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DEMOGRAFÍA

El más importante de los recursos

¿Por qué en tiempos de Luis XIV no había teléfonos móviles, ordenadores y aviones, y hoy sí? Los recursos físicos necesarios para producir esos aparatejos han estado siempre ahí, incluso cuando nuestros antepasados vivían en cuevas. La respuesta a la pregunta de marras tiene que hacer referencia al progreso del ingenio humano, a la acumulación del saber, a la especialización y a los intercambios que condujeron a la industrialización, a la libertad individual y a los derechos de propiedad.

¿Por qué en tiempos de Luis XIV no había teléfonos móviles, ordenadores y aviones, y hoy sí? Los recursos físicos necesarios para producir esos aparatejos han estado siempre ahí, incluso cuando nuestros antepasados vivían en cuevas. La respuesta a la pregunta de marras tiene que hacer referencia al progreso del ingenio humano, a la acumulación del saber, a la especialización y a los intercambios que condujeron a la industrialización, a la libertad individual y a los derechos de propiedad.
Durante miles y miles de años, el hombre ha sido autosuficiente y dedicado la mayor parte de su tiempo a la mera supervivencia. En las sociedades preindustriales –y en algunas partes del mundo contemporáneo–, el hombre común bastante tenía con llegar vivo al final del día. Con la llegada de la industrialización y el desarrollo de los mercados, que empujaron al alza la productividad, que a su vez impulsó el progreso económico, ya no fue necesario dedicarse exhaustivamente a tal tarea, por lo que la gente dispuso de más tiempo para cultivarse y ser más productiva. Se hizo más rica, pues, económica y espiritualmente hablando, y disfrutó de una serie de cosas que antes estaban reservadas a los más pudientes.
 
A despecho del mito de que la superpoblación conduce al hacinamiento, la pobreza, el desempleo, la malnutrición y las pésimas condiciones de higienie, el más importante de los recursos es el ser humano; y cuantos más seamos, mucho mejor.
 
No es verdad que alta población y desesperación económica vayan de la mano. La República Democrática del Congo (antiguo Zaire) tiene 22 habitantes por kilómetro cuadrado; Hong Kong, 6.571. Si los fanáticos del control de natalidad tuvieran razón, Hong Kong, que tiene una densidad de población 300 veces superior a la del Congo, estaría sumido en la miseria, mientras que el país africano nadaría en la abundancia; pero resulta que el per cápita de Hong Kong asciende a 28.000 dólares, mientras que el del Congo, el país más pobre del mundo, apenas llega a los 309.
 
¿Qué posibilidades hay de que EEUU acabe estando superpoblado? El censo arroja una población de 304 millones. ¿Cuántos más podríamos ser? La verdad es que no lo sé, pero hay un par de datos que apuntan a que no deberíamos preocuparnos por ello. Las zonas urbanas –léase toda comunidad con al menos 2.500 habitantes– ocupan menos del 3% de los 2.300 millones de acres del territorio continental del país. Como la población mundial es de 6.700 millones, si metiéramos a toda la humanidad en EEUU tocaríamos a un tercio de acre por persona. Nadie está tratando de meter literalmente a todo el mundo en EEUU; lo único que estoy diciendo es que ni a EEUU ni al planeta se les está acabando el espacio.
 
Los partidarios del control demográfico tienen una visión maltusiana del mundo, por lo que consideran que el crecimiento de la población acabará siendo superior a nuestra capacidad para cubrir nuestras propias necesidades. El ingenio humano ha demostrado que los maltusianos se equivocan de medio a medio: gracias a él, podemos producir cada vez más alimentos utilizando cada vez menos terreno, ser más eficientes energéticamente hablando, etcétera.
 
La mayor amenaza para la prosperidad humana es el Estado, como ha vuelto a quedar de manifiesto en el cada vez más miserable Zimbabue. Al igual que EEUU, Zimbabue tenía un próspero sector agrícola: no en vano se le conocía como el granero del sur de África. Hoy, y por culpa de su Gobierno, los zimbabuenses se encuentran al borde de la inanición.
 
Es la misma cantilena de siempre: el Gobierno interfiere en la tendencia natural de la gente a participar en actividades que generan riqueza.
 
Quienes achacan la pobreza a la superpoblación no sólo están tratando de sacar las castañas del fuego a los políticos, sino que están fomentando la adopción de medidas dañinas en extremo.
 
 
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