Menú

La capitulación de España

Los resultados de las elecciones democráticas del 14 de marzo de 2004 significan a día de hoy la capitulación de España ante el terrorismo. Es la capitulación ante el miedo, ante el temor de posibles nuevas matanzas como la de Madrid tres días antes. Tras el estallido de las bombas en varios trenes de cercanías el terror toma un tinte diferente, tinte público e indiscriminado, posible y personal en la vida diaria. Por eso resulta humanamente comprensible el temor de cualquier ciudadano ante esta nueva modalidad de terrorismo. El voto del miedo es, por tanto, descifrable y hasta entendible pero implica una peligrosa capitulación de España ante los generadores del terror.

El voto del miedo significa la claudicación ante el terrorismo, la capitulación ante el derecho más importante de todo ser humano: el de la libertad. Ceder al terror es negarnos la propia libertad y dejarla en manos de quienes nos atemorizan. Ceder a las bombas es afirmar que preferimos supeditarnos y vivir sin libertad antes de que nos asesinen. Ceder a la extorsión significa perder nuestra dignidad y nuestra libertad como hombres y mujeres. Ceder al chantaje del terror es condicionar nuestro futuro porque sin libertad, la vida no vale para nada.

Inmediatamente, el miedo se utilizó políticamente desde varios frentes y varios medios de comunicación deseosos de un inminente cambio de gobierno en España, un cambio en favor de un partido político que ha llevado a cabo recientes pactos y alianzas con fuerzas políticas antiespañolas, antimonárquicas y opuestas a la Constitución. De ahí se deduce que el voto mayoritario del pueblo español, el voto del miedo (y en otros casos, del rencor) está encaminado a un futuro tan incierto como peligroso.

Hasta el día de esas elecciones nunca antes un gobierno democrático en España había luchado con tanta fuerza y con tanto éxito y ahínco contra el terrorismo. Nunca antes se había puesto tanto esfuerzo humano, económico y técnico para acabar con la lacra del terrorismo dentro y fuera de nuestras fronteras. Nunca antes se había tenido tanto éxito en esa lucha ni España había estado tan apoyada en su lucha desde el extranjero.

De ahí que la guerra de Irak había de ser la excusa para atacar y desbancar a la derecha gobernante española, como lo fue el intento vano del caso Prestige y tantas otras caminatas bajo pancarta antigubernamental. Porque antidemocrático e ilegal es también manifestarse con insultos y amenazas contra las sedes del gobierno durante la jornada de reflexión. Y con estas cosas, y otras que se observan con estupor, resulta tan penosa la utilización del terror y del miedo como instrumento político y electoralista.

Por eso es lamentable que, a excepción del 37% de españoles que votaron por la continuidad de una lucha sin tregua contra el terrorismo, el resto de votantes haya optado por la capitulación ante el horror. Pero los españoles han de saber que su miedo es el mismo que sienten los norteamericanos cada día al saberse amenazados por nuevos aviones que pueden estallar, o por las continuas alertas de seguridad que sufren cada día; es el mismo temor de los colombianos apabullados ante los matones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias o ante el Ejército de Liberación Nacional; es el mismo miedo de los israelitas en el centro de Jerusalén; es el mismo horror, en fin, de todo ser humano libre porque el terrorismo es el enemigo de la libertad en esta Tercera Guerra Mundial que ya estamos viviendo a nivel planetario. Mañana será París, pasado Roma o Los Angeles y al otro, quizá de nuevo… Madrid.

Nada quisiéramos más que estar en el error y equivocarnos. Pero dondequiera que estalle otra vez el terror acaso entonces entenderemos que el voto del miedo es un voto inútil, de capitulación y cobardía. Porque inútil es traer a casa a los soldados que velan por la paz y la seguridad del pueblo iraquí ya liberado de un tirano. Porque inútil es ceder al diálogo para desmembrar anticonstitucionalmente España. Porque inútil es la negociación cuando delante y detrás están las bombas y los muertos. Por eso, los españoles y los gobiernos deben saber que de poco sirven las manifestaciones y los letreros contra el terrorismo. De nada las manos blancas y las velas.

De nada parece haber servido la probada honradez de un gobierno entregado a la defensa de la libertad de España y del mundo entero. De nada sirve todo eso con tan triste capitulación en el voto de millones de españoles. La historia de España ha empezado a escribir un nuevo capítulo cuyas siguientes páginas están todavía por leerse. La grandeza de la democracia es el espacio que concede a los ciudadanos libres para la rectificación, aun cuando en este caso para entonces haya saltado alguna metralla frente a nosotros o hayamos visto quemarse algún pueblo vecino.
0
comentarios