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3. CIEN AÑOS DE LENINISMO

El entramado ilegal y el uso de la violencia

El partido sólo opera de forma sumergida cuando, y en la medida en que, es absolutamente necesario. Prefiriere operar siempre que es posible, en la legalidad, manteniendo un entramado ilegal preparado y de apoyo.

Por esa causa lucha con tanto ahínco contra cualquier normativa que dificulte sus actividades. En el momento en que el partido se ve forzado a sumergirse para sobrevivir reduce enormemente su capacidad de contacto con las masas a la vez que se ve obligado a gastar recursos y energías en toda clase de medidas de seguridad que no le reportan ningún avance. Su eficacia decrece enormemente. Dentro del entramado ilegal las actividades de terrorismo, merecen especial atención.

Podemos definir el terrorismo como “la utilización planificada de la intimidación con fines políticos”. Los leninistas se valen del terrorismo tanto para llegar al poder como para permanecer en él. Como dijo Lenin: “Nunca hemos rechazado el terror por principio, ni podemos hacerlo. El terror es una forma de operación militar que puede ser utilizada con provecho”. Ahora nos centraremos en la actividad terrorista subversiva previa a la toma del estado. En el último episodio nos ocuparemos el manejo leninista del terror una vez se instala en el poder.

Para hacer justificable la utilización del terror entre la ciudadanía, el leninismo trata de hacer creer a la mayor parte de la población que los actos de violencia de sus activistas tienen su origen en la indignación de los marginados por las graves injusticias a las que se ven sometidos. Repitiendo el eslogan “Hasta que no haya justicia social, no habrá paz” logran paralizar buena parte de la voluntad de la población y del gobierno. La proliferación de actos violentos va descomponiendo y amedrentando a la sociedad que pierde su vigor y sus libertades. Importantes elementos de contención van siendo eliminados.

Si no hay firmeza, los leninistas avanzan sin resistencia controlando cada vez más ámbitos sociales. Desaparecen las voces y las fuerzas que se les oponen. En las universidades y en los tribunales. En los medios de comunicación, en bares, en fábricas y en oficinas. En el campo o en la ciudad. El miedo puede palparse. Los amedrentados ciudadanos se miran nerviosamente. Pocos quieren hablar salvo para repetir algún lugar común: “Las cosas no van bien. Tiene que haber cambios. Haría falta sentarse a dialogar y escuchar las reivindicaciones”.

Si el gobierno reprime, deberá verse obligado a desmontar todo el aparato leninista al trata de cortar de raíz la subversión. Esto implica no sólo detener a los que ponen bombas y pegan tiros, sino combatir fuentes de financiación, aparatos de propaganda, equipos de captación y apoyo de activistas... Los leninistas trabajarán en ese caso los tópicos de “caza de brujas”, recortes de la libertades, dinámica represiva que no va al “fondo del problema” y más opresión. Si la guerra se encuentra en un estado avanzado, la administración incluso puede llegar a verse obligada a decretar los estados de emergencia o sitio. En este contexto, los leninistas tratarán de sacar provecho del descontento social causado por tales medidas.

TÁCTICA Y ESTRATEGIA. LOS PRINCIPIOS DE LA LUCHA

En su libro A Century of Conflict, Communist techniques of Word Revolutino (Un siglo de lucha. Técnicas comunistas para la Revolución Mundial), Stefan T. Possony advertía que el leninismo además de aplicar las clásicos premisas que se enseñan en todas las academias militares fue incorporando principios adicionales que los teóricos y prácticos de la subversión iban ideando durante todo el siglo XX. Veamos cuáles son:

ESTATUS LEGAL Y SANTUARIOS: La primera regla básica a considerar es la seguridad y defensa de la base, la retaguardia y las comunicaciones. Si en el ajedrez el primer principio es la protección del rey, en la guerra sólo teniendo asegurados bastiones inexpugnables, santuarios seguros a los que replegarse y desde los que atacar, es posible alcanzar el éxito. Con este objetivo los conspiradores se esfuerzan por preservar el estatus legal del movimiento e impedir la ilegalización del Partido y del resto del aparato no militar, denunciando como “caza de brujas”, “violación de libertades públicas”, etc. cualquier esfuerzo al respecto.

También con ese objetivo tratan de conseguirse santuarios en el extranjero e incluso “zonas liberadas o de despeje” en el interior, a las cuales las fuerzas del orden tengan prohibido acceder para detener los ataques. Se trata por ejemplo de que el ejército colombiano respete una zona neutral y no hostigue en ella a las FARC para que puedan así entrenarse, refugiarse, dedicarse al narcotráfico o retener a los secuestrados libremente.

CORRELACIÓN Y DISPOSICIÓN DE LAS FUERZAS: Como el campo de batalla es la sociedad en su conjunto y como los ámbitos de lucha no se ciñen sólo al campo militar, sino que lo abarcan todo desde las información y la cultura, a las ideas, la política o la religión, los leninistas están realizando permanentemente análisis sociológicos para determinar la correlación de fuerzas, estudiar tácticas de desarticulación de las huestes enemigas y trabajar en la captación y encuadramiento de posibles adeptos. Directamente o a través de las organizaciones fachada y los “círculos de inocentes” como los llamara Willi Münzenberg.

Principios básicos que aparecen en cualquier manual militar son la concentración y la economía de esfuerzos, la superioridad de fuerzas en las zonas de combate rehuyendo la confrontación directa en otro caso, la movilidad y la coordinación de las armas. El leninismo aplica todos ellos con variantes. Así por ejemplo la concentración de esfuerzos es el principio de toda campaña. Esta puede ser de desprestigio de un enemigo o de agitación y propaganda en una causa popular. Puede ser también de desinformación para confundir a la población, política para ganar una votación, o “militar” para eliminar físicamente o intimidar mediante el terrorismo a quien se opone a sus avances. El aparato del partido se pone en funcionamiento una vez averiguados los campos más prometedores. La concentración de esfuerzos por tanto no es incompatible con la exploración inicial de múltiples puntos de ataque para tantear las respuestas y reorganizar (bajo los principios de movilidad y flexibilidad) luego las fuerzas hacia donde se estén logrando mayores avances.

Para conseguir superioridad de fuerzas en la zona de conflicto elegida, el leninismo desarrolló el principio específico que Possony llamó “regla de oro inversa”. Ésta consiste en tratar de succionar parte de las fuerzas enemigas, atrayéndolas o poniéndolas secretamente al servicio del propio bando, precisamente en aquellos lugares en los que se está realizando el ataque. Sería como una especie de arte marcial en el que se aprovecha parte de la fuerza del oponente, consiguiendo mediante la infiltración, las deserciones o la toma de material enemigo que la correlación de fuerzas varíe decisivamente en el momento de la batalla. Es la misma idea de la parasitación. Mao Tse Tung llegaría decir que: “las fuerzas enemigas pueden ser tenidas como propias para un plan de lucha exitoso”.

INICIATIVA, SORPRESA Y VARIABILIDAD TÁCTICA: Mantener la ofensiva y llevar la iniciativa es otro principio militar básico. Permite dispersar las fuerzas enemigas e impedir su reorganización, amén de llevar la batalla a los lugares que se escojan, conseguir superioridad en los mismos y aprovechar el factor sorpresa.

La variabilidad táctica es parte del factor sorpresa. Fintas y engaños suelen predominar sobre la simpleza del plan que aconsejan los manuales. En ocasiones se optará por la infiltración y la vía pacífica. En otras por la invasión extranjera, por la guerrilla urbana o el terrorismo.

LA ELECCIÓN DE LOS OBJETIVOS: De acuerdo con el contenido de sus escritos podemos deducir que en algún momento entre 1913 y 1915, Lenin leyó a Karl von Clausewitz. Varias fueron las enseñanzas e ideas que Lenin extrajo de su estudio. Provienen de Clausewitz la conexión de política y guerra como medios complementarios en relación con la conquista y el mantenimiento del poder, la idea de presentar siempre la agresión como una reacción defensiva (en el caso del leninismo como una acción liberacionista) y sobre todo el concepto de “clave de acceso a un país” que el leninismo acabaría extendiendo a toda la lucha político-militar.

Clausewitz definió como clave para el acceso a un país “aquel elemento sin cuyo control no se debe uno aventurar a penetrar en el territorio enemigo”: el que da la llave. Clausewitz, criticando las ideas de un estratega militar de su época llamado Lloyd que hacía énfasis en el control de puntos territoriales estratégicos, nudos de comunicaciones, etc., sostenía que sólo había una auténtica clave para cada país: “el ejército enemigo”. Es sumamente probable que la idea de “fuerza vital” posteriormente articulada por el comunismo tuviese aquí su origen.

La idea de “fuerza vital” del enemigo es la que guía y determina la elección de objetivos en el ataque leninista. “Fuerza vital” es la clave que cohesiona todas las fuerzas del oponente y su voluntad de lucha. Puede ser un ideario patriótico, religioso o de libertad y a la vez una serie de instituciones y personalidades galvanizadoras. Es también la propia capacidad de defensa del contrincante: su poder de fuego. Desde conseguir evitar un rearme, hasta golpear, disolver o desmoralizar cuerpos militares o de seguridad especialmente notables. Desde infiltrar y neutralizar mandos, hasta poner éstas fuerzas bajo control propio o de órganos débiles y controlables. Es finalmente el eslabón decisivo cuya caída implica el acceso al poder de cada país. La Iglesia, el Ejército, la Monarquía, la Policía o la Patria regularmente estarán en el punto de mira. También los gastos en defensa, la estabilidad monetaria y la ortodoxia en las cuentas públicas, “el belicismo”, la actividad empresarial, los partidos “derechistas”, los medios de comunicación “reaccionarios”. A veces también las “falsas libertades democráticas” y en la actualidad hasta las armas en mano de la
población en los EEUU.

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