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DRAGONES Y MAZMORRAS

El año que viene en Sefarad

Desde el “Primer Simposio de Estudios Sefardíes” de 1964 (en el que, por cierto, tuvo un papel destacado Blas Piñar, pues era a la sazón director de alguna de las instituciones promotoras), hay que retroceder a la famosa “Controversia de Barcelona” de 1263, convocada y moderada por Jaime I, en la que el rabino de Gerona debatió con Pablo Cristiano, para que se pueda hablar de temas judíos, en libertad y con la anuencia de las instituciones oficiales, en la mismísima Sefarad.

Desde el “Primer Simposio de Estudios Sefardíes” de 1964 (en el que, por cierto, tuvo un papel destacado Blas Piñar, pues era a la sazón director de alguna de las instituciones promotoras), hay que retroceder a la famosa “Controversia de Barcelona” de 1263, convocada y moderada por Jaime I, en la que el rabino de Gerona debatió con Pablo Cristiano, para que se pueda hablar de temas judíos, en libertad y con la anuencia de las instituciones oficiales, en la mismísima Sefarad.
Acontecimientos por todos conocidos impidieron, a lo largo de los siglos, el normal desarrollo de este tipo de actos y queda por ver si, por fin, se recoge el guante lanzado en el seminario celebrado la semana pasada en Madrid, titulado precisamente “Encuentro (y reencuentro) en Sefarad”, para la creación de un indispensable Instituto de estudios judíos, y de un seguimiento del patrimonio judío en España. Al acoger este ciclo en sus salas, la Biblioteca Nacional se ha sacado la espina de cuando hace unos dos años, y por razones nunca explicadas, no se pudo presentar en ellas el libro de Uriel Macías y Jacobo Israel Garzón, La comunidad judía de Madrid. Textos e imágenes para una historia (1917-2001). Este seminario —que ha durado tres días— ha sido convocado por dicha Comunidad, en colaboración con la Federación de Comunidades Israelitas de España (ambas presididas por Jacobo Israel Garzón), el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte y el Instituto Cervantes.
 
Al parecer este encuentro surgió con la idea de que coincidiera con la reapertura del museo sefardí en la Sinagoga del Tránsito, en Toledo, y en realidad, lo ha hecho, por pura casualidad, con los actos en torno al Día Mundial del Holocausto. Por tanto se puede decir sin exagerar que esta semana ha estado marcada por la cultura judía, por su gracia y por su inconmensurable desgracia, pues paralelamente a estos actos, por así decirlo, gozosos, el Círculo de Bellas Artes conmemoraba tan infausta fecha, con una exposición sobre Ana Frank, en el 75 aniversario de su nacimiento, y con una lectura pública de su Diario, en la que participaron escolares de colegios e institutos de Madrid y de la Comunidad de Madrid. También se exponía en el CBA otra muestra estremecedora titulada “Aquí no vuelan las mariposas”, con dibujos realizados entre 1941 y 1945 por los niños del gueto de Lodz y del asentamiento de Theresienstadt, a la par que se presentaban los libros La cicatriz del humo de Amela Einat, y Kafka y la tragedia judía, de Sultanna Wahnón, directora del Instituto Cervantes de Utrecht, y moderadora en el seminario de la BN de la mesa redonda sobre “el español en Israel”. Además, Kleis Borekhuizen, subdirector de la Casa de Ana Frank, pronunció una conferencia sobre esta última al tiempo que en el Cine Estudio del Círculo de Bellas Artes se proyectaba todas las mañanas, en varios pases de 25 minutos, un video sobre la Casa, así como, de lunes a viernes, diferentes películas sobre el tema, como El tren de la vida, de Radu Mihaileanu, El gran dictador, de Chaplin, Amen, de Costa-Gavras y La vida es bella, de Roberto Benigni.
 
Mientras tanto, como les decía al principio, en la Biblioteca Nacional una serie de especialistas debatían sobre los numerosos aspectos que definen la compleja realidad contemporánea de una comunidad, la sefardita, que a pesar de la expulsión de 1492 y la consecuente diáspora, nunca dejó de sentirse profundamente española. Uriel Macías, José Manuel Pérez Prendes y Horacio Kohan, nos expusieron los antecedentes históricos y los planteamientos jurídicos de dicha comunidad; José Jiménez Lozano habló sobre el antijudíasmo español, no como antisemitismo, sino como un sentimiento postizo: el judío se erige en enemigo de la iglesia y del estado y luego se convierte en estereotipo, como elemento añadido a un discurso demagógico; es la fe, no la raza en este caso, la que se eleva a asunto biológico. Jaime Vándor, que fue durante 45 años profesor de la Universidad de Barcelona, dio testimonio de su experiencia personal como judío en una España nada cosmopolita y demasiado homogénea. El antisemitismo actual, dijo Vándor, no responde en España a un sentimiento real sino que es fruto de los medios de comunicación y de los “Saramagos de turno”. Javier Castaño, del CSIC, disertó sobre los estudios judíos en la España de hoy, y dio algunos datos esperanzadores al respecto, basados también en la actividad editorial y la traducción literaria, algo más sensibilizada en los asuntos judíos que hace unos pocos años. Las otras intervenciones se centraron en las comunidades de judías de habla española (mesa redonda moderada por Carlos Alberto Montaner, en el turismo y, por último, en el español en Israel y en el español y el ladino, con Jon Juaristi, como moderador y la participación de importantes especialistas en la materia entre los que destacó Jacob M. Hassán, también del CSIC, quien con su intervención sobre la evolución de la lengua sefardí, conocida como ladino, desarmó algunos de los principales tópicos que hay sobre ella y arremetió, con argumentos irreprochables, contra los “ladinonostálgicos” que pretenden rescatar una lengua inexistente, procedente de un país aún más irreal, al que llamó irónicamente “Sefardistán”.
 
Clausuró el acto la ministra Pilar del Castillo quien, antes de empezar su alocución, centrada sobre todo en las raíces judías del pueblo español, expresó sus condolencias al Embajador de Israel, Victor Harel por el último y terrible atentado en Israel, protagonizado por un oficial de la policía palestino y en el que había contabilizados ya diez muertos. Desde mi sitio, pude comprobar que el Embajador, sentado un par de filas delante, se erguía sorprendido en su asiento: supongo que no se esperaba tan valiente reconocimiento en público de una situación tan injustamente tratada desde otros estamentos. Y no me refiero sólo a la prensa, sino a algo que comentó el embajador israelí en su magnífica charla del día anterior sobre las difíciles relaciones entre España e Israel: la anulación de una conferencia que iba a dar en la Universidad Carlos III por el malestar y las amenazas de un grupo de estudiantes. Una muestra más de por donde respira el rector de dicha Universidad, Gregorio Peces Barba, y el grupo político al que representa.
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