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ECONOMÍA Y LIBERTADES

El G-20 y la persecución a los paraísos fiscales

Organizaciones burocráticas internacionales como la OCDE, la Comisión Europea, las Naciones Unidas o el G-20 han lanzado un ataque coordinado contra los paraísos fiscales, con el apoyo de los países con altos impuestos y gobiernos ineficientes, como Francia y Alemania.

Organizaciones burocráticas internacionales como la OCDE, la Comisión Europea, las Naciones Unidas o el G-20 han lanzado un ataque coordinado contra los paraísos fiscales, con el apoyo de los países con altos impuestos y gobiernos ineficientes, como Francia y Alemania.
En realidad, el quid de la cuestión es que los Estados necesitan financiarse. Esta es la raíz (o problema) del asunto. En un principio, el cometido del Estado era permitir la convivencia pacífica mediante la defensa de la propiedad privada, el cumplimiento de los contratos y la defensa interior y exterior. Pero desde el siglo pasado los Estados se han atribuido un sinfín de funciones: educación, salud, pensiones, telecomunicaciones, energía, televisión, radio... Y, evidentemente, mantener esas enormes estructuras burocráticas es costosísimo.

¿Cómo obtiene el Estado recursos para financiarse? Básicamente, puede obtenerlos mediante el cobro de impuestos, la venta de activos y servicios, endeudándose y emitiendo moneda. De todas estas vías, la principal es la impositiva.

Los Estados desearían aumentar ilimitadamente los impuestos, pero se encuentran con que, llegados a un determinado punto, no pueden recaudar más, por mucho que se empeñen. Esta es la intuición que plasmó Arthur Laffer (economista de la oferta) en la curva que lleva su nombre. En la época de Ronald Reagan, Laffer dibujó esta curva en una servilleta para explicar a Dick Cheney las ventajas de una rebaja fiscal (la servilleta está actualmente depositada en una vitrina de la Brookings Institution).

La curva, que tiene forma de U invertida, relaciona el tipo impositivo medio y los niveles de recaudación. En este diagrama se coloca el tipo impositivo en el eje de abscisas, y los niveles de recaudación en el de ordenadas. Al principio de la curva, cuando los impuestos son del 0% (es decir, cuando no pagamos impuestos), la recaudación del Estado es, lógicamente, cero. A medida que se van aumentando los impuestos, la recaudación empezará a subir desde cero hasta alcanzar un punto máximo. En este punto se encuentra el tipo impositivo óptimo, el que produce los mayores ingresos para el Estado. A partir de ese momento, si el Estado continúa incrementando los tributos, la recaudación irá descendiendo progresivamente; hasta llegar a cero, en el caso de que imponga un gravamen del 100%, porque nadie se molestará en trabajar si sabe que perderá todo lo que gane.

Pese a que ni el tipo de gravamen óptimo ni la forma de la curva se pueden conocer/calcular (además, varían de un país a otro), la curva de Laffer es una intuición sencilla e interesante porque nos dice que, a partir de un cierto nivel de impuestos, el Estado va a ver mermar sus ingresos. Este descenso en la recaudación se debe a diversas causas: destrucción de la producción (porque los proyectos dejan de ser rentables, no se empiezan o se abandonan), sustitución del trabajo por el ocio, aumento del fraude y de la evasión fiscal hacia paraísos fiscales...

Pero estas son consecuencias de la causa principal: los ciudadanos sienten que la presión fiscal es excesiva. Sufren esta carga impositiva en su vida diaria. La defensa del individuo debe empezar por evidenciar esto y señalar claramente que tal confiscación es ilegítima e injusta porque las personas son dueñas de sí mismas y, por tanto, de lo que producen. Es en este sentido que el individuo ve los paraísos fiscales como verdaderos refugios (hay que recordar que tax haven no significa "paraíso", sino "refugio fiscal"). Se refugia en lugares en que la actividad económica está menos gravada. Y es que mientras las regulaciones no sean exageradas, los ciudadanos no solerán oponerse a ellas. Pero llegará un punto en el que no estarán dispuestos a aguantar más. Que consideren que los impuestos son demasiado altos y empiecen a dejar de pagar, pues les resultará más rentable el fraude (o el ocio) que el trabajo y la inversión. Dicho de otra manera: cuando los impuestos son excesivos, la gente tiende a no obedecer la ley.

La existencia de los refugios es positiva porque promueve la competencia fiscal entre los países. La globalización ha reducido las barreras entre las naciones, facilitando el flujo de capitales y trabajo de unas a otras, por lo que los políticos sienten la necesidad de bajar los impuestos para que los trabajadores y las inversiones no se vayan. Que los Estados compitan ha provocado recortes de impuestos y diversas reformas fiscales, aunque no tanto como desearíamos. Si no existiese esa presión competitiva, no tendrían incentivo alguno para llevar a cabo esas reformas.

La existencia de los refugios fiscales es, además, un imperativo moral. En numerosos países no se respeta totalmente los derechos humanos; se persigue a minorías étnicas, religiosas o sexuales; la corrupción y las expropiaciones son habituales; existe una gran inestabilidad política y económica; se viola continuamente los derechos de propiedad y las libertades civiles. Pues bien, la existencia de refugios fiscales es esencial para la gente que vive en esos países inestables, ya que les permite proteger sus activos y propiedades. Si usted fuese un ciudadano de Zimbabue, ¿depositaría tranquilamente sus activos en un banco local, sabiendo que el dictador Robert Mugabe puede confiscarlos cuando desee?

Los países que quieren exterminar los refugios fiscales suelen tener los impuestos muy altos. Evidentemente, no les interesa participar en una competición fiscal. Tienen derecho a adoptar las medidas fiscales que deseen para su país, pero no están legitimados para crear una especie de cártel internacional impositivo. Con su intento de erradicación de los refugios fiscales, están impidiendo que estos países ejerzan su soberanía y favoreciendo a ineficientes Estados del Bienestar. Quizás habría que recordarles que la época de las colonias ya pasó.


© AIPE

JUAN MORILLO BENTUÉ, miembro del Instituto Juan de Mariana.
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