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CÓMO ESTÁ EL PATIO

Conservar para progresar

En el día uno de la última campaña electoral, Zapatero dijo: "Hágase el pleno empleo"; pero el pleno empleo no se hizo. El presidente miró su obra y pensó que eso no estaba bien. Peor para el empleo.

En el día uno de la última campaña electoral, Zapatero dijo: "Hágase el pleno empleo"; pero el pleno empleo no se hizo. El presidente miró su obra y pensó que eso no estaba bien. Peor para el empleo.
Los niños y los progres tienen una relación conflictiva con la realidad. Los primeros se tapan los ojos y creen que, puesto que ellos no pueden verse, los demás tampoco pueden verlos, y los segundos están también convencidos de que sus construcciones ideológicas modifican la realidad de forma instantánea. Los unos y los otros parten de la misma premisa; pero mientras en los niños se trata de una debilidad intelectual pasajera que se corrige con la edad, en los progres es una carencia permanente que no se supera sino mediante persistentes tratamientos de choque.

La vida en sociedad se rige por unas normas que ya ejercían su influjo determinante mucho antes de que el primer progresista se liara el primer canuto de grifa. Estas leyes no escritas fructificaron a través de instituciones surgidas de forma espontánea para favorecer el progreso y el bienestar de las sucesivas generaciones. No son fruto de la mente de un ungido que un día decidió que las relaciones humanas se ordenaran de esa manera, sino el depósito secular de una forma de conducirse en sociedad cuyos resultados han demostrado ser válidos por la mera experiencia histórica.

La familia, la propiedad privada, la libre interacción entre los hombres y mujeres para la consecución de unos fines aplicando ciertos medios, un código moral ampliamente compartido o la responsabilidad individual frente a los resultados, intencionados o no, de nuestras acciones son los elementos que han permitido el increíble avance científico, económico y social que ha protagonizado nuestra especie. Sin ellos, probablemente estaríamos aún agrupados en tribus permanentemente a la gresca por tal o cual riachuelo o haciendo sacrificios humanos al dios Sol para que volviera a salir al día siguiente.

Ser respetuosos con esas instituciones sociales y salvaguardarlas de la acción de los modernos vándalos que pretenden su eliminación es, por tanto, la mayor contribución al progreso de todos. En consecuencia, no hay nadie más auténticamente progresista que un conservador, aunque en la jerga moderna se hayan pervertido los conceptos de tal forma que ya significan exactamente lo contrario de lo que pretenden enunciar.

La pretensión totalitaria de cambiar las bases que informan la vida en sociedad es, además de una grave irresponsabilidad, una senda no por peligrosa y dañina menos transitada desde que la izquierda política tomó conciencia de que su misión en este mundo consiste en acabar con el "orden establecido" para que el hombre experimente el resultado de los experimentos sociológicos en que iba a desempeñar el papel de cobaya. No debería hacer falta incidir en la devastación económica, moral y social que se produce indefectiblemente cada vez que la izquierda lleva a cabo su programa ideológico sin cortapisas institucionales, pero como todavía quedan abundantes reductos académicos y mediáticos que intentan hacer pasar el desastre socialista por un gran triunfo, nunca está de más insistir en que nadie está facultado para cambiar de arriba abajo las instituciones que permiten la vida en libertad. Mucho menos si se trata de personajes que unen a su fanatismo ideológico una visión infantilizada del mundo, dicho sea sin ánimo de señalar, porque entonces los efectos desastrosos se multiplican.

Al menos, los viejos dinosaurios comunistas que todavía perduran en algunas zonas del planeta son conscientes de que sus ideas son solamente la excusa para mantenerse en el poder y garantizarse un elevado tren de vida. Son bellacos pero no estúpidos, dicho sea también sin la menor intención de que alguien haga la ecuación inversa con ejemplos más cercanos.
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