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ECONOMÍA

El mal son los bancos centrales

Luego de que hayamos estado creciendo alrededor de un 5% cada año en los últimos tiempos, ahora se habla de crisis mundial. En 2008 están creciendo el paro y la inflación, y hay más conflictos y tensiones sociales. Los morosidad en los créditos se ha triplicado, mientras que en EEUU los precios de las viviendas han caído entre un 15 y un 20% desde el pico registrado en 2006. Por lo que hace a los valores que compiten en la bolsa, han caído un 15%.

El crecimiento tocaría fondo a mediados de 2008, para remontar el vuelo posteriormente. A juicio del Banco Central Europeo, los riesgos vienen de la escalada en los precios del petróleo y los alimentos; por ello, irresponsablemente ha sugerido que el control de precios es esencial para impulsar el crecimiento.
 
Sin dudas, en el fondo de la crisis se encuentra el estatismo, que coactivamente inhibe el desarrollo natural del mercado. La gota que rebasó el vaso fueron las actuaciones de los bancos centrales.
 
El dinero fácil invita al gasto y al consumo y promueve el crecimiento económico a costa de la capacidad de pago en el futuro. La Reserva Federal de Estados Unidos mantuvo unos tipos de interés tan bajos como del 1%, provocando así la burbuja inmobiliaria; luego empezó a subirlos, hasta el 5,25%. Entonces, los bancos restringieron los créditos, tanto la venta como el precio de las propiedades descendieron y subió la morosidad en las hipotecas de riesgo. Pronto el mundo se contagió, debido a la globalización de los mercados financieros.
 
En cuanto a los alimentos, el valor del maíz en el mercado de futuros de la bolsa de Chicago ha crecido un 120% desde 2003; el de la soja, un 160%; el del trigo, un 210%. En España, la leche subió un 25% durante 2007, y el pan cerca de un 15%. Algo parecido ocurrió en todo el mundo.
 
El estatismo tiene gran culpa de todo esto. Un tercio de la población mundial vive en países donde el precio de los alimentos está sometido a control o están prohibidas las exportaciones. Además, los impuestos, los aranceles y los subsidios agrícolas distorsionan el mercado.
 
En un contexto mundial de bajas tasas de interés –fijadas, recordemos, por los bancos centrales–, los inversores especulativos encontraron, hasta 2004, más rentabilidad en las materias primas, los productos agropecuarios, el petróleo, el oro, etc.
 
El mercado del petróleo es sintomático. Está fuertemente interferido por los gobiernos de muchos países, como los que conforman la OPEP, lo cual impide que crezca la producción mundial: en los 60 lo hacía a tasas del 6-8%; ahora, y a pesar de los avances tecnológicos, al 1 ó 2%
 
Sin bancos centrales no hay prestamistas de última instancia, ni seguro de depósitos, ni manipulaciones de las tasas de interés. Por lo tanto, los bancos tienen que actuar responsablemente a la hora de otorgar créditos. Por eso Panamá, que no tiene banco central, disfruta de una macroeconomía estable desde hace más de cien años; y habría crecido más si hubiera respetado las leyes del mercado en varios sectores.
 
 
© AIPE
 
ALEJANDRO A. TAGLIAVINI, analista político argentino.
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