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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

De Madrid al cielo

Yo no soy propietario de funerarias (cliente, pronto), ni responsable de la sección de obituarios, necrológicas y fiambres –en nuestra jerga– de diario alguno; ni me interesan ni me molestan, salvo en ocasiones excepcionales (como en el caso de Alberti), las tradicionales memeces que se dicen y escriben con motivo de la muerte de un famoso. Por lo tanto, a mí Paco Umbral, plín; pero ocurre que me han extrañado las curiosas reacciones, los elogios, los ditirambos, las chorradas que ha suscitado su muerte, porque Umbral fue sencillamente un mediocre, un mediocre que podía escribir mediocridades con soltura.

Yo no soy propietario de funerarias (cliente, pronto), ni responsable de la sección de obituarios, necrológicas y fiambres –en nuestra jerga– de diario alguno; ni me interesan ni me molestan, salvo en ocasiones excepcionales (como en el caso de Alberti), las tradicionales memeces que se dicen y escriben con motivo de la muerte de un famoso. Por lo tanto, a mí Paco Umbral, plín; pero ocurre que me han extrañado las curiosas reacciones, los elogios, los ditirambos, las chorradas que ha suscitado su muerte, porque Umbral fue sencillamente un mediocre, un mediocre que podía escribir mediocridades con soltura.
Francisco Umbral.
Puede, pero sólo hasta cierto punto, entenderse que un diario como El Mundo intente rentabilizar al máximo la muerte de uno de sus columnistas, pero francamente me extraña que el ministro de Cultura, el alcalde de Madrid, la presidenta de la Comunidad, Mariano Rajoy y muchos más se sumasen a esas ceremonias de culto póstumo a la personalidad de Paco Umbral.
 
Umbral fue un novelista mediocre, si se le compara con otros novelistas actuales, como Juan Marsé o Eduardo Mendoza, para dar sólo dos nombres. No recuerdo quién me regaló su libro sobre Valle-Inclán, que es sencillamente una mierda. Por lo que hace al ensayo, José María Marco ha venido publicando en los útlimos años obras geniales, como La libertad traicionada, Giner de los Ríos. Pedagogía y poder y La nueva revolución americana; y cuando lo pienso me da vergüenza acoplar esos dos nombres: ¿qué tiene que ver la inteligencia con el chismorreo?
 
Cada vez que expreso mi desprecio por Umbral como escritor, alguien me cita un libro suyo autobiográfico que ni he leído ni pienso leer. Siendo bondadoso, puedo aceptar la idea de que Umbral, que tantos libros publicó, haya escrito uno o dos que no estén del todo mal. Pero es que los exorbitados elogios post mortem que le han prodigado proclaman que cualquiera de sus cagaditas fue genial; cagaditas que, dicho sea de paso, le valieron los más prestigiosos premios literarios.
 
Para mí, esto último significa que la mediocridad, en España, no es monopolio de Umbral, sino la norma de nuestra cultura, de nuestro periodismo, y hasta de nuestra vida política. Si un país celebra con tantos honores a un mediocre como Umbral, habiendo como hay talentos verdaderos, eso significa sencillamente que en dicho país hay mucho mediocre o que está inmerso en un período de mediocridad.
 
Puesto que la fama de Umbral es tan periodística como literaria (no hay la menor contradicción), el hecho de que haya muerto no me parece argumento suficiente para exaltarle de tal forma, pues parece que se está ninguneando a otros columnistas que tendrían la curiosa desgracia de seguir vivios, incluso de publicar sus artículos en el mismo diario. Nadie se extrañará si cito primero a Federico Jiménez Losantos, con el que Umbral no se podía comparar, como no se podía comparar en el terreno del ensayo con José María Marco, ni en el de la novela con los arriba citados y muchos más. Lo dicho: un mediocre absoluto.
 
Incluso entre los propios columnistas de El Mundo, gente como Raúl del Pozo y Martín Prieto tienen más talento del que tenía Umbral, pero infinitamente menos prestigio. Los cito a sabiendas de que muchas veces no estoy de acuerdo con sus opiniones; pero resulta que Umbral no tenía opiniones: tenía caprichos y contaba chismes.
 
Yo colaboraba en ABC cuando Luis María Anson le entregó maniatado el diario a Paco Umbral, y éste, después de afirmar que la asesina Pasionaria era una santa, se puso a glosar los coños de algunas marquesas y de varias actrices, entre otras sandeces tan bien educadas y tan filosóficamente esenciales. La rebelión de los lectores fue tan gigantesca, caso único, creo, en nuestra prensa, que Umbral huyó despavorido, y me contaron que ya no dormía con ninguna de sus bellas damas, sino con una escopeta en su cama, por si las moscas. Siempre he considerado que, si no fue su único error, fue el más grave de los cometidos por Anson en su brillante carrera periodística.
 
Esperanza Aguirre.Es Raúl del Pozo, el comunista descafeinado, quien me permite dar un salto mortal (como se dice en el circo) entre la inexistencia celebrada de Paco Umbral y la crisis del PP de Madrid, porque en su columna del pasado día 16 mezclaba los dos eventos: en la misma ceremonia en que se homenajeaba la mediocridad de Umbral se anunció el suicidio de Alberto Ruiz-Gallardón, el cual acababa de comparar a Umbral con James Joyce, y todos tan tranquilos. Por cierto, ¿quién es Joyce, el portero del Liverpool?
 
Pues a mí, que lo veo todo, claro, desde mi exilio parisino, Esperanza Aguirre me ha parecido genial. Porque, hablemos claro: le ha parado los pies a Ruiz-Gallardón en su OPA sobre el PP, lo cual hubiera sido a todas luces un desastre; pero también me dicen que la solución de Mariano Rajoy es de lo más acertado. Impresionado por la energía de la enérgica Esperanza Aguirre, abandona la idea, con sus dudas, de poner a Ruiz-Gallardón como número dos en su lista para las legislativas y en cambio ficha a Manuel Pizarro, y todo el mundo aplaude, y los sociatas se inquietan.
 
Yo, claro, no conozco a Manuel Pizarro, pero algo he leído sobre los problemas de Endesa, y las cabronadas del Gobierno Zapatero; y mientras no se demuestre lo contrario consideraré que Pizarro, como tantos dicen, es una buena baza para Rajoy, el PP y España.
 
Lo que en cambio pocos, o nadie, han dicho es que la OPA personal de Ruiz-Gallardón se basaba en la derrota del PP en las próximas elecciones. Si perdía, él creía tener posibilidades de convertirse en líder; pero si ganaba, ninguna. En esas condiciones, ¿qué campaña hubiera realizado para que ganase su partido?
 
Ahora, cabreado, dolido, hace pucheros, y anuncia que se retirará de la política después del 9 de marzo. ¡Excelente idea! Esperemos que no sea un vapor calenturiento, y que funde con José Piqué una sociedad anónima que explote los trenes de cercanías de Barcelona, o las basuras de Nápoles. Seguro que ambos encontrarán grandes satisfacciones intelectuales. Y hasta podrán releer a Paco Umbral.
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