Menú
SU PAPEL EN LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO

El falso mito de Naciones Unidas

Más de medio siglo después de la firma de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y en medio de lo que es ya la III Guerra Mundial que ahora vivimos contra el terrorismo en cualquiera de sus formas y geografías, la ONU está perdiendo sus principios básicos y su credibilidad.

Más de medio siglo después de la firma de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y en medio de lo que es ya la III Guerra Mundial que ahora vivimos contra el terrorismo en cualquiera de sus formas y geografías, la ONU está perdiendo sus principios básicos y su credibilidad.
La Organización de Naciones Unidas tuvo un papel fundamental en la estabilización del escenario internacional al concluir la II Guerra Mundial. La firma de la "Declaración Universal de Derechos Humanos" el 10 de diciembre de 1948 constituyó uno de los más altos logros de la historia de la humanidad.
 
Más de medio siglo después, y en medio de lo que es ya la III Guerra Mundial que ahora vivimos contra el terrorismo en cualquiera de sus formas y geografías, la ONU está perdiendo sus principios básicos y su credibilidad. Se ha convertido ya en un falso mito cuya revitalización requiere de un impulso nuevo, honesto y claro por parte de todas las naciones democráticas y libres del mundo. Lo que ahora encontramos en el seno de la ONU, y en especial en su Consejo de Seguridad y en su Comisión de Derechos Humanos, es una mezcla de países de tan peligroso como desigual pelaje y de trayectoria tan antidemocrática como tiránica. La presencia de tales países impide velar con claridad y visión de futuro por la defensa de la libertad.
 
En 2003, por ejemplo, un país de horrenda tradición antidemocrática como Libia presidió la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Hace apenas unos días se inició en Ginebra la reunión de dicha Comisión correspondiente al año 2004. Entre los cincuenta y tres países miembros representados allí aparecen cinco de los regímenes más antidemocráticos y represivos del mundo actual: Cuba, China, Eritrea, Arabia Saudita y Sudán. A ellos se añaden otros como Zimbabwe, Mauritania y una lista de países carentes de las mínimas condiciones de un Estado de Derecho, países controlados por dictaduras y regímenes tiránicos, que suman una cuarta parte del total de dicha Comisión de la ONU. Una de las primeras labores de esos países integrantes de dicho órgano, tan reacios a censurar sus mismas tiranías, no ha sido condenar tajantemente el constante apoyo de Yaser Arafat al terrorista y fundador de Hamas, Sheikh Ahmed Yassin, sino recriminar con urgencia al ejército de Israel el asesinato de tan sangriento terrorista palestino. En estos mismos días, dicha Comisión sigue todavía dudando sobre la necesidad de condenar la feroz dictadura de un tirano llamado Fidel Castro, al que apoyan abiertamente muchos de los países integrados en esa Comisión, incluida la Argentina del presidente Nestor Kirchner (y con él, Lula da Silva en el Brasil o Chávez en Venezuela). Cumplimos ahora un año del encarcelamiento, tortura y condena a veinte años de prisión de setenta y cinco cubanos (periodistas, bibliotecarios, economistas y hasta poetas) que pedían para su isla libertad y respeto a los derechos humanos. Nada de eso parece importarles mucho a los miembros de esta Comisión de la ONU, y mucho menos que a día de hoy un poeta y un hombre noble como Raúl Rivero siga pudriéndose entre las rejas y la letrina de un calabozo.
 
A la incapacidad e ineficacia de dicha Comisión de la ONU se une el escándalo financiero y moral del programa "Petróleo por Alimentos" para Irak que, a través de la resolución número 986 del Consejo de Seguridad de la ONU, tenía inicialmente por objeto llevar a cabo una equitativa distribución de medicinas, productos para la salud y necesidades básicas entre los ciudadanos iraquíes a cambio de petróleo. Según recientes investigaciones, todavía en marcha por parte de una Comisión investigadora de dicho programa, tales objetivos se transformaron en usos corruptos de financiación encaminados a desviar tales fondos a las cuentas de diferentes intermediarios y con destino a los bolsillos de Sadam Husein. Toda esta farsa es lo que alguien como Tommy Franks ha calificado irónica y justamente como programa de "Petróleo por Palacios". Esta vergonzosa utilización y desviación de fondos públicos, al calor de la ineficacia de la ONU y con la más que posible participación del hijo del propio secretario de Naciones Unidas, Kofi Annan, implica a estamentos como el BNP Paribas de Francia, encargado de las cuentas de dicho programa, y a países como Francia, Rusia y China (los mismos, repárese, que se opusieron a la guerra), cuya participación conjunta cubre más de tres cuartos de los contratos para tal programa. La Guerra de Irak, de momento, no ha servido para encontrar in situ las armas de destrucción masiva, lo cual no significa que no existieran (como puede confirmar la comunidad kurda y sus miles de niños y niñas gaseados por el tirano de Bagdad). Pero dicha guerra sí nos está permitiendo constatar toda esa corrupción al descubierto y amparada bajo el falso mito de la ONU. En los próximos días, tras las múltiples audiencias y testimonios jurados, podremos saber cuántos fueron exactamente los millones de dólares que, a través del Ministerio de Petróleo de Irak y gracias a la inoperancia de la ONU, se desviaron a las cuentas del dictador iraquí y de sus hijos violadores. Este y no otro es a día de hoy el verdadero legado de la ONU en Irak. Ese y las pegas y reparos a los norteamericanos para acabar con la tiranía allí e instaurar la democracia a través de elecciones libres.
 
A la luz de estas realidades, silenciadas tantas veces, resulta justo dudar del papel que tendrá la ONU en Irak a partir del 30 de junio y de su capacidad de construir un país democrático. Los fondos monetarios en la lucha contra la dictadura en Irak, ya lo sabemos, los han puesto hasta ahora los norteamericanos con el pago de sus impuestos. También ellos han puesto y ponen la gran mayoría de los soldados muertos en la guerra y en la posguerra para extirpar de allí a los terroristas. También ellos han diseñado un acertado plan de transición democrática que, aunque despacio, avanza en la voluntad de elaborar un papel representativo para chiítas, suníes y kurdos, a pesar de los intentos del clérigo criminal chíita Muqtada al-Sadr, líder de una guerrilla terrorista que sigue actuando desde Najaf con la voluntad de quebrar esa transición democrática y boicotear al verdadero líder chiíta, el Ayatollah Ali Sistani, quien sí comparte el plan de tansición democrática norteamericano. Por eso Irak no puede ser nunca Vietnam, por eso y porque cuenta con la voluntad de paz de la mayoría de los iraquíes. De ahí que siga haciendo falta que en Irak permanezcan los contingentes de soldados de la coalición internacional que apoya a Estados Unidos y su plan de transición democrática en Irak. Estamos hablando de un total de 20.000 soldados que forman esa coalición de diferentes países: 8.700 ingleses, 2.950 italianos, 2.500 polacos, 1.650 ucranianos, 1.300 españoles, 850 australianos y el mismo número de holandeses, 500 daneses, 451 tailandeses, 400 surcoreanos, y otros 4.579 soldados de otros varios países que siguen luchando por la libertad en Irak y contra el terrorismo internacional. Entre ellos, Japón, que ayer mismo resistía los chantajes terroristas y se negaba a quitar sus tropas de Irak y aceptar la amenaza de quemar vivos a tres ciudadanos japoneses. Pero aun así, en España, como en medio mundo, uno sigue oyendo con rubor barbaridades contra los yanquis imperialistas de Bush.
 
En el caso de España, y con los ecos de la Semana Santa, el ex-comisionado de la ONU en Oriente Medio, amigo de Arafat y futuro ministro de Exteriores, sigue todavía insistiendo en la retirada de los soldados españoles de Irak y sigue haciendo declaraciones en semanarios franceses como el Nouvel Observateur. Y lo mismo sus compañeros de partido, para quienes los soldados españoles no aportan nada en Irak. Es, ya lo hemos escrito, la vindicación ante el terror y la constatación de que a España le espera un vía crucis de horror si cede al terrorismo y si no apoya la lucha internacional que lidera sin temor Estados Unidos. Como ciudadanos libres no podemos olvidar nunca la reciente campaña que desde la izquierda antiespañola llevó y sigue llevando a la falsificación informativa, a la manipulación de las manifestaciones y a la falsedad de tópicos pisoteados desde el "no a la guerra" hasta los gritos hipócritas de "solidaridad", "pluralidad", "diálogo" y "derechos humanos". ¿Para cuándo una comisión independiente que investigue los atropellos y el quebrantamiento de la ley en España entre el 11-M y el 14-M? Hay que acabar de una vez por todas con el mito caduco y trasnochado de lo que hoy representa la falsedad de buena parte de la mediocre izquierda española, amparada por un lado en la palabrería y el falso mito de la ONU y, por otro, levantada sobre pactos con los separatismos extremistas peninsulares que buscan la ruptura definitiva de la España constitucional.
 
En el ámbito internacional, se hace necesario revisar el verdadero valor de la ONU como auténtico órgano para la defensa de la libertad. Resulta patética la importancia que se le sigue dando hoy a esta institución, semi-sagrada e intocable, pero plagada de miembros tiránicos y dictaduras trasnochadas que no representan el espíritu original y los principios de la ONU. Por eso se requiere una inmediata cura y rehabilitación de este organismo. Urge establecer un verdadero órgano internacional de verdaderas naciones unidas por la libertad, la igualdad, la fraternidad y la democracia, lejos del servilismo y de dictaduras como la cubana, por citar sólo una. La III Guerra Mundial en la que ya nos encontramos hay que ganarla defendiendo la libertad y los principios democráticos, justamente esos mismos valores que odian y bombardean los terroristas que atacan nuestros países, nuestros trenes, nuestros barrios y nuestra forma de vida occidental. Para lograr la paz hay que ganar primero la guerra, la del terrorismo, el que apoyan aún tantos tiranos ante la apatía y la burocracia de la ONU y quienes siguen alimentando sus arcas y su burocracia. Para ganar esta guerra se requiere la unión de los países democráticos y el liderazgo político y militar de la mayor democracia del planeta, que es la de los Estados Unidos de América. Negar esto en favor de un mito trasnochado y ficticio como la ONU es arar sobre las olas y dejar que las bombas lleguen a nuestras playas. Los ciudadanos libres del mundo han de tomar nota. Los españoles, los primeros.
0
comentarios