Menú
DRAGONES Y MAZMORRAS

El arte de la fotografía

Ha pasado una semana desde lo de la foto ministerial y ni las Olimpiadas han conseguido chuparle plano a la noticia, tanto en lo político como en "lo cultural", ámbito al que la Fotografía pertenece de pleno derecho.

Ha pasado una semana desde lo de la foto ministerial y ni las Olimpiadas han conseguido chuparle plano a la noticia, tanto en lo político como en "lo cultural", ámbito al que la Fotografía pertenece de pleno derecho.
Las ministras de Vogue
No me refiero a esta fotografía en particular, sino a la fotografía en general, como arte, que es la única manera plausible de entenderla hoy en día, gracias entre otros, al recientemente fallecido fotógrafo francés Cartier-Bresson, y para hacer patria, al fotógrafo manchego Ortiz Echagüe (por cierto, qué personaje, nacido en Guadalajara en 1896 y muerto en 1980, ingeniero, piloto, constructor de aviones y de automóviles, fundador de Seat y fotógrafo pictorialista en cuya recuperación ha sido clave la Universidad de Navarra que ha digitalizado su legado) y antes que ellos, a Alfred Stieglitz y sus muchachos de 291, la mítica galería de arte neoyorquina sobre cuyas actividades se está preparando, por cierto, una exposición que inaugurará, más menos, la temporada del Reina Sofía. Pero no adelantemos, y a lo nuestro. Sobre la foto de marras se ha escrito mucho en contra y poco a favor. Criticarla ha sido fácil, porque es criticable, y lo es precisamente con los argumentos de quienes la defienden: por ser una foto como llaman ahora "de familia", es decir, pública. De haber sido de familia de verdad, realizada en casa de alguna de las fotografiadas, o mismamente en la calle, ya posaran vestidas o desnudas, habrían causado impacto, qué duda cabe, por su refinado mal gusto, pero nadie hubiera podido reprocharlas nada, ni el mensaje que lanzan al mundo de prepotencia y amor al lujo salpicaría de forma tan evidente al gobierno. Pero lo han hecho utilizando e implicando a una sede oficial, propiedad del Estado y eso nos autoriza a todos sobradamente a criticarlas y a la oposición a pedir explicaciones y, ¿por qué no?, incluso dimisiones. Si no recuerdan mal, por bastante menos que eso tuvo que dimitir Francisco Calvo Serraller como director del Museo del Prado, en una de las anteriores legislaturas socialistas. En aquella ocasión también se trataba del reportaje de una revista de moda y aunque no había sofás creo que hubo unas cuantas sillas de por medio.
 
Tiene razón la inefable Rosa Regás al observar que ninguna de las tropelías de este gobierno (que ella llama "espectaculares cambios") ha causado tanto debate como la pijada ministerial –y ahora cito textualmente– "ni la retirada de los soldados de Irak, ni la demolición del Plan Hidrológico Nacional, ni la remodelación de la Educación Pública, ni la solución para las pateras o para los cientos de miles de sin papeles que viven desde hace años en nuestro país, ni el drástico cambio en la política internacional.". Tiene razón, como que se han hecho esta foto tan rara precisamente para desviar la atención de todo eso. La argumentación de la señora Regás en este artículo de El Mundo es tan farragosa como lo que defiende. Equipara además cosas que carecen entre sí de términos comunes de comparación, como las fotos de Aznar en pantalón corto en los jardines de la Moncloa o las fotografías de "Esperanzita" (el diminutivo lo utiliza la misma Rosita) Aguirre en el Senado con "su propio traje de Chanel", (como si ser propietario de lo que uno se pone fuera un terrible agravante) y encima equivocándose, pues al día siguiente la aludida escribió una divertida carta de respuesta al periódico explicando que el Chanel no era desafortunadamente tal, sino un "traje de Dolores y Teresa y un body que me compré en Zara". ¡Toma moda española! ¡Qué difícil es defender a las ministras pijas, incluso siendo una ilustre "miembra", como diría la gran ideóloga Carmen Romero, de la "gauche divine", aquel último movimiento intelectual español, surgido en la periferia barcelonesa (con sucursal en la Casa de Suecia de Madrid) que ensombreció los años sesenta y setenta con soporíferas novelas españolas al tiempo que los iluminaba, todo hay que decirlo, con magníficas traducciones!
0
comentarios