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DRAGONES Y MAZMORRAS

Con la lengua hemos topado

Gregorio Salvador contaba en uno de sus artículos que cierto grupo balear propuso en 1978, en plena polémica en torno a las competencias lingüísticas contempladas en los estatutos de las Autonomías, que se llamara “cavabán” o “lengua cavabana” al catalán-valenciano-balear (incluidas las distintas variantes de este último: mallorquín, menorquín, ibicenco, etc). Aquello no prosperó porque los neologismos son de muy difícil implantación.

Gregorio Salvador contaba en uno de sus artículos que cierto grupo balear propuso en 1978, en plena polémica en torno a las competencias lingüísticas contempladas en los estatutos de las Autonomías, que se llamara “cavabán” o “lengua cavabana” al catalán-valenciano-balear (incluidas las distintas variantes de este último: mallorquín, menorquín, ibicenco, etc). Aquello no prosperó porque los neologismos son de muy difícil implantación.
Congreso Internacional de la Lengua celebrado en Rosario
Tal vez el inteligente gobierno zapaterista debería resucitar ahora esta propuesta de consenso en sus negociaciones con la Unión Europea, con vistas a ampliar el elenco lingüístico de la Unión, así como la plantilla de traductores de las instituciones europeas, que hay mucho filólogo en paro. Tal vez colara, al menos para ser rechazada sin herir demasiado los sentimientos nacionales y socialistas de Maragall y sus mariachis. Se podría producir el siguiente diálogo:
 
Funcionario de la Unión (por ejemplo, italiano), encargado de registrar lenguas: ¿Así que el canaván, no? ¿Y en qué país dice usted que se habla esta lengua? Porque si no me engaño, usted es español. ¿No?
 
Funcionario español (catalán, por más señas): Sí, todavía, todavía. Pero hay muchos  países en ese que usted llama España. (Al ver la cara de perplejidad del funcionario), bueno en realidad tres, no cuatro: Mire, es un poco complicado pero lo va a entender perfectamente. Habrá oído hablar usted de Franco…
 
Funcionario de la UE (devolviéndole la propuesta sin ni siquiera sellarla): El siguiente.  
 
Henri Michaux, que como belga sabía mucho de rencillas lingüísticas, escribió en una ocasión: “Las lenguas se hacen, se desgajan. Jergas por doquier, para aumentar lo barroco, lo pintoresco, lo rústico. Lenta y sorda, la guerra de las lenguas. Hoy en día se libra de otro modo”. En efecto, aquí y ahora se libra en los departamentos ministeriales. Malo, malo. Porque las lenguas son organismos vivos, en perpetuo movimiento y se ríen a mandíbula batiente de las leyes y de los preceptos. Bastante tienen ya con los filólogos y los lingüistas para que ahora se metan los políticos por medio, para regularlas.
 
Efectivamente las lenguas se hacen y se deshacen, y algunas se estrangulan y mueren. Otras prosperan algo más, como la española, sea o no compañera del imperio. Es lo que se niegan a entender los catalanes empeñados en demostrar una subordinación de los valencianos a la lengua catalana como si los primeros fueran los propietarios de dicha lengua. Si “Madrid ya no es el eje del español”, como titulaba La Vanguardia el otro día, refiriéndose al III Congreso Internacional de la Lengua Española en el que tanto peso están teniendo las lenguas indígenas, aunque sólo sea por su impresionante número (62 procedentes de 14 troncos lingüísticos diferentes, sólo en México, al que habrá que añadir dentro de poco el chino, a petición de Carmen Calvo), que se vaya acostumbrando Barcelona a no ser el eje del catalán, y si para aplacar los humos imperialistas de Cataluña y defender la independencia de valencianos y baleares hay que llamar valenciano al catalán que se habla en Valencia y balear al que se habla en las Baleares, pues hagámoslo y a otra cosa. No por ello van a dejar de ser la misma lengua, como ocurre en muchos otros casos. Sin ir más lejos con el español, al que también se denomina castellano sin que sus 400 millones de hablantes se llamen a engaño.
 
Y si nos metemos en el espinoso tema de la identificación entre lengua y nacionalidad, no creo que a nadie se le ocurra pensar que los valencianos son catalanes porque hablen catalán, del mismo modo que los flamencos no son holandeses porque hablen neerlandés ni los valones franceses, ni los colombianos españoles. Sobre este asunto, me recomienda una amiga un libro de Renan titulado ¿Qué es una nación?, donde al parecer está todo esto perfectamente estudiado y denunciado, a propósito, creo —y que me corrija si me equivoco— de la reivindicación de Prusia sobre Alsacia, basada en que los alsacianos hablaban alemán. ¡Cuerpo a tierra, Sancho, que con la lengua hemos topado!
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