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LOS TONOS DE LA CAMPAÑA ELECTORAL

Del negro al blanco

Ya próximas las elecciones del 14-M, las estrategias de la oposición con vistas a la toma del Palacio de la Moncloa se van aclarando. Oficialmente la bandera negra del “No a la guerra” ha sido sustituida por la camiseta blanca del “ZP”, pero no hay tregua: la lucha y el acoso continúan, en foros, calles y en el “puerta a puerta”.

Ya próximas las elecciones del 14-M, las estrategias de la oposición con vistas a la toma del Palacio de la Moncloa se van aclarando. Oficialmente la bandera negra del “No a la guerra” ha sido sustituida por la camiseta blanca del “ZP”, pero no hay tregua: la lucha y el acoso continúan, en foros, calles y en el “puerta a puerta”.
 
 
 
Hace un año, coincidiendo con las celebraciones de San Valentín, un millón de personas, aproximadamente, de buen corazón se sintieron inducidas a expresar en las avenidas de España una particular declaración seráfica de amor fraterno y buenos deseos de paz perpetua, en una demostración catártica de masas suscitada tanto por un desahogo personal como por una descarga colectiva de la tensión ante la inminencia de una acción militar aliada en Irak. La multitud se vio seducida entonces por el dulce mensaje de que se podía desarmar al dictador de Bagdad por las buenas, sin violencia y, por decirlo así, “gratis total”; es decir, sólo dialogando con el régimen baasista y mandando incontables inspectores funcionarios de la ONU como medida de presión. De esta manera sencilla y limpia, Sadam cedería y todos nos quedaríamos tan a gusto. Sólo los americanos deseaban ir a la guerra por espurios intereses y porque son unos malvados. Bueno, los americanos y sus aliados, entre ellos, Aznar.
 
Comunistas y socialistas, la oposición en su conjunto, se sintieron así avalados y legitimados por la vox populi para lanzarse sin cuartel contra el Gobierno del PP. Para consumar las nupcias con la opinión pública, se vistieron entonces de negro, y en su nombre, como en un régimen de gananciales, urdieron una campaña sediciosa contra sedes, militantes, simpatizantes o simples votantes populares con el fin de alterar por la fuerza las instituciones democráticas españolas. Eran los tiempos del “No a la guerra”. Hace un año.
 
Fue un periodo de confrontación civil/incivil en todos los frentes que ahora desemboca en las elecciones generales de marzo de 2004. ¿Qué ha quedado ahora de aquella cita a ciegas, aquel acto de entrega a la causa de la paz (“Haz el amor, no la guerra”) practicado por una parte significativa de la opinión pública española? En el primer aniversario de la Gran Parada, del Gran Destape nacional, las cosas han vuelto a su cauce. Como sucede con quien tiene una sencilla aventura, echa una cana al aire y alivia las pulsiones del corazón y la carne, el furor ciudadano se ha debilitado con el tiempo y quiere olvidar. Ahora toman la calle los de siempre, unos pocos miles de militantes de la extrema izquierda. El PSOE, por su parte, ante la inminencia de la cita electoral cambia de plan, deja por unos días el traje de calle y se viste de blanco. Con un estudiado cambio de vestuario y gamas de color, confía en volver a seducir a las masas por medio de renovadas proposiciones y muchas promesas: he aquí su compromiso con la gente. Pues, la Izquierda, manteniendo vivo el recuerdo de aquel revolcón e inflamada nuevamente de deseo, vuelve a la carga: sepa la multitud que con tanta generosidad se le ofreció un día en un momento de debilidad que el compromiso continúa. Aunque pueda pensar que aquello sólo fue una locura pasajera, el Partido no está dispuesto a concederle el divorcio, a soltar la presa.
 
Sigue, por tanto, el acoso. Mas, debido a que ahora no se le pide a la opinión pública su calor social sino su voto personal, porque hay que ser electoralmente correctos y, sobre todo, para no asustar, el PSOE suaviza en las formas las aproximaciones al cuerpo electoral. Lo vemos en la presentación de la campaña, en su “guía de la campaña”. El rojo y el negro feroces y anarcoides, fúnebres y sangrantes, del emblema del “No a la guerra”, que encendieron una vez sus pasiones (y aspiraron a propagar a la ciudadanía entera… por simpatía), se han visto rebajados al naranja y el blanco. En esta nueva temporada (temporalmente), se llevan los tonos pastel y crema, pues ya es primavera en la sede socialista de Ferraz.
 
Lo que el ansia de Paz ha unido, que no lo separe el PP. Los socialistas siguen galanteando a las masas, ayer manifestantes y carne de cañón, hoy electores y presuntos votantes, y vienen con el cuento de que un día hubo algo entre ellos. Así pues, ¿en tu casa o en la mía? Como acudir a la Casa del Pueblo puede resultar demasiado fatigoso, y se trata más que nada de dar facilidades, los simpáticos y simpatizantes socialistas se aprestan a visitar a domicilio. Por unas semanas, quedan relegados los contactos en la calle, hoy toca el “puerta a puerta”: “Toc, toc, el PSOE llama, dele la bienvenida”. La campaña está en marcha, la “campaña de la gente”. Según anuncia la guía electoral tramada por Pepiño Blanco, 35.000 “agentes electorales” están ya movilizados y próximamente asaltarán las viviendas de ciudadanos elegidos para pedirles el voto. Se trata de una operación propagandista y de imagen que evoca tanto a las promociones de Avon como a los anuncios de Ariel: el PSOE trae lo mejor y lava más blanco. Leo en la prensa valenciana una noticia inquietante. La candidata Carmen Alborch, como si se tratase de una fallera mayor acompañada de su séquito, ya ha iniciado la ofrenda de programas por los barrios de mayoría socialista de la ciudad del Turia para, según dicen, movilizar el voto y frenar la abstención: “Hola, soy Carmen Alborch. No le molestamos mucho, ¿eh?” Se lo tienen merecido, por haber votado al PSOE.
 
De puerta a puerta y de manifiesto en manifiesto, el progresismo no descansa. Como la gente de izquierda no puede moverse ni expresarse con libertad a causa del “deterioro democrático” provocado por el PP, se ha visto en la necesidad de concentrarse en el Círculo de Bellas Artes de Madrid para hacer público el MCAID, más conocido como “Manifiesto de Constitución de la Asamblea de Intervención Democrática”. Hay lo habitual: rectores, intelectuales y artistas. No falta el pintor Juan Genovés: ojo, no es un familiar, thank heaven! ¿Quién más? Los de siempre. He visto la foto y se me antoja una vil copia del cartel del film Sospechosos habituales.
 
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