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FIGURAS DE PAPEL

Diálogos con Adolfo Bioy Casares

Además de sus espléndidos libros de cuentos y sus novelas como La invención de Morel y El sueño de los héroes, escribió a cuatro manos con Borges los deliciosos cuentos publicados con el seudónimo de H. Bustos Domecq y con su esposa la novela policial Los que aman, odian. Por su caudalosa obra, con justicia, obtuvo el Premio Cervantes.

Desde marzo de 1999 Adolfo Bioy Casares no está entre nosotros. Levantó el vuelo, livianito, en Buenos Aires, donde había nacido en 1914. Estuvo casado, como es notorio, con la escritora Silvina Ocampo (hermana de la famosa directora de Sur, Victoria), quien también falleció. Además de sus espléndidos libros de cuentos y sus novelas como La invención de Morel y El sueño de los héroes, escribió a cuatro manos con Borges los deliciosos cuentos publicados con el seudónimo de H. Bustos Domecq y con su esposa la novela policial Los que aman, odian, y por su caudalosa obra, con justicia, obtuvo el Premio Cervantes.
 
La última vez que dialogamos me dijo, y me llenó de satisfacción, estas palabras: "¡Qué lindo es ser uruguayo!" Le pregunté por qué; me respondió: "siento que la gente son argentinos sin muchos de nuestros defectos". Y agregó: "En momentos en que me sentía como preso en Buenos Aires, iba unos días a Montevideo, y ya venía renovado y con buena disposición para hacer mis cosas, mis tareas. Me siento muy bien allí".
 
Hace unos años, en casa del profesor y traductor americano Donald Yates, en California, quien también ha traducido algunos de mis cuentos al inglés, leí unos originales de Bioy: una novelita de cuando tenía nueve años y su libro Diecisiete disparos contra lo porvenir, que firmó con el seudónimo de Martín Sacastrú. Y en este caso entendí por qué nunca quiso reeditarlo. Se lo dije; pidió que olvidara esas cosas porque consideraba La invención de Morel como su inicio literario.  
 
¿En qué se inspiraba?, pregunté y me contestó que en cualquier cosa. "No sé por qué se me ocurren siempre cuentos fantásticos, dijo con extrañeza. No crea que me gusta más la literatura fantástica que la otra... Y algunos cuentos me los contaron amigas mías; tengo muchas amigas y por ello, muchas historias". Y sonrió.
 
Ya no le importaban sus libros publicados, sino los que pensaba hacer: "Siempre tengo un cuento en la cabeza y hasta alguna novela dándome vueltas". ¿Por qué? "No me interesan más", dijo. "Me gustaría sentirlos más ajenos aún, porque al corregir las pruebas, por ejemplo, veo todas mis manías y creo que estoy escribiendo una cosa nueva ahora y ya la había escrito ahí". Le dije que, en cambio, a nosotros, sus lectores no nos pasaba lo mismo y ahí salió al paso con estas palabras: "Ve, como le dije, los uruguayos son muy corteses".
 
Recuerdo que una vez, hace muchos años, en la Feria del Libro de Buenos Aires cuando Bioy estaba firmando libros y conversábamos (me había invitado a sentarme a su lado), una joven le preguntó si podía tomarle una fotografía. Bioy abandonó su silla, salió fuera de la caseta donde estaba firmando sus novelas, y se paró junto a ella; una amiga les tomó una foto a ambos, y fue Bioy Casares quien le agradeció a la joven haber posado con él. Así fue siempre: "genio y figura hasta la sepultura", frase que le gustaba decir.
 
 
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