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SALUD

Cómo el estrés nos roba la vida

Un estudio realizado por científicos californianos confirma que el estrés continuado acelera el envejecimiento, y adelanta y agrava las dolencias asociadas a la senectud. El ritmo de vida acelerado erosiona literalmente nuestra molécula de la herencia, el ADN.

Un estudio realizado por científicos californianos confirma que el estrés continuado acelera el envejecimiento, y adelanta y agrava las dolencias asociadas a la senectud. El ritmo de vida acelerado erosiona literalmente nuestra molécula de la herencia, el ADN.
Que el estrés mata es un hecho incuestionable. Las personas que viven en un continuo ataque de nervios, desbordadas por el trabajo y las preocupaciones cotidianas, tanto reales como ficticias, presentan un mayor riesgo de sufrir un accidente cardiovascular, como una angina de pecho, un ataque al corazón y un infarto cerebral; de padecer procesos infecciosos y cancerosos, debido a una bajada de las defensas naturales del organismo; y de caer en trastornos psíquicos severos, como la depresión y la ansiedad.
 
La alopecia, el insomnio, el cansancio crónico, la desgana sexual y la impotencia son algunas otras consecuencias indeseables del estrés. Para nuestro infortunio, el estrés es una situación tan frecuente en las sociedades industrializadas que ha llegado a convertirse en un problema de salud que preocupa a los especialistas. Sin ir más lejos, casi el 80 por cien de los españoles reconoce haberlo padecido en algún momento, según ha puesto de manifiesto una reciente encuesta realizada por Demoscopia para la firma Palmolive NB. Los atascos de tráfico, las discusiones familiares y las grandes celebraciones son las situaciones que más nos alteran. Las tareas del hogar ahogan psicológicamente sobre todo a las mujeres: seis de cada diez féminas confiesa que comer con la familia política, cocinar o tener un hijo les provoca estrés. Y en otro sondeo financiado por los laboratorios que fabrican la Viagra se puede leer que el 10 por cien de los españoles hacen menos o no hacen el amor debido al estrés.
 
No cabe duda de que el estrés bien dosificado resulta vital para la supervivencia. Las descargas de adrenalina nos permiten huir o afrontar los peligros, así como sortear los desafíos de la vida cotidiana. Ahora bien, mal dosificado, el estrés psicológico mina la salud y roba velas de la tarta de cumpleaños. Éste es un proceso constatado por la biomedicina, aunque hasta la fecha nadie ha acertado a explicar cómo actúa el estrés debajo de la piel. Los científicos desconocen los mecanismos concretos por los que acelera el envejecimiento de las células y cómo este declive celular se traduce en el envejecimiento del organismo.
 
Pero esta situación de incertidumbre empieza a no serlo tanto, sobre todo después del estudio que acaba de publicar en la revista estadounidense PNAS un equipo multidisciplinar de investigadores de las Universidad de California, de la Universidad Estatal de Ohio y de la Universidad de Utah. En él aportan evidencias de que el estrés psicológico está asociado con tres sucesos celulares relacionados con la senescencia y longevidad de las células: un mayor estrés oxidativo, una baja de la actividad de la telomerasa y un acortamiento de los telómeros. Desde hace algunos años, los biólogo saben que la participación del oxígeno en determinados procesos metabólicos de nuestro organismo, conocidos como aerobios, produce unos entes químicos dañinos para las células que reciben el nombre de radicales libres. Para combatirlos, el organismo fabrica unas moléculas antioxidantes que amortiguan su capacidad destructora. Pues bien, algunas investigaciones a nivel celular apuntan que el estrés psicológico desbarata el equilibrio de las hormonas relacionadas con el estrés: por ejemplo, los glococorticoides, las primeras hormonas que hacen acto de presencia en las situaciones estresantes, incitan la aparición de radicales libres que hacen mella en las neuronas que crecen en cultivos del laboratorio. Pero ha sido a nivel de los telómeros donde los investigadores estadounidenses se han topado con una sorpresa. Los telómeros son unas estructuras complejas de proteína y ADN que protegen los extremos de los cromosomas. Son como los cilindros de plástico que impiden que se deshilache los extremos de los cordones de los zapatos. Cuando la célula se divide, los telómeros no se copian íntegramente en los cromosomas hijos resultantes de la división. Esto es debido a un fallo natural de la AND polimerasa, enzima que cataliza la copia telomérica. Resultado: los telómeros se hacen más cortos en cada división, lo que hace que el cromosoma se desestabilice. Esto es así a pesar de la acción de la enzima telomerasa, que intenta parchear el desgaste de los telómeros.
 
En experimentos de laboratorio, los científicos han constatado que cuando el acortamiento telomérico alcanza una situación crítica, la célula afectada envejece a marchas forzadas. Este fenómeno inevitable para la mayoría de las células ?las cancerosas, por ejemplo, no sufren desgaste telomérico? también ha sido observado en todas las estirpes celulares de nuestro organismo, incluidas los glóbulos blancos de la sangre y los fibroblastos células del tejido conectivo. Los científicos son capaces de utilizar el recorte de los telómeros como un cronómetro biológico para saber la edad de las células y determinar cuántas divisiones les quedan antes de la senectud. En efecto, los expertos pueden estimar desde cuándo llevamos los mismos zapatos ?y cómo los hemos cuidado? mirando el estado de los plásticos que rematan los cordones. Éstos, por otro lado, pueden verse afectados por el entorno: la lluvia o el sol pueden deteriorarlos; y la aplicación de sebo, protegerlos. Lo mismo le sucede a los telómeros: el estrés oxidativo los acorta y los antioxidantes impiden que esto suceda.
 
Todo esto viene a cuento porque el equipo de investigadores de EE UU se propuso medir la longitud de los telómeros de un grupo de mamás sanas en las puertas de la menopausia. Las participantes fueron invitadas a completar un tests para conocer su nivel de estrés psicológico. Luego, se les extrajo una muestra de sangre, para recolectar un tipo de células sanguíneas conocidas como mononucleares. Y finalmente, se estudió sus cromosomas y la integridad de los telómeros. Los resultados no pueden ser más clarificadores: las mujeres con mayor nivel de estrés presentaban unos telómeros demasiado cortos en comparación con las mujeres 10 años más mayores que han llevado una vida relajada. Según esto, las féminas presas del estrés sufren un envejecimiento galopante, al menos a nivel celular, cosa que indefectiblemente se transfiere al organismo entero..

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