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FRANCIA, EN GUERRA

Despierta, Europa

Desde aquel 11 de Septiembre, vengo prediciendo lóbregamente que el polvorín europeo está a punto de saltar por los aires. "Hacia el 2010 contemplaremos todas las noches en las noticias edificios en llamas, disturbios y asesinatos callejeros ", escribí en el Western Standard canadiense allá por febrero.

Desde aquel 11 de Septiembre, vengo prediciendo lóbregamente que el polvorín europeo está a punto de saltar por los aires. "Hacia el 2010 contemplaremos todas las noches en las noticias edificios en llamas, disturbios y asesinatos callejeros ", escribí en el Western Standard canadiense allá por febrero.
Uno de los actos vandálicos perpetrados en los arrabales de París.
Qué iluso. La guerra civil en Eurabia parece haber empezado con algunos años de antelación a mi optimista pronóstico. Como informaba The Guardian en la edición del jueves, "jóvenes franceses dispararon a la policía y quemaron más de 300 coches la pasada noche, mientras diversas ciudades próximas a París experimentaron su peor noche de violencia en una semana de desasosiego urbano".
 
"Jóvenes franceses", ¿eh? ¿Se refiere usted a Pierre y a Jacques, a Marcel y a Alfonse? Pese a que la mayor parte de los “jóvenes” son, técnicamente, ciudadanos de la República Francesa, descubrir que los maleantes no piensan en su identidad primaria como ''franceses" no lleva demasiado tiempo en los banlieus de París: son varones jóvenes procedentes del norte de África que cada año que pasa crecen más alejados que nunca de la comunidad general, y más intensamente unidos que nunca a una identidad musulmana asertiva más implacable que nada de lo que usted puede encontrar en Oriente Medio. Tras cuatro años de letargo, finalmente resulta que sí existe, realmente, una "calle árabe" explosiva, pero está en Clichy-sous-Bois.
 
La noción de que la arrogancia del neocon de Texas era responsable de congelar las relaciones trasatlánticas siempre fue absurda, incluso para alguien tan pagado de sí mismo y estrecho de miras como John Kerry. Si usted tuviera millones de jóvenes musulmanes sin asimilar hirviendo de cólera en suburbios sin ley de cada ciudad importante, ¿estaría impaciente por enviar tropas a un país árabe para luchar junto a los americanos? Los árabes franceses llevan un lustro perpetrando una intifada a bajo nivel contra sinagogas, carniceros kosher, escuelas judías, etcétera. La preocupación de la clase política ha sido evitar la propagación de estos ataques a objetivos de, hum, mayor interés general. Parecen haber perdido esa batalla. Al contrario de los eurófilos de América, la calle árabe de Francia identificó correctamente la oposición de Chirac a la guerra de Irak como lo que era: una señal de debilidad.
 
La batalla de Poitiers, en una lámina de época.Los franceses lo han vivido antes, por supuesto. Setecientos treinta y dos. No 7:32 hora de París, que es cuando comienza la quema nocturna de Citröens, sino 732 d.C., hace como milenio y tercio. Por entonces, los musulmanes habían avanzado 1.000 millas al norte de Gibraltar para controlar España y el sur de Francia, hasta los bancos del Loira. En octubre de ese año, el general moro Abd al Rahmán y su ejército musulmán no estaban exactamente a las puertas de París, pero estaban a unas 200 millas, justo al sur del gran enclave franco de San Martín de Tours. En alguna parte del camino entre Poitiers y Tours se toparon con una fuerza franca, la cual, y al contrario que otros ejércitos cristianos de Europa, mantuvo sus posiciones "como un muro... una firme masa glacial", en palabras de las crónicas de Isidoro.
 
Una semana después, Abd al Rahmán estaba muerto, los musulmanes se dirigían al sur y el general francés, Carlos, se había ganado el apellido de "Martel", el "martillo".
 
Poitiers fue el acantilado de la marea musulmana en Europa occidental. Fue una incursión oportunista por parte de los moros, pero de haber ganado habrían encontrado difícil resistirse a avanzar hacia París, hacia el Rin y más allá. "Quizá –escribía Edward Gibbon en Declive y caída del Imperio Romano­– se enseñaría hoy la interpretación del Corán en las escuelas de Oxford, y sus púlpitos manifestarían a un pueblo circuncidado la santidad y la verdad de la revelación de Mahoma". No habría Europa cristiana. Los angloceltas que se asentaron en Norteamérica habrían sido musulmanes. Poitiers, decía Gibbon, fue "un encuentro que cambiaría la historia del mundo entero".
 
Nicolás Sarkozy.Las batallas son muy directas: el lado A gana, el lado B pierde. Pero el Gobierno francés está muy lejos de algo tan clarificador. Hoy, un audaz avance musulmán ha penetrado en Europa mucho más profundamente que Abd al Rahmán. Están en Bruselas, donde se aconseja a los funcionarios de policía que no se dejen ver en público bebiendo café durante el Ramadán, y en Malmö (Suecia), donde los conductores de ambulancia no se mueven sin escolta policial.
 
Es demasiado tarde para repetir la batalla de Poitiers. En los suburbios más peligrosos, y antes incluso de estos disturbios, 9.000 coches de policía habían sido apedreados por "jóvenes franceses" en lo que va de año; en una noche tranquila se mete fuego a alrededor de tres docenas de coches. "Hay una guerra civil en curso en Clichy-sous-Bois", dice Michel Thooris, del sindicato Acción Policial CFTC. "Ya no podemos aguantar más esta situación. Mis colegas no tienen ni el equipo ni el entrenamiento práctico o teórico para la lucha callejera".
 
¿Qué hacer? En París, mientras "los jóvenes" disparaban a la gendarmería, quemaban hasta los cimientos un gimnasio e interrumpían el tráfico de Cercanías, el Gabinete francés se dividía en dos, al distanciarse "el ministro para la cohesión social" (un puesto que espero América no necesite nunca) junto con otros colegas del titular del interior, el Nicolás Sarkozy de lenguaje directo que despreciaba a los alborotadores como "escoria". El presidente Chirac parece haberse decantado por el bando de los que creen necesario tratar los agravios de la escoria. Hizo un llamamiento al "espíritu de diálogo y respeto". Fieles a las prácticas habituales de la clase política, parecen ver en los disturbios una oportunidad excelente de echar a pique las ambiciones presidenciales de Sarkozy más que como un llamamiento a salvar la República.
 
Hace algunos años fui criticado por una observación sin importancia: "Encuentro más fácil ser optimista sobre el futuro de Irak o Pakistán que, digamos, sobre el de Holanda o Dinamarca". Pero he aquí la razón. En desafío a los patrones tradicionales de inmigración, estos varones jóvenes están menos asimilados que sus abuelos. Los cínicos franceses, como el primer ministro, Dominique de Villepin, han empleado los últimos dos años en denigrar la Doctrina Bush porque, como todo el mundo sabe, Islam y democracia son incompatibles. Si es así, es un problema menos importante para Irak o Afganistán que para Francia o Bélgica.
 
Si bien Chirac no es exactamente Carlos Martel, los gamberros no dan la mala impresión de los ejércitos musulmanes de hace trece siglos. Están aprovechando sus oportunidades, poniendo a prueba a su enemigo, sondeando sus puntos débiles. Si incendiar los suburbios te gana más "respeto" de Chirac, los quemarán una y otra vez. En el presente número de City Journal, Theodore Dalrymple cierra un artículo sobre los terroristas suicidas británicos con este crudo resumen de la nueva Europa: "El dulce sueño de compatibilidad cultural universal ha sido reemplazado por la pesadilla del conflicto permanente". Lo cual suena tremendamente parecido a una nueva Edad Media.
 
 
© Mark Steyn, 2005.
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