndum de un estatuto ridículamente antiliberal como el propuesto (*) a los catalanes. Como dijo Maragall, "voten que sí al Estatut para que el PP nunca vuelva a gobernar en España".
 
Zapatero no es persona para haberse trazado un plan estratégico detallado de su actuación en la presidencia del Gobierno. Su manera de actuar no es ésa, su cabeza no le da para tanto. En el día a día utiliza tácticas flexibles, acomodaticias. En el largo plazo se mueve por instintos. No le importa decir una cosa y hacer otra, con tal de que sus ficciones conduzcan hacia el paraíso de una sociedad en la que todo se tolere, una España en la que pululen naciones y nacioncillas, un mundo en el que nos aliemos con las civilizaciones de la chompa y la burka.
 
Es revelador que su ideal sea la II República, régimen fracasado. Azaña, Prieto, Largo Caballero y Companys ya intentaron crear una república anticlerical, izquierdista, proletaria y asimétricamente federal: en vez de construir una casa para todos los españoles dieron ocasión y excusa para una guerra civil.
 
No es nada probable que en la Europa del siglo XXI pasemos los españoles a mayores, y con eso cuenta Zapatero: aunque no estaría yo del todo seguro de que la victoria del izquierdismo dogmático no levante resistencias, sobre todo si los nacionalismos regionales intentan extender su imperio sobre Navarra, los otros Països Catalans o el Bierzo.
 
Zapatero y su Gobierno empiezan mentir en proporciones dignas de Ingsoc 1984, la dictadura socialista ideada por George Orwell. La esencia del predominio de esa tiranía proletaria era la poda y guía del pensamiento por el cambio de sentido de las palabras. Los tres eslóganes de la Oceanía de Orwell: "Guerra es paz", "Libertad es esclavitud", "Ignorancia es fortaleza", podrían reflejar las aspiraciones del actual Gobierno español.
 
Llaman "proceso de paz" en el País Vasco a lo que estamos descubriendo no es sino un proceso de rendición incondicional ante los terroristas de la ETA. Lo que no pudo conseguir Ibarretxe con su plan de soberanía lo van a obtener los terroristas con la amenaza de las armas, incluida la anexión de Navarra. Ante la amenaza de suspensión de la tregua, quienes dirigen hoy el PSOE van a sentarse con los representantes de los terroristas para "mirarles a los ojos" y exhortarles dulcemente a que dejen la violencia por la política.
 
Los defensores de la Constitución de 1978 son tildados de extremistas y "fachas". La alternancia en el poder se mira con horror y se busca expulsar al PP de la vida política para siempre. El proyecto de estatuto catalán acordado por Zapatero y Artur Mas en una secreta noche envuelta en humo de tabaco elimina de hecho la lengua castellana de la enseñanza, la Administración y el comercio de Cataluña, pese a que, según la Constitución, "todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla". La juventud se forma en un sistema educativo efectivamente estatalizado, que se deteriora y tribaliza.
 
Zapatero aplica algunas de las agudas lecciones de El príncipe de Maquiavelo como el Monsieur Jourdain de Molière hablaba en prosa, pero sin saberlo, porque no creo que lo haya leído. Dice el florentino que el príncipe "no debe cumplir su palabra cuando ese cumplimiento se le vuelva en contra y hayan desaparecido las razones que le llevaron a prometer"; pero sí debe parecer que es "todo piedad, todo fidelidad, todo integridad, todo humanidad, todo ética". Si quiere mantenerse en el principado recién adquirido, habrá de tratar a los hombres como ingratos, volubles, huidores de peligros, ansiosos de ganancias.
 
Zapatero sabe que, mientras la economía vaya bien, la mayoría de los españoles y, al parecer, sobre todo de los catalanes consentirá en todas sus vilezas y cobardías. Por el momento, el Gobierno está consiguiendo ser generoso con todos, regalando "derechos" que no cuestan dinero, administrando la prosperidad que le dejaron los gobiernos de Aznar y repartiendo la hacienda del Estado entre las autonomías más alborotadoras.
 
Pero el príncipe que quiera mantener su fama de desprendido a la postre "tendrá que gravar al pueblo extraordinariamente" con nuevos impuestos, "lo que empezará a hacerle odioso a sus súbditos". Por eso, no piense Zapatero que mantendrá sus votos si las tornas se le vuelven en materia económica: bien dijo Maquiavelo que "los hombres olvidan más de prisa la muerte del padre que la pérdida del patrimonio"; y los ciudadanos que se venden por un guiso de lentejas descubrirán cuando se arrepientan que lo perpetrado por Zapatero ya no tiene vuelta atrás.
 
 
© AIPE
 
(*) Este artículo fue escrito antes del referéndum del pasado día 18.
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