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ECONOMÍA

¿Cuántos impuestos pagamos?

Viene un señor que quiere aprender un lenguaje de programación nuevo para acometer un proyecto que tiene en mente, crea una web bien sencilla... y provoca un tremendo escándalo entre la progresía y la pobre gente que no sabe en qué país vivimos.

Viene un señor que quiere aprender un lenguaje de programación nuevo para acometer un proyecto que tiene en mente, crea una web bien sencilla... y provoca un tremendo escándalo entre la progresía y la pobre gente que no sabe en qué país vivimos.
Se trata de una calculadora de impuestos on line que evalúa no sólo el Impuesto sobre la Renta, sino las cuotas a la Seguridad Social y el IVA. Y aún le faltan impuestos, como el de actos jurídicos documentados, que pagamos al comprar una casa, el de hidrocarburos, el de bienes inmuebles y otro buen montón de tributos menos cuantiosos pero que aun así pagamos religiosamente. Estamos, pues, ante una estimación, no ante un estudio preciso.
 
Sin embargo, pese a sus limitaciones, ya muestra unos resultados curiosos, dignos de estudio. Para empezar, deja meridianamente claro que la supuesta progresividad de nuestro sistema impositivo es una filfa. Entre los impuestos indirectos y la cuota a la Seguridad Social, que tiene un límite máximo, al final, si ganas 100.000 euros al año el Estado se lleva, según el simulador, el 51%, mientras que si ganas 50.000 se lleva el 50%. El peso del Estado recae, oh sorpresa inesperada, sobre las clases medias, no sobre los ricos.
           
Pero quizá lo más notable de este experimento sea estudiar cómo el sistema fiscal incentiva el llamado mileurismo. Y es que a las empresas les resulta mucho más caro subir el sueldo a un trabajador que cobra poco que a otro que cobra bastante más. Si recibes 14 pagas de 1.000 euros, la empresa está pagando por ti 22.270. El problema es que si quisiera darte 500 euros más en cada paga, o sea, 7.000 más cada año, debería pagar por ti 36.680. La diferencia es de 14.410 euros. Si quisiera subirte otros 500 euros por paga, le costaría 13.420, unos 1.000 euros menos cada año. Y si quisiera llegar a darte 2.500 euros, es decir, otros 500 por paga, le costaría 11.000. Lo dicho, pues: a las empresas les sale más barato subir los sueldos altos que los bajos, gracias a la intervención del Estado.
 
El simulador ha recibido críticas, muchas de ellas acertadas, como la que se centra en el supuesto de que todos consumimos el 80% del sueldo; aunque, probablemente, en un estudio más serio veríamos que la progresividad se vería aún más reducida, porque resulta razonable suponer que quienes más tienen dedican un porcentaje menor al consumo. Pero también ha recibido una sumamente injusta; una que sostiene que, como es la empresa la que paga la cuota empresarial a la SS, y no el trabajador, ésta debería quedar fuera del cálculo de lo que pagamos en impuestos.
 
Es una crítica absurda. Una empresa estima lo que le cuesta un trabajador en total, es decir, tiene en cuenta lo que se lleva el trabajador y todos los impuestos que hay de por medio, igual que nosotros calculamos lo que nos cuestan las judías verdes o las revistas sin descontar el IVA.
 
¿Qué significa eso? Pues que si de repente una ley impusiera que, sin introducir cambios en el total de lo que pagan las empresas por los trabajadores, las cuotas empresariales pasaran a estar incluidas en las de los trabajadores, y por tanto figurasen en las nóminas, las empresas seguiría pagando exactamente lo mismo por cada trabajador y éste seguiría cobrando exactamente lo mismo; pero al parecer, por vaya usted a saber qué misterio, algunos lo considerarían un impuesto pagadero por el trabajador, no por la empresa. Sin embargo, no estaríamos más que ante un cambio contable.
 
Ahora bien, sería un cambio muy importante. La gente sería mucho más consciente de lo que paga al Estado... y mucho más crítica con el sistema vigente. Pienso que ésta debería ser la primera medida que habría de tomar un Gobierno verdaderamente liberal, nada más llegar al poder. Porque lo principal es librar la batalla de las ideas, y el hecho de que todos supiéramos cuál es la realidad fiscal sería un triunfo importante, que permitiría crear el caldo de cultivo necesario para avanzar por la senda de la libertad.
 
 
© AIPE
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