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DRAGONES Y MAZMORRAS

El nuevo orden

A la luz de la nueva ley española de ordenación sexual, me pregunto que pensarán los amigos cubanos (me refiero a Fidel Castro, por supuesto) de nuestros gobernantes socialistas y cual será su reacción cuando, como es previsible, las nuevas parejas de homosexuales deseen pasar la luna de miel en Cuba. Recordaré a quienes no entiendan la alusión que el castrismo ha considerado la homosexualidad un delito, tipificado como "conducta impropia" y que los homosexuales han sido perseguidos como apestados y hacinados en prisiones dejándolos literalmente reventar de SIDA.

La represión culminó, en la época del "Mariel", con la expulsión de Cuba de delincuentes y homosexuales, mezclados, como si los segundos fueran también desechos de la sociedad. Por cierto que entre ellos había personas tan valiosas para la literatura como Reinaldo Arenas, por ejemplo. Recuerdo un documental extraordinario de Néstor Almendros titulado precisamente "Conducta impropia", en el que se denunciaba esta situación y recuerdo también la reacción de parte de esa misma prensa española (Diego Galán escribió un artículo repugnante al respecto) que ahora aplaude, arrobada, la medida integradora. No creo que este cambio de postura tenga nada que ver con el fementido cambio de las mentalidades, sino con un simple y rutinario oportunismo político, tan alejado de la realidad como la mayor parte de las cosas que pretende realizar este gobierno.
 
El otro día leí en un periódico la opinión de un homosexual que tachaba esta medida de reaccionaria. Yo estoy de acuerdo. Los paladines de la libertad sexual, que siempre consideraron el matrimonio una institución burguesa, luego detestable, quieren ahora que todo el mundo acceda al dulce yugo del matrimonio y exigen que los homosexuales se conviertan en "mujeres respetables", como esas prostitutas de las películas de John Wayne que se casan con el héroe. Será interesante comprobar cuantos homosexuales se habrán casado en los próximos cinco años y sobre todo, cuál será el destino de esos mal llamados "matrimonios" (a ver si los filólogos del régimen encuentran un neologismo apropiado para la nueva situación) y cuantas personas sufrirán por ello, cuando podían haber seguido manteniendo relaciones con entera libertad, con todas las ventajas de las parejas de hecho y sin los inconvenientes de las de derecho. Pero ya sabemos lo que les gusta a los socialistas los experimentos de laboratorio.
 
A este respecto –de los experimentos sociales, no de los homosexuales– leí hace poco en un libro de Jean François Rével una anécdota sobre una discusión entre Joseph Schumpeter y Max Weber que refería Karl Jaspers y que yo que les voy a contar por lo menudo para que la disfruten. Al parecer están todos en un café en Viena y discuten sobre la revolución rusa. Schumpeter se congratula porque, al fin, "el socialismo no se circunscribirá a un programa sobre el papel, sino que probará su viabilidad". Weber le responde que el comunismo, "en ese estado de desarrollo en Rusia, constituye un crimen, y que eso conducirá a una miseria humana sin precedentes y a una terrible catástrofe". Schumpeter dice: "sí, así será ¡pero qué excelente experimento de laboratorio!" Y añade Weber: "un laboratorio lleno de cadáveres", a lo que Schumpeter replica: "eso se puede decir esto de cualquier sala de disección". Toda tentativa para cambiar hacia otros asuntos la conversación fracasa. Weber grita, se acalora. Schumpeter permanece silencioso y sarcástico. Los demás esperan, escuchando con curiosidad hasta que Weber se levanta bruscamente y dice: "No puedo entender nada de esto". Y sale del café. Schumpeter sigue sentado y dice sonriendo: "¡Cómo se puede gritar así en un café!".
 
Volviendo al asunto que nos ocupa. ¿Se imaginan lo que hubiera sido de la fortuna literaria de Marcel Proust o de André Gide de haberse casado con algunos de sus amiguitos? O, para ser, más próximos, ¿se podría concebir felizmente casado con un adolescente filipino a un Gil de Biedma? Goethe dijo que prefería la injusticia al desorden, yo les confieso que prefiero la literatura al nuevo orden.
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